Venezuela, un cuero seco
Desde Caracas
Un prócer del siglo XIX comparó la tarea de gobernar Venezuela con alisar un cuero de res seco: “Lo pisas por un lado y se levanta por el otro”. La frase aún sirve.
Manifestación de opositores en Maracaibo, Venezuela. FOTO: María Alejandra Mora
“No entiendo: me dicen que acá falta el papel higiénico, pero yo veo en la calle y en el transporte público a cientos de personas con paquetes de cuatro, ocho y dieciséis rollos… ¿Qué tipo de escasez es esta?”. La pregunta la formuló el representante de un gobierno centroamericano que asistió en calidad de acompañante internacional a las elecciones municipales que se celebraron en Venezuela en diciembre. El hombre estaba tan sugestionado por las informaciones difundidas por la prensa internacional que hasta se trajo a Caracas su propia reserva de papel, previendo que en el hotel no hubiera.
Su extrañeza era comprensible. Es una de las tantas paradojas de la economía del país suramericano. La escasez de rubros básicos genera una sobredemanda y compras nerviosas que liquidan las existencias de los comercios en pocas horas, a veces, en minutos. En esa espiral, que llega a niveles de frenesí colectivo, el país lleva ya más de un año.
Los buhoneros compran productos subsidiados y los revenden muy caros
Y no es la única situación contradictoria que se manifiesta en esta nación de 30 millones de habitantes, con una economía petrolera monoproductora, una larga tradición capitalista y arraigados hábitos consumistas, pero que desde hace 15 años cuenta con gobiernos bolivarianos, que están intentando encaminarlo hacia el socialismo. Los avances, estancamientos y retrocesos de este proceso dan nueva vigencia a la frase de Antonio Guzmán Blanco, un presidente del siglo XIX, quien dijo que gobernar Venezuela era como tratar de alisar un cuero de res seco: “Lo pisas por un lado y se levanta por el otro”.
ECONOMÍA SUBSIDIADA
El Gobierno ha montado una estructura destinada a proteger a la mayoría de pocos recursos mediante subsidios a renglones básicos y redes estatales de distribución y comercialización de alimentos. También ha establecido un complejo sistema de controles de precios de bienes indispensables producidos por el sector privado. Este esfuerzo se acentuó después de que en su cuarto año en el poder, Hugo Chávez enfrentara una huelga que detuvo a la industria petrolera y a buena parte de las empresas privadas.
Chávez estructuró una compleja organización (redes Mercal y PDVAL, Abastos Bicentenario y varias empresas de productos lácteos, harina de maíz y enlatados) que quitó al sector privado el monopolio de la producción, distribución y venta de alimentos. Sin embargo, las empresas privadas han encontrado fórmulas para eludir los controles y mucha gente ha decidido sacar provecho individual de la economía subsidiada. Tres fenómenos de gran escala ocurren en este contexto:
Reducción de la producción de las empresas privadas. Los controles de precios sostenidos por largos períodos han llevado a las empresas a disminuir su producción, en algunos casos a cesarla por completo y en otros a desviarla hacia renglones no controlados. Por ejemplo, las procesadoras de arroz evitan vender el producto simple y recurren a estratagemas como “saborizarlo” (arroz con sabor a pollo, por ejemplo) para venderlo a precio libre.
El contrabando. Los precios subsidiados o controlados generan una diferencia abismal con respecto a los bienes equivalentes en países vecinos, en especial Colombia, nación con la que Venezuela comparte una frontera de más de 2.200 kilómetros a través de la cual las mercancías fluyen prácticamente sin restricciones. A este fenómeno se le conoce popularmente como bachaqueo, pues grandes cantidades de personas se van llevando los productos en pequeñas cargas, tal como lo hacen las hormigas denominadas bachacos.
El acercamiento a los empresarios ha sido criticado por los chavistas radicales
El bachaqueo se ha convertido en la actividad económica fundamental de grandes organizaciones ilícitas y de muchas personas comunes que lo han asumido como un trabajo bastante rentable. La aplicación de nuevos controles para tratar de frenar el bachaqueo es una de las razones por las cuales varios de los focos más virulentos de las protestas que se han presentado últimamente en Venezuela se encuentran en zonas fronterizas con Colombia, los estados de Zulia y Táchira.
Estas deformaciones, junto a problemas estructurales de la economía venezolana (basada en la renta petrolera estatal), han acentuado la tendencia inflacionaria de la nación caribeña, que ya acumula 27 años con índices de precios anuales de dos dígitos. El año pasado, la inflación alcanzó un alarmante 28% y en lo que va de 2014 la tendencia continúa. Este síntoma, aunado a la escasez y un crecimiento débil, configuran, según los sectores empresariales, dirigentes políticos opositores y analistas extranjeros, una situación de crisis económica muy severa. “El país no va bien, presidente”, le dijo a Nicolás Maduro el líder de la principal organización patronal (Fedecámaras), Jorge Roig, durante un encuentro auspiciado por el Gobierno.
Los portavoces gubernamentales reconocen los malestares, pero se niegan a calificarlo de crisis. Nelson Merentes, presidente del Banco Central de Venezuela y ex ministro de Finanzas, expresó: “Estamos en un momento que no es tan bueno, pero no en una crisis”. Este instituto, que tiene a su cargo la medición de varios de los más importantes indicadores económicos, determinó a principios de año que el índice de escasez pasaba de 28%; es decir, que casi un tercio de las veces que alguien intenta comprar un producto, no lo consigue. El diputado Hiram Gaviria, un opositor moderado que representa los intereses del sector agropecuario privado, advirtió que ese índice llega al 90% cuando se trata específicamente de alimentos.
En este cuadro complejo, Nicolás Maduro se apresta a cumplir su primer año en el poder como presidente constitucional. Consciente de que la paciencia de la sociedad tiene un límite, el mandatario ha propiciado un acercamiento al sector privado. Recientemente se conformó una Comisión por la Verdad Económica, por solicitud de Lorenzo Mendoza, uno de los dos empresarios venezolanos que aparecen habitualmente en la lista de Forbes (el otro es Gustavo Cisneros).
Antidisturbios frente a un grupo de opositores en Caracas. FOTO: Andrés E. Azpúrua |
Mendoza es propietario de Empresas Polar, un conglomerado agroindustrial que produce buena parte de los componentes de la dieta básica nacional, incluyendo la harina de maíz, base del más popular de todos los alimentos del país, la arepa. Polar también es un emporio cervecero, líder absoluto del mercado venezolano, siendo la cerveza —un dato curioso— el único de sus productos que nunca escasea.
El acercamiento a los empresarios ha sido criticado por los chavistas radicales, quienes lo consideran una suerte de traición al Plan de la Patria, el programa de medio y largo plazo que dejó Chávez como su mapa caminero hacia el socialismo. Otras figuras de la intelectualidad chavista, como el historiador Vladimir Acosta, consideran que tal entendimiento es inescapable, en vista de que es necesario conjurar el riesgo de un desabastecimiento más agudo que podría llegar a niveles de pelea por los alimentos. “Cuando la escasez se convierte en hambre, sí es verdad que se acaban todas las ideologías y todos los principios, y eso es lo que hay que evitar”, advirtió.