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Irresponsabilidad social // El 'valor' que WeBuild crea en el Sur

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Junio 2022 / 103

* Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona (ICT-UAB)

En un siglo, el grupo italiano ha construido 300 centrales en zonas conflictivas y en circunstancias violentas.

Construimos valor. Este era el lema de la constructora italiana Salini Impregilo, rebautizada como WeBuild a principios del año 2020. ¿Pero qué tipo de valor ha construido la empresa? Es lo que se cuestiona en nuestro artículo académico sobre el tema publicado en el Journal of Business Ethics.

El 17 de diciembre de 2016, Etiopía inauguró la presa Gibe III, la tercera planta hidroeléctrica más grande de África. Se construyó bajo los auspicios del primer ministro etíope, del director general de Salini Impregilo y del director general de Ethiopian Electric Power, entre otros inversores implicados. 

Según los promotores del proyecto, la mencionada presa iba a impulsar la economía, a llevar prosperidad al país. Sin embargo, hay fuentes que, al hablar de los efectos de Gibe III sobre la población local, cuentan  una historia diferente. Es el caso del Oakland Institute, la organización pro derechos humanos Survival International y la asociación que lucha contra los abusos de poder ReCommon. 

La presa se construyó en un clima de tensión política y sobre el transfondo de una política estatal de criminalización y enfrentamiento violento con los pueblos indígenas del valle del Omo, cuya supervivencia depende de la agricultura tradicional, la silvicultura, la cría, el pastoreo y la pesca.

Ataques y asesinatos

Medio centenar de miembros de la tribu Suri, en el Omo, fueron masacrados por soldados del Gobierno etíope, que los obligaban a mudarse de sus tierras. Es uno de los episodios indicativos de un largo periodo de prácticas controvertidas en torno a los trabajos de construcción en un sitio declarado parte del Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO.

Los ataques y asesinatos de miembros de la comunidad, la adquisición forzosa de tierras, los desplazamientos, la pérdida de medios de vida y una larga serie de impactos ambientales e hidrológicos se sumaron a la preocupante situación del valle etíope y del lago Turkana, aguas abajo, en Kenia.

Aunque Salini Impregilo se enorgullecía al declarar que la intervención "ofrecía beneficios a las comunidades locales", otras versiones de los hechos demuestran cómo las infraestructuras a gran escala se imponen, a menudo, por medio de la fuerza y la violencia, y con resultados controvertidos.

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El caso pone en cuestión la validez de la RSC

Al mismo tiempo, Salini Impregilo hizo fortuna, todo ello mientras emitía informes de sostenibilidad y cumplía con los mecanismos de responsabilidad social corporativa (RSC), como ser parte del Pacto Mundial de Naciones Unidas y las normas del Global Reporting. Estos mecanismos de RSC, que han proliferado en los últimos años, se supone que regulan las actividades de las empresas para el bien de la sociedad, pero su naturaleza de autoinforme hace que, a menudo, se queden cortos o, lo que es peor, se utilicen como forma de ocultar comportamientos antiéticos.

Iraq, Zimbaue y Guatemala

La historia de WeBuild tiene más de un siglo, resultado de la fusión de varias empresas constructoras. La compañía está especializada en el desarrollo de infraestructuras y es muy conocida en el segmento de las infraestructuras hidráulicas. A lo largo del último siglo ha construido más de 300 presas con una capacidad total de unos 53.000 MW, principalmente en países del Sur. Además de las presas Gibe III y Grand Renaissance en Etiopía, la empresa ha construido grandes centrales hidroeléctricas en territorios muy conflictivos y en circunstancias muy violentas: por ejemplo, El Quimbo en Colombia, la presa de Mosul en Iraq, la presa de Chixoy en Guatemala, el proyecto Highland Water en Lesotho y la presa de Tokwe Mukorsi en Zimbabue.

Desde la perspectiva de la ecología política, tomamos WeBuild como caso de estudio para cuestionar la validez de los mecanismos de RSC, mediante el escrutinio de 38 proyectos de desarrollo hidroeléctrico muy controvertidos vinculados a la empresa a lo largo del último siglo. Estos casos se seleccionaron de entre una lista más amplia de proyectos que la empresa ha construido y representan los que suscitan mayor preocupación y cuentan con una cantidad suficientemente grande de testimonios de impactos negativos. 

Recogimos las denuncias de insostenibilidad de una amplia gama de fuentes: ONG, organizaciones de justicia ambiental, periodistas y medios de comunicación, académicos, literatura gris, movimientos sociales y comunidades locales o indígenas. Estas reclamaciones de insostenibilidad van desde los defectos de diseño de las construcciones hasta el desplazamiento forzoso y la pérdida de los medios de vida de las comunidades locales. Con estos resultados, sostenemos que los marcos modernos de RSC no incluyen información crítica que pueda determinar de manera claral la (in)sostenibilidad y la ética del comportamiento empresarial, sobre todo la información generada con y por las comunidades afectadas. La investigación se apoyó en el EJAtlas, el mayor registro de conflictos socioambientales de todo el mundo.

La empresa, perpleja, calla

La publicación del documento llevó a un intercambio de opiniones entre WeBuild y nosotros a través de la web del Business and Human Rights Resource Centre (BHRRC). El BHRRC trabaja para reforzar la responsabilidad y la transparencia de las empresas, y puso nuestra publicación en conocimiento de WeBuild directamente. La empresa no dudó en plantear sus perplejidades. Contestamos públicamente. El equipo del BHRRC nos comunicó que la empresa se había negado a responder ulteriormente.

WeBuild es solo una parte de la amplia y compleja red de poder y recursos que impulsa el llamado desarrollo en el Sur del planeta y el crecimiento económico en el Norte. Para conocer y  regular realmente el comportamiento de estas empresas masivas, las voces de los afectados por la extracción y las infraestructuras son fundamentales. Por ahora, la RSC seguirá siendo una práctica esencialmente vacía que permite a las empresas celebrar logros selectivos mientras ocultan cualquier rastro de injusticia.