Objetivo: recuperar soberanía
Debate: Los defensores de la Teoría Monetaria Moderna impulsan una visión alternativa de la creación del dinero y ponen sobre la mesa el abandono del euro.
Manifestación en favor de la educación pública, el pasado 9 de marzo en Madrid. FOTO:JOSÉ CAMÓ-IU
Una de las muchas frases legadas por el economista inglés John Maynard Keynes afirma que “cuando todo parece inevitable, sucede lo inesperado”. El desarrollo de la crisis económica en la eurozona hace pensar que nos encontramos en una trampa: las políticas de austeridad han conducido a un empobrecimiento progresivo de la población que, además, no está contribuyendo a solucionar los problemas de la deuda y el desempleo.
El debate sobre una posible salida del euro permanece en España como un tabú y como una propuesta propia de fuerzas extraparlamentarias con escasos conocimientos económicos. No obstante, desde sectores heterodoxos de la ciencia económica están creciendo propuestas alternativas con fuerte fundamento científico.
La TMM propone una concepción distinta de la moneda
La producción estatal de dinero representa en sí misma una garantía
Una de ellas es la denominada Teoría Monetaria Moderna (TMM). De influencia poskeynesiana, la TMM propone una concepción distinta del dinero y de su significado en la sociedad para una mejor comprensión de los sistemas monetarios modernos. Este enfoque trata de demostrar que buena parte de los supuestos de la teoría económica neoclásica se derrumban como mitos incompatibles con la realidad: ni el déficit público debe ser la principal prioridad, ni sufriríamos una inflación galopante de tener soberanía monetaria. Lo que la TMM quiere darnos a entender es que si nos encontramos en un Estado democrático o en un área monetaria verdaderamente orientada a la solución de los problemas, la conquista de determinados objetivos sociales deja de ser imposible, principalmente el pleno empleo y la estabilidad de los precios.
OTRA VISIÓN DE LOS IMPUESTOS
Los defensores de la TMM proponen un análisis que no por menos intuitivo deja de ser cierto: muchos estudios antropológicos, e incluso arqueológicos, desmienten que el dinero surgiera como una mercancía para simplificar y posibilitar un intercambio factible de productos entre las personas (el mito del trueque). Los mercados no generan, por tanto, dicho dinero, sino que habría sido el Estado soberano, monopolista de la fuerza, el que habría dado lugar a la creación monetaria. La producción estatal de dinero representa por sí misma una garantía de que el Estado no puede quebrar y de que, siempre que la creación monetaria se corresponda con un nivel proporcional de oferta de recursos reales de la economía, las instituciones gubernamentales podrán financiar todas las actividades de un determinado país sin producir inflación. Esto nos lleva a una visión alternativa de los impuestos que, según se afirma desde el primer curso de Ciencias Económicas, sirven para financiar los gastos estatales. La capacidad creadora de dinero por parte del Estado le exime de necesitar el ingreso impositivo, lo que convierte a los impuestos en un mecanismo conducente a difundir la moneda creada.
¿Cómo es posible esto? ¿Cobrar impuestos para generar demanda por la moneda? Lo más sencillo para comprender este fenómeno y quitarnos las anteojeras de la economía convencional es buscar un ejemplo que, por cruel y descarnado, nos permita observar con claridad cómo funciona la creación y la distribución del dinero. En el caso del proceso de colonización de Sierra Leona, los colonos, al llegar al país, quisieron contratar mano de obra, pero se encontraron con que los autóctonos no necesitaban un salario para paliar sus necesidades, sino que las satisfacían de maneras alternativas, como vivir de los productos de la agricultura. Siendo imposible generar una demanda monetaria, la Corona instauró un impuesto confiscatorio a las chozas de los campesinos, lo que supuso una revuelta social y multitud de encarcelamientos. El fracaso de la revuelta vino sucedido por la implantación de los impuestos que, a su vez, obligó a los residentes a trabajar a cambio de un salario. El Estado soberano, de manera violenta, acababa de imponer una moneda y de sojuzgar a un pueblo a vender su fuerza de trabajo a cambio de poseer dicha moneda.
Este triste acontecimiento no debería repetirse jamás, pero ilustra lo que de manera más sofisticada sucede en todas las latitudes mundiales. El ejemplo de Sierra Leona muestra cómo es el gasto el que precede al ingreso, y no al revés.
APUNTE CONTABLE
En las naciones con soberanía monetaria, el Estado gasta al ingresar en las cuentas corrientes de los funcionarios un dinero a cambio de sus servicios profesionales. Este dinero, que no es más que un apunte contable (pues la mayoría figura como concepto en las cuentas corrientes y no existe de manera física), es el que permite que la población pueda satisfacer el pago de los impuestos. Como es deseable que suceda, la satisfacción de las obligaciones tributarias no acaba con la renta de los ciudadanos, que pueden destinar ésta al consumo o al ahorro. De esta forma, la creación de dinero estatal, que es un gasto, se corresponde con un ingreso algo menor en sus arcas. Si consideramos una economía cerrada, esto produce un déficit público.
Pero no teman. Ese déficit fetichizado por las instituciones de la Unión Europea y por muchos medios de comunicación no nos conduce ni mucho menos al vacío. ¿Por qué? Un Estado soberano que gasta más que lo que ingresa genera automáticamente un superávit privado: un país en el que el sector público tiene un déficit de 25 millones de euros transmite esta cantidad al sector privado, ya que el dinero siempre está en algún sitio. Comprendiendo esta concepción de una economía como un sistema de relaciones sociales entre distintos agentes (en la que el ahorro de unos implica siempre una deuda por parte de otros), se puede entender cómo las políticas de austeridad y, por tanto, de ahorro público, sólo conducen a la disminución del ahorro privado y, después, al endeudamiento. Un mal camino.
Una política monetaria propia ayudaría a lograr metas fundamentales
En enero se creó la sección española de la TMM
Destacados economistas heterodoxos se han sumado a la corriente
Con estos presupuestos, la trampa monetaria de la eurozona queda puesta a la vista de todos: España pertenece a un club en el que es usuaria pero no emisora de la moneda, toda una colonia con la apariencia de un miembro de pleno derecho (una ilusión democrática). ¿Seguiremos aguantando políticas de empobrecimiento sin ninguna luz al final del túnel? La ruptura de la eurozona, con todas las turbulencias que pueda traer consigo, otorgaría la capacidad de hacer política monetaria a todas las democracias autónomas resultantes. La mayoría de los economistas de la TMM apuestan por esta vía.
GANANDO ADEPTOS
¿Y la inflación? ¿Y el episodio de Weimar? Sin guerras civiles ni mundiales, sin destrucción de la capacidad productiva de la economía como consecuencia de conflagraciones bélicas —todos ellos fenómenos políticos y no económicos—, las hiperinflaciones no aparecen en la historia. La soberanía monetaria (lo que se conseguiría con la salida del euro) traería problemas consigo, pero también la posibilidad de conseguir metas fundamentales que ahora se nos niegan en rotundo.
Una parte de la izquierda económica comienza a llenar el vacío intelectual existente en este terreno. En España ha nacido un colectivo denominado Red MMT (Modern Monetary Theory) España. Su fundación se produjo el pasado mes de enero y entre sus miembros se encuentran algunos de los mejores economistas de las escuelas heterodoxas en este país: Stuart Miltimore, autor de El Leviatán desencadenado; Juan Laborda, consultor y profesor universitario, y Eduardo Garzón, asesor de la Concejalía de Hacienda del Ayuntamiento de Madrid, entre otros.
Su escuela continúa avanzando y captando adeptos. Y, como dijera Keynes, aquello que hoy consideramos imposible podría bien ser una posibilidad más que factible dentro de uno o de dos años.