Mundo árabe // Egipto: capitalismo uniformado
Desde el golpe de Estado de 2013, el Ejército comandado por Abdel Fatah al Sisi impone su
ley a la economía del país.
Los miles de manifestantes egipcios que, en febrero de 2011, lograron la caída de Hosni Mubarak tras cerca de 30 años en el poder no fueron los únicos en defenestrar al rais (presidente). La familia profesional del jefe del Estado, ese Ejército del que, como sus dos predecesores, procedía, decidió que había llegado su momento.
Desde hacía muchos años, Mubarak cometía el error de optar por su familia biológica y promocionar como su sucesor a su hijo Gamal, partidario de una acelerada liberalización de la economía. Sin embargo, en las décadas precedentes, el rais había complacido a sus hermanos de armas nombrando a un gran número de generales en múltiples puestos civiles, como el de gobernador, y, sobre todo, permitiendo que el Ejército se implicara en multitud de actividades lucrativas sin relación con lo militar, desde la gestión de explotaciones agrícolas hasta la producción de bienes manufacturados. Todo ello gracias a generosas concesiones públicas, a exenciones fiscales y a una casi total carencia de control de sus fondos.
Cuando cae Hosni Mubarak, el Ejército egipcio reina, pues, sobre un imperio económico al que no tiene intención de renunciar. Es un imperio dividido en feudos administrativos y cuyo tamaño real es difícil de evaluar pues está constituido tanto por bienes directamente propiedad del Ejército como por otros que tienen el privilegio de alquilar, como tierras del Estado y edificios militares, por no hablar de la influencia que les confiere la presencia de numerosos oficiales de rango superior retirados en los consejos de administración de empresas, tanto privadas como públicas .
Capitalismo de Estado
Aunque inmediatamente después de la caída de Hosni Mubarak, los generales gestionan la transición política a través del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (SCAF) y luego supervisan las elecciones legislativas de 2011-2012, no aguantan mucho tiempo que el partido procedente de los Hermanos Musulmanes, que ha obtenido el 47% de los escaños en el Parlamento y ha ganado las elecciones presidenciales en mayo-junio de 2012, gobierne el país. En julio de 2013, tras una serie de manifestaciones contra Mohamed Morsi, el jefe de Estado surgido de las urnas, el general Abdel Fatah al Sisi da un vuelco a la situación presentándose como el brazo armado del pueblo. Y el Ejército vuelve a tomar el poder.
Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos ven en Al Sissi un escudo vital frente a los partidos islamistas
El capital del Golfo Pérsico financia los dos proyectos estrella del dictador egipcio:, la ampliación del canal de Suez y la nueva capital administrativa (NCA)
En mayo de 2014, Al Sisi, convertido en mariscal, es elegido presidente con el 96,9% de los votos, y en 2018, reelegido con un porcentaje similar. Desde su subida al poder, como detalla un reciente estudio publicado en el Middle East Centre de la London School of Economics (LSE) por Yezid Sayig, investigador del Carnegie Middle East Center de Beirut, la influencia económica de los pretorianos egipcios no ha hecho sino aumentar, hasta el punto de que el investigador habla de una nueva forma de capitalismo de Estado cuya punta de lanza son los militares.
Negocio inmobiliario
Mubarak había otorgado al Ejército un amplio margen de maniobra para que se lanzara al mundo de los negocios, pero había basado el funcionamiento económico de su poder en sus lazos con el sector privado. Se había hecho con poderosos aliados a los que había favorecido mediante dos oleadas de privatizaciones de empresas públicas y que habían pasado a ser barones de su partido. Abdel Fatah al Sisi, sin modificar la línea neoliberal instaurada en Egipto, pretende poner al sector privado bajo la férula directa del Ejército, que pasa a ser el operador económico número uno de los grandes proyectos gubernamentales del actual presidente.
Una serie de empresas ligadas al Ejército que emplean numerosas subcontratas privadas construyen los megaplanes inmobiliarios, como las smart cities (ciudades inteligentes) destinadas a una clientela de lujo al estilo de Dubái y otras nuevas ciudades supuestamente destinadas a acoger el incremento demográfico de Egipto. Son proyectos inmobiliarios de rentabilidad más que dudosa, en opinión de Yezid Sayig, mientras que la clase media se ha empobrecido desde 2014.
También se han confiado a los conglomerados militares los dos proyectos faro de la presidencia de Al Sisi: la ampliación del canal de Suez y la construcción de una nueva capital administrativa. Son unos proyectos financiados no solo mediante el endeudamiento exterior, sino también por capital procedente del Golfo, pues, mucho más que los países occidentales, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos ven en Al Sisi un escudo vital frente a los partidos islamistas.
Empresas del Ejército operan con ventaja en la mayoría de los sectores de actividad
La inversión privada ha caído a su nivel más bajo en medio siglo
Otras obras dirigidas por empresas dependientes de las Fuerzas Armadas son las nuevas zonas industriales, puertos, autopistas en la zona del canal de Suez y a lo largo del mar Rojo. Son unas infraestructuras que supuestamente deberían atraer a los inversores, pero que frecuentemente se realizan sin auténticos estudios previos, pues el mariscal Al Sisi siente un gran desprecio por ese tipo de precauciones, según señala Yezid Sayigh.
Los conglomerados militares, gracias a las tierras oportunamente calificadas de estratégicas que les otorgan las autoridades y a una abundante cantidad de agua que no tiene en cuenta la tensión hídrica que sufre Egipto, se enfrascan aún más que antes en la agricultura, sobre todo de invernadero, utilizando masivamente la mano de obra dócil y barata de los reclutas. El presidente Al Sisi predijo en 2019 que el Ejército suministraría entre el 10% y el 15% de la necesidad alimentaria del país.
Opacidad total
Además de la ventaja competitiva de que disfrutan los conglomerados ligados al Ejército frente al sector privado en ámbitos como la extracción minera y los medios de comunicación, lo que caracteriza el capitalismo de Estado versión Al Sisi es, según Yezid Sayigh, el poder otorgado a las empresas militares para que impongan condiciones a sus socios y subcontratistas de modo opaco, sin concurso público. A esto hay que añadir que, a la hora de aplicar los contratos, las jurisdicciones civiles no son competentes para dirimir contenciosos que impliquen a los militares. No es de extrañar, pues, que tanto los hombres de negocios egipcios como los extranjeros no se precipiten a participar en los megaproyectos tan queridos por el presidente. Y que el índice de inversión privada en Egipto haya caído más bajo que en la época de Gamal Abdel Nasser (1952-1970), cuyo régimen se calificó de socialista.