¿Qué quiere Cameron?
Brexit: El primer ministro británico va desvelando sus condiciones para la permanencia del Reino Unido en la Unión.
El mandatario conservador busca concesiones en una jugada de alto riesgo para todos.
David Cameron FOTO: DFID-UK
¿Ha caído el primer ministro británico en su propia trampa? Prometió un referendo sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión antes de 2017, probablemente a partir de 2016. Su apuesta: una victoria del sí gracias a las concesiones obtenidas de sus socios europeos. Pero el creciente sentimiento antieuropeo en una opinión británica escaldada por la crisis de los refugiados podría hacerle perder el referendo.
Hasta el presente, el primer ministro apenas ha hablado sobre el asunto para no dar pábulo a sus adversarios, pero las capitales europeas se impacientan. Están dispuestas a negociar para evitar la salida de Reino Unido, pues constituiría un precedente mortal en una Europa ya en mal estado, aunque esperan urgentemente una lista concreta de reivindicaciones.
Las grandes líneas de las demandas británicas son conocidas. En primer lugar, Londres pide desde siempre menos regulación y más competitividad. Es el menos conflictivo de los deseos británicos: concuerda con la voluntad de la Comisión de suavizar las reglamentaciones europeas y con los proyectos de mercado único de capitales, digital o de la energía, así como con la búsqueda de acuerdos comerciales internacionales.
La segunda reivindicación es la más sensible: los conservadores quieren limitar durante cuatro años el acceso de los migrantes, incluidos los que tienen un empleo, a determinadas prestaciones. Esta es una discriminación que escandaliza a los europeos del este y que choca con el principio —no negociable para Berlín y París— de la libre circulación de los trabajadores.
Cameron desea también que se exima oficialmente al Reino Unido del principio fundador de Europa de ir hacia “una unión cada vez más estrecha”. Es una cuestión simbólica que podría ganar, pero en la medida en que, hasta 2017, está excluida cualquier modificación de los tratados, se trataría simplemente de una declaración carente de alcance jurídico. Otro reto simbólico es la petición de Londres de que Europa sea reconocida como una unión de “múltiples divisas” para poner a la libra al mismo nivel que el euro.
BLOQUEO
El primer ministro británico pide también que “un grupo de parlamentos nacionales” pueda bloquear propuestas de directivas y derogar leyes europeas. Una reivindicación que sobrepasa sin duda las líneas rojas de los otros europeos.
Finalmente, David Cameron quiere impedir que los 19 países de la zona euro impongan sus puntos de vista al resto. Londres no oculta que con ello intenta proteger la City frente a las normativas europeas. En este punto es en el que las negociaciones pueden ser más duras: no es aceptable que los que desean estar fuera de una política conserven el poder de obstaculizarla.
Al final, Cameron sólo verá satisfechas parte de sus exigencias, pero en el referendo no se dirimirá el detalle de las concesiones logradas. Su resultado es más que problemático. Y de alto riesgo tanto para el Reino Unido como para la Unión Europea.