Por una Europa que cree empleo
Los tremendos indicadores en materia laboral que arroja Europa, donde los parados suman 26,1 millones, no solo reflejan la crisis, sino la elección del modelo estadounidense.
Trabajadoras en una fábrica textil italiana. FOTO:UNIÓN EUROPEA 2012 -EP
En lo que al empleo se refiere, los trabajadores menos cualificados han sido quienes más han sufrido la crisis de los últimos años. Una crisis que, entre 2008 y 2013, ha originado 10 millones de parados más (de 16,2 a 26,1 millones). Los más afectados son los jóvenes, los inmigrantes —sobre todo los no comunitario— y los trabajadores poco cualificados. El paro de larga duración alcanza niveles muy superiores a los de antes de la crisis, y si bien es cierto que hay que promover políticas de formación y cualificación, también es cierto que estas políticas no son las que crearán los 10 millones de puestos de trabajo destruidos.
Esta degradación del mercado del empleo acentúa el riesgo de pobreza y las desigualdades. Entre 2008 y 2012, se puede observar un aumento del riesgo de pobreza en personas con trabajo, y no sólo en los nuevos Estados de la Unión o en los países periféricos, sino también en el corazón de Europa. Se constata igualmente que, en términos relativos, ha aumentado más la precariedad entre los trabajadores cualificados que entre los menos cualificados (aunque, en términos absolutos, estos últimos sufran mucho más la precarización).
Además, en un momento en que los ciudadanos se enfrentan a un creciente riesgo de pobreza, los mecanismos de solidaridad se deterioran. Tras la puesta en marcha de las “reformas estructurales” recomendadas a los Estados miembro en el marco europeo, asistimos a cambios en los mecanismos de formación de los asalariados, la descentralización de la negociación colectiva para permitir a escala local derogar acuerdos sectoriales, la implantación de salarios por debajo del mínimo para los jóvenes y parados, la flexibilización de la normativa de los despidos, la revisión de la relativa a los empleos atípicos, la revisión de los sistemas de seguro de paro, una relajación de las normas sobre sanidad y seguridad en el trabajo…
Esto muestra con claridad por qué, desde hace tres años, los indicadores reflejan no tanto la crisis económica como unas opciones políticas encaminadas a desmantelar una serie de protecciones sociales constituyentes del modelo social europeo. Esta oleada de desmantelamiento lleva directamente a un aumento de la precariedad, en ciertos casos a un empobrecimiento de los trabajadores e incluso a la violación de sus derechos fundamentales tal como los definen los tratados europeos e internacionales. Algunos observadores ven en ello una voluntad política de las actuales élites europeas de que Europa se alinee con el modelo estadounidense.
El año 2014 –año electoral y de preparación de la renovación a mitad de período de la Estrategia Europea 2020— debería propiciar un balance en profundidad de las políticas que se han llevado a cabo hasta ahora y un cambio radical de orientación para que la Unión Europea vuelva a encaminarse hacia una convergencia en el progreso de las condiciones de vida y de trabajo de todos sus ciudadanos.