Trump y la xenofobia
Falsas ilusiones: El nuevo presidente de EE UU ha conquistado a las víctimas del neoliberalismo vapuleando el discurso económico dominante con un programa plagado de mentiras.
Ciudadanos de Nueva York protestan contra Trump en noviembre de 2016. FOTO: Christopher Penler
Nos guste o no, Donald Trump ha convencido a los estadounidenses gracias a su proyecto, que se basa en dos posturas: protección y agresión. Desde que anunció su candidatura en junio de 2015, prometió acabar con la globalización, de la que EE UU sería la víctima, y cerrar el país a un libre comercio destructor de empleos.
A partir de ese momento, señaló a los hispanos como los enemigos interiores. Hombre de su tiempo, adopta la retórica socialxenófoba que florece en Europa, haciendo del extranjero, del inmigrante y del descendiente de inmigrante la primera causa del empobrecimiento de las naciones occidentales. Y de su erradicación, el modo de preservar el modelo social.
Su preconizada ruptura con el neoliberalismo es mentira, pero le distinguió inmediatamente de sus oponentes republicanos en las primarias: su retórica antiglobalización se combina con la promesa de preservar los programas sociales e impulsar la economía invirtiendo en unas infraestructuras nacionales en penoso estado.
Sus sucesivos oponentes, hasta Hillary Clinton, pensaron que le combatirían denunciando la irracionalidad económica de su programa, sin comprender que esa es precisamente su fuerza: la unánime descalificación económica de Trump es, para sus electores, la prueba de su legitimidad política. A los electores les sedujo la alternativa que él propone precisamente porque consideran carentes totalmente de sentido las mitologías económicas neoliberales que han destruido su prosperidad. Y justamente porque se consideran ya, y desde hace mucho tiempo, en un estado de crisis avanzado, es por lo que los partidarios de la social-xenofobia ven en ella la esperanza de un cambio radical y de un futuro mejor.
BARRERAS RACIALES
Excomulgar la socialxenofobia fuera del círculo de la razón económica, como durante la campaña del Brexit, es hacerle el mejor de los regalos políticos, y debería servir de enseñanza de cara al Frente Nacional francés: dar lecciones económicas no convence a unos electores desafiantes, les enfurece.
La ruptura con el neoliberalismo es mentira
El aumento del PIB es una ilusión letal
Pero más aún que el resultado, es la sorpresa del resultado lo que asombra. Según parece, Trump era el único observador lúcido de su país. Candidato del malestar estadounidense, ha comprendido las dos falsas ilusiones de los años de Barack Obama. Primera falsa ilusión: las barreras raciales han caído. En absoluto. Trump, el nativista, nació a la política exigiendo ver el certificado de nacimiento de Obama (lo consiguió) y triunfó por el resentimiento hacia a las minorías.
Segunda falsa ilusión: Estados Unidos va bien económicamente. El aumento del PIB, en ese país como en todas partes, ha demostrado ser una ilusión letal. Durante la recuperación económica que supuestamente se inició en 2009, la renta de los hogares disminuyó. Han sido necesarios cuatro años para que el crecimiento del PIB se tradujera en un aumento de la renta media, para después caer en 2014 sin que, hasta el momento, haya alcanzado su nivel de 2000.
El moderado índice de paro ha disimulado una persistente debilidad de los índices de empleo, especialmente entre los hombres no cualificados. La sanidad de los estadounidenses, especialmente la de los blancos, se ha degradado y el nivel de educación ha pasado a ser un indicador clave de la polarización política. Estados Unidos no tiene un problema de crecimiento, sino de desarrollo humano. Él ha determinado el resultado de esa elección, catalizada por un resentimiento radical. Es muy tentador meter a Donald Trump en el cajón de las locuras estadounidenses. Por desgracia, el que haya sido elegido tiene explicación, y su ideología socialxenófoba hace de él nuestro contemporáneo.