Rusia mira hacia China
Geopolítica: Las sanciones occidentales y la caída del precio del crudo cuestan tan caro a Moscú que intenta acercarse todavía más a Pekín.
Vladimir Putin, acuciado por el caos económico. FUENTE: COMISIÓN EUROPEA
Hace tan sólo seis meses, el presidente ruso, Valdimir Putin, desfilaba por el escenario político internacional sacando sus garras y sacudiendo a Occidente. Pero la crisis ucraniana ha desvelado las serias debilidades estructurales de la economía rusa, que no ha resistido la combinación de sanciones de Occidente y el hundimiento del precio del petróleo. El rublo se ha desplomado. Aun así, Putin aguanta y busca más que nunca a su poderoso vecino chino como tabla de salvación.
Como una ironía de la historia, el hombre fuerte del Kremlin llegó al poder a raíz de otra crisis anterior, la de 1998. Entonces, Rusia, contaminada por la tempestad financiera asiática de 1997, tuvo que enfrentarse al colapso de su moneda y al impago de su deuda. En 2009 sufrió una fuerte caída del PIB (-7,8%), aunque a los tres años la economía volvió a niveles previos a la crisis. En todo caso, durante años el crecimiento ruso se ha beneficiado de los altos precios del petróleo. Sobre todo, Putin era popular.
Es ahora, con la caída del precio del petróleo y las sanciones de Occidente como represalia por la invasión de la península de Crimea y del este de Ucrania, cuando el oso ruso parece a punto de ponerse de rodillas. Los hidrocarburos suponen el 30% del producto interior bruto (PIB) ruso. También representan más de dos tercios de las exportaciones y contribuyen a un tercio de los ingresos del presupuesto de todo el Estado. Según la firma Economic Expert Group, la bajada de un dólar por cada barril priva al país de 2.300 millones de dólares de ingresos, y en 2014, la caída fue de 40 dólares.
Las cuentas públicas están ahora en situación de déficit. La deuda pública, aunque de manera muy limitada por ahora (16% del PIB), crece a toda velocidad, y el superávit externo en el país, que había alcanzado el 10% del PIB en 2006, se ha evaporado.
El hundimiento de la moneda rusa precipita aún más la caída de la economía y los capitales abandonan el país: los de los bancos occidentales y los inversores extranjeros, pero también los de los oligarcas rusos. La población corría igualmente en diciembre a cambiar rublos por dólares. El Banco Central de Rusia (BCR) estima la fuga de capitales en 128.000 millones de rublos en 2014, o seis puntos del PIB. El ritmo es tal que el presidente ruso ha prometido la amnistía fiscal a quien repatriara capitales.
RECAPITALIZAR LA BANCA
El banco central ha subido su tasa de interés, del 5,5% en marzo al 17% en diciembre. Pero nada, el rublo se ha desplomado y el mercado de valores ha caído en un 50%. El BCR estima que el PIB podría reducirse incluso el 5% en 2015 si el barril ronda los 60 dólares.
Los rusos soportan la peor parte de la depreciación de la moneda. El precio de los productos importados explota. La inflación se acerca al 10% para 2014 y el BCR estima que será del 15% en 2015. Con una inflación que erosiona cada día un poco más el poder adquisitivo de los rusos, una carrera loca por comprar ha invadido el país, lo cual acelera aún más el aumento de los precios. La banca, privada del acceso a los mercados internacionales de capital, también sufre la caída del rublo y la explosión de las tasas de interés. Los costes de financiación de los bancos aumentan mientras que baja su rentabilidad. El presidente ha anunciado su intención de recapitalizarlos con un billón de rublos.
La fuga de capitales y las dificultades de los bancos no son un buen augurio para la inversión, que se contrajo el 2,5% en los primeros ocho meses de 2014. Este es el verdadero talón de Aquiles de la economía rusa. El dinero recogido durante los años de bonanza no se ha utilizado para modernizar y diversificar la economía ni para desarrollar infraestructuras. Hoy, el 90% de los depósitos de hidrocarburos rusos han superado su pico de producción* y los costes operativos escalan.
La explotación de recursos en el Ártico —el 20% de las reservas de petróleo y gas por descubrir en el mundo, según el Servicio Geológico de EE UU— necesitaría de 700.000 millones dólares de inversión en 2035, según la Agencia Internacional de Energía (AIE). Rusia no tiene ni recursos ni tecnología para realizarlo sola.
Bloqueada por el Oeste, Rusia vuelve así su mirada cada vez más hacia el Este. Ya antes de la crisis actual, Putin había cuidado sus relaciones con China, su segundo socio comercial, aunque por ahora los intercambios con el país asiático sean cinco veces menos que los europeos. El presidente ruso ha decidido intentar un giro de 180 grados respecto a la política realizada por los anteriores líderes del país desde Pedro el Grande, en el siglo XVIII, que quería anclar el Imperio ruso en Europa.
La desconfianza histórica entre Rusia y China ha dado paso al apoyo entre líderes. El objetivo declarado por Moscú es duplicar rápidamente los intercambios comerciales: sumaban 89.000 millones de dólares en 2013 (10% del comercio exterior de Rusia) y deben llegar a 200.000 en 2020. Para lograrlo, Putin apunta hacia los recursos naturales: China debería alcanzar el 25% de las ventas rusas de petróleo en 2020, frente al 5% actual.
Visto desde Pekín, el mercado ruso no es un tema central: Rusia sólo representa el 2% de las exportaciones chinas, pero el Gobierno ve la oportunidad de diversificar sus fuentes de energía y reducir emisiones de gases de efecto invernadero. De hecho, el gas es sólo el 5% del mix energético de China, dominada por el contaminante carbón.
Para sellar esta alianza bilateral, los primeros ministros respectivos, Dmitri Medvedev y Li Keqiang, firmaron 38 acuerdos bilaterales el pasado octubre. En virtud de un pacto entre Gazprom y China National Petroleum Corporation (CNPC), se suministrarán 38.000 millones de metros cúbicos de gas al año a China a partir de 2018, por 400.000 millones de dólares en 30 años. El gas usaría el futuro gasoducto Fuerza de Siberia, de 4.000 kilómetros de longitud, que uniría el depósito Tchaïanda (Rusia) con el nordeste de China.
Otro acuerdo alcanzado es un proyecto de licuefacción de gas. Sobre petróleo, la empresa estatal Rosneft se compromete a entregar a la firma china Sinopec 100 millones de toneladas de crudo en diez años por 85.000 millones de dólares y 365 millones de toneladas más en 25 años por 270.000 millones de dólares a la CNPC, con la promesa de crear una empresa conjunta para explotar un depósito en el este de Siberia.
LLUVIA DE YUAN EN MOSCÚ
A cambio, Moscú espera aprovechar las enormes reservas de divisas de China para sostener su economía. El banco central de China ha socorrido al BCR desbloqueando en diciembre los 150.000 millones de yuanes (24.000 millones de dólares) acordados en octubre para apoyar el rublo. Este cambio de las monedas en tres años se puede ampliar, y China informó el 20 de diciembre de que no dudaría en apoyar el rublo, si fuera necesario.
Los bancos rusos, privados del capital occidental, han obtenido 3.200 millones en préstamos de los bancos chinos. Pero están destinados a financiar la importación de productos chinos, y no a invertir en la economía rusa. China utiliza estas operaciones para cortocircuitar al dólar en el comercio entre los dos países y fortalecer la posición del yuan como moneda de intercambio internacional.
Por último, Moscú quiere atraer inversiones chinas para modernizar sus infraestructuras y la industria. Hay negociaciones en curso en diferentes campos: desde la construcción del ferrocarril hasta la nanotecnología, pasando por la industria aeronáutica y de defensa. Rusia espera encontrar así una alternativa a los flujos de inversión occidentales. Si la caída del precio del crudo sigue, parece poco probable que el aumento de las relaciones ruso-chinas basten para evitar una grave crisis económica y social en la Rusia de Putin.