Jordania, una escuela para la esperanza
Educación: La asociación Helping Refugees in Jordan ha creado una escuela para jóvenes refugiados sirios sostenida por donaciones. Uno de cada tres niños residentes en los campos no tiene colegio.
Campo de refugiados en Zaatari (Jordania). FOTO: ISTOCKPHOTO
A un centenar de metros de la imponente escuela gubernamental, un edificio más modesto se levanta en la cima de una pequeña colina. En el patio, los muros recubiertos de coloridos dibujos y el tobogán muestran a qué está dedicado: hace cinco años, la asociación Helping Refugees in Jordan (HRJ) abrió esta escuela para jóvenes sirios refugiados en Azraq, al noreste de Jordania. HRJ fue creada por Catherine Ashcroft, una británica dedicada al trabajo humanitario y que ha trabajado sobre todo para la ONG estadounidense Mercy Corps. La asociación se dedica fundamentalmente a la realización de proyectos concretos porque piensa que muchos donantes individuales desconfían de la burocracia de las grandes ONG.
A lo lejos, tras los muros, se distingue claramente la base aérea de la que despegan los aparatos militares de la fuerzas jordanas y occidentales, y nos recuerda que, al otro lado de la frontera, hay combates incesantes desde hace siete años. Esta mañana, una quincena de niños se preparan para el taller de música semanal. Aunque el manejo de las flautas es un tanto torpe está lleno de entusiasmo. “Durante el periodo escolar acogemos a diario una media de un centenar de niños, que a veces llegan a 130, de 3 a 15 años”, explica Owais Omari, responsable del proyecto educativo para HRJ y director de proyectos del Syria Fund, un organismo fundado por una pareja estadounidense de expatriados que han vivido en Siria, que recoge fondos procedentes de Estados Unidos (Annenberg Foundation, Students for Refugees) y ofrece apoyo logístico y financiero a la ONG. “Hay cuatro clases que van del primer al cuarto grado [escuela primaria], así como una clase de recuperación y una guardería. Los alumnos estudian árabe, inglés, matemáticas y tenemos ordenadores para la iniciación al mundo digital”. Se ha recorrido un largo camino, pues la escuela comenzó en una tienda de campaña… Hoy, edificios permanentes y caravanas albergan las clases y la guardería.
OBSTÁCULOS PARA ESCOLARIZAR
La educación de los jóvenes refugiados ha sido motivo de debate en Jordania tras el desencadenamiento de la guerra en Siria: entre 2011 y 2014, en el momento de mayor éxodo, el 40% de los niños sirios no tenían acceso a la escuela del reino hachemita*. “Al principio de la guerra civil, cuando llegaron con sus familias, algunos pudieron escolarizarse en las escuelas gubernamentales jordanas”, recuerda Chaterine Ashcroft, la fundadora de HRJ, “pero esas escuelas, ya sobrecargadas no pudieron acoger a todos, y los profesores, desbordados, no tenían la formación necesaria para tratar los problemas específicos de los niños refugiados. Además, algunos de ellos no pudieron ser escolarizados porque, sencillamente, no tenían medio de transporte o no tenían los documentos oficiales y los certificados de escolaridad que exigían las autoridades jordanas”.
Los refugiados estudian árabe, matemáticas, inglés e informática
Niños sirios han sido víctimas de acoso por parte de los jordanos
Estas intentaron abordar el problema en 2014 reduciendo el papeleo administrativo. En algunas escuelas públicas y con el fin de desmasificar las clases se estableció durante la jornada escolar un sistema rotativo entre los alumnos jordanos y sirios: los primeros van a la escuela por la mañana y los segundos por la tarde. Una medida controvertida pues reduce el número de horas lectivas a todos los niños y es insuficiente para garantizar una escolarización efectiva al conjunto de los refugiados. “Aunque no resuelva todo, la instauración de ese sistema era una medida sensata”, subraya Owais Omari. “Con frecuencia los jóvenes refugiados han sufrido traumas, lo que hace que su escolarización sea delicada. Y aunque las culturas de los dos países sean parecidas, las mentalidades son diferentes. Los niños jordanos oyen con frecuencia a sus padres quejarse de la presencia de refugiados sirios en Jordania, y tienen tendencia a repetir lo que oyen en casa. Algunos niños sirios han llegado a ser víctimas de acoso por parte de sus camaradas jordanos”.
UNA MOVILIZACIÓN ASOCIATIVA
Durante las primeras oleadas de refugiados en Jordania, algunas ONG —como Unicef Jordania, el Middle East Children’s Institute, Questscope— se movilizaron para combatir el fenómeno de la falta de escolarización, especialmente agobiante en las ciudades de fuerte concentración siria situadas cerca de la frontera. En Azraq, los refugiados sirios representan la mitad de la población y están en una situación económica precaria, en un país en el que el índice de paro roza el 20%. “Al principio, ese movimiento de ayuda a la escolarización tomó la forma de escuelas informales. Durante mucho tiempo el Gobierno jordano las ignoró y hasta hace poco su política no se apoyaba en ese tipo de estructuras”, señala Catherine Ashcroft.
Hoy, las cosas han cambiado y los esfuerzos de organizaciones como HRJ se han visto recompensados. Al igual que otras escuelas abiertas por la ONG en Mafraq e Irbid, la de Azraq ha sido reconocida como centro educativo por el ministerio de Educación jordano. El proyecto está sostenido por donaciones privadas: pequeñas ONG (The Syria Fund, Mandala Trust, Brightwell Supporting Refugees, Aynouna), contribuciones individuales y, lo que constituye un caso especial logrado gracias a un contacto local, la empresa Lufthansa. Estas donaciones permiten financiar en este momento a cinco profesores jordanos y sirios, un colaborador para la informática, un cocinero y una persona de la limpieza. El presupuesto se eleva a unos 50.000 euros anuales.
ENTRE ÉXITOS Y NUEVOS DESAFÍOS
El programa de recuperación es una de las piedras angulares del proyecto educativo de la asociación: afecta a una quincena de alumnos de 8 a 12 años y está enfocado a que recuperen el nivel que les permita integrarse en una de las otras cuatro clases de la escuela. Es un reto muy importante, según Ashcroft: “Muchos niños sirios han abandonado la escuela por la guerra o el exilio. Y el sistema escolar jordano no permite que los niños que hayan faltado más de tres cursos se reintegren en la escuela.
Otro escollo es el trabajo de los niños (hogares, trabajos agrícolas…), que a veces les aleja de las aulas para siempre. “Algunos padres tienen problemas de salud y no pueden trabajar”, precisa Catherine Ashcroft. “El trabajo de sus hijos constituye entonces un ingreso imprescindible. También es muy común la práctica de matrimonios precoces. Permite a algunas familias aliviar la presión financiera en el hogar: el marido jordano aporta una dote y algunos padres sirios piensan que el matrimonio permitirá a su hija tener una vida más confortable. Y esas adolescentes casadas precozmente no pueden proseguir su escolaridad”. Y esto agita el espectro de una “generación perdida” que ve su futuro entorpecido.
En el día a día, el equipo se dedica también a otros desafíos: “Aportamos un apoyo psicosocial”, comenta Israa Shishani, jefe de estudios de la escuela, “pero evitamos abordar frontalmente el tema de la guerra: lo que intentamos es ofrecerles un marco protector, cariñoso. Nos hemos dado cuenta de que las actividades extraescolares que les ofrecemos como la música u otras actividades artísticas actúan a veces como una especie de terapia. El comportamiento de algunos niños, profundamente marcados por lo que han vivido en Siria hace unos años, ha cambiado mucho”. “Es importante transmitir los éxitos que vemos sobre el terreno”, asegura Owais Omari, “por eso organizamos reuniones en las que los padres pueden dar testimonio de esos cambios a otras familias. Algunos están orgullosos de ver que su hijo es hoy capaz de contar, escribir, tocar un instrumento… Les devuelve la esperanza”.
Un segundo proyecto de escuela está en marcha en Azraq, pues la necesidad sigue siendo inmensa. Según Unicef Jordan, de los 230.000 niños sirios en edad escolar aún había la pasada primavera un 30% de menores no escolarizados. A esto hay que añadir lo difícil que es hacer un censo de los niños sirios nacidos en Jordania. Siempre a iniciativa de HRJ, esta segunda escuela contará también con la cooperación del Ministerio de Educación jordano y la ONG Middle East Children’s Institute. Una escuela Montessori de Amman garantizará la formación del profesorado. Además de actividades para los niños, está previsto que esta segunda escuela ofrezca clases de alfabetización para los refugiados adultos, una biblioteca y una cocina con el fin de emplear a algunas madres de los alumnos.