Ceguera // La ciencia económica entre dos crisis
La economía oficial explica poco de los grandes problemas del mundo y no sirve para analizar los retos derivados de la pandemia.
El estallido de la crisis en 2008, provocada por la quiebra de Lehman Brothers pero que ya se había iniciado el año anterior, supuso un duro golpe a la economía ortodoxa, que es la que se explica en casi todas las facultades de economía del mundo. La crisis no respondía a la teoría, que tenía una fe ciega en el funcionamiento de los mercados y en su capacidad de autorregularse. En esta visión, el equilibrio estático predomina frente al desequilibro y la visión dinámica, que es como se comporta realmente la economía. Por ello, la teoría no tiene en cuenta los fenómenos que estaban sucediendo en la economía mundial: el creciente endeudamiento, la elevada especulación como consecuencia de burbujas inmobiliarias y bursátiles y el aumento de la desigualdad.
Esta ceguera de la economía dominante condujo a un cuestionamiento de los principios en que se basaban los fundamentos del edificio teórico creado. Se produjo un debate sobre ello y aparecieron numerosas publicaciones. También cundió un cierto desprestigio de los economistas entre el público en general al no haber previsto lo que se avecinaba. La crisis económica era también una crisis de la macroeconomía vigente. Nadie lo vio venir, se decía. Pero no fue así, ni mucho menos. Es cierto que fue una minoría, pero relevante en términos académicos, y algunos de ellos premios Nobel.
Se han publicado trabajos y encuestas que nos dan una idea de quienes fueron los que realmente sí que la vieron venir. Steve Keen, en su libro La economía desenmascarada (Capitán Swing, 2015), menciona un artículo de Bezemer, académico holandés que se dedicó a rastrear informes académicos y de prensa en busca de alguien que hubiera advertido de la crisis antes de que ocurriera y que, además, cumpliera una serie de criterios: a) que ofreciera alguna explicación de cómo había llegado a sus conclusiones; b) que fuera más allá de la predicción de una crisis inmobiliaria, que se fijara en las consecuencias recesivas de dicha crisis para la economía real y que incluyera un informe analítico sobre la relación entre ambos fenómenos; c) la predicción propiamente dicha la debía formular el propio analista y no debía ser afirmada por terceros, sino que debía de ser de dominio público, y d) la predicción debía ir acompañada de alguna referencia temporal.
La única diferencia es que hemos pasado de la austeridad de 2008 al keynesianismo de 2020
Bezemer dio 12 nombres: Steve Keen, Dean Baker, Wynne Goodley, Fred Harrison, Michael Hudson, Eric Janszen, Jacob Brochner Madsen y Jens Kjaer Sorensen, Kurt Richebächer, Nouriel Rubini, Peter Schiff y Robert Schiller. En una tabla se exponen el perfil profesional y breves palabras sobre el pronóstico que hicieron. Hubo también una encuesta de la Fundación Revere en la que se preguntó a 3.000 economistas que dijeran tres nombres sobre quienes advirtieron de la crisis. Hubo 10 que salieron en primer lugar, el primero de ellos Steve Keen. En la encuesta, además de los 12 mencionados anteriormente, están Baker, Roubini y Schiller; solamente cuatro, mientras que aparecen otros como Stiglitz, Krugman y Soros.
Sin camino a la renovación
Aparte de estos estudios, siempre me llamaron la atención las palabras de Erik S. Reinert, que en su libro La globalización de la pobreza (Crítica, 2007) dice: “El periodo actual representa una coyuntura en la que pueden suceder muchas cosas. En primer lugar, una crisis financiera importante es cada vez más probable, y habrá que reinventar el keynesianismo en un contexto nuevo y global”. Palabras premonitorias, pues la crisis financiera se produjo, pero no tuvo lugar la llegada del keynesianismo, lo que ha sido un grave problema. En realidad, no se ha iniciado un camino para renovar la ciencia económica ni tampoco la política económica.
Todo ello ha tenido consecuencias negativas cuando se ha producido la crisis de la pandemia, pues se han dado dos crisis en poco tiempo, y cuando aún no se había recuperado la economía suficientemente de la primera se ha venido encima otra que tiene unas causas completamente diferentes. Sin embargo, esta nueva ha cogido a la economía debilitada como consecuencia de que no había tenido lugar una recuperación total y con graves secuelas producto de las políticas de austeridad que se pusieron en marcha. Estas políticas han traído un aumento de la desigualdad y recortes en bienes esenciales como la sanidad y la investigación. Los efectos de la pandemia se agrandan debido a estos factores.
Enfoque mutilado
Tras la Gran Recesión de 2008 han surgido numerosos libros para analizar sus causas y efectos. Resulta difícil hacer un inventario de tantas publicaciones, pero voy a abordar algunas líneas de pensamiento. En su importante obra Historia del pensamiento económico. Un panorama plural (Pirámide, 2019), Josep Maria Vegara afronta en su último capítulo la crisis financiera y la crisis del pensamiento económico. Lo hace analizando las tres escuelas principales de las últimas décadas (los nuevos clásicos, los teóricos del desequilibrio y los nuevos keynesianos), en profunda oposición a pesar de compartir algunos elementos metodológicos. Es un enfoque mutilado, pues, en definitiva, estas tres escuelas se mueven dentro de la ortodoxia y el autor no incluye la heterodoxia, lo que se contradice con el título del libro, en el que menciona un panorama plural y que, si bien es consecuente con el desarrollo que lleva a cabo en el resto de la obra, no lo es en este caso.
En el prefacio dice: “Este libro presenta las diversas escuelas de pensamiento económico desde una perspectiva plural, incluyendo no solo los autores y las escuelas denominadas principales, como los clásicos, los austriacos, los keynesianos y los nuevos clásicos y los nuevos keynesianos, sino también diversas corrientes o autores minoritarios, por ejemplo, Michael Kalecki, Piero Sraffa, Joan Robinson, Hyman Minsky o Amartya Sen, que también han dejado una huella relevante”. No se entiende por qué abandona al final a la heterodoxia cuando de sus filas han salido los mejores análisis de la crisis.
No obstante, el enfoque que plantea resulta interesante para conocer lo que dicen los economistas convencionales, que, a fin de cuentas, son los que dominan en el mundo académico. Una vez leído este capítulo, sin embargo, me afianzo más en la idea de que los mejores análisis sobre la crisis proceden de la economía crítica. También llama la atención que cuando trata de responder a la pregunta que él mismo se hace (“¿se podía prever la crisis?”) solamente tiene en cuenta a Roubini y no hace mención a los que ya hemos aludido.
Ilustraciónes: Elisa Biete Josa
A pesar de la marginación que hace de escuelas y autores que se mueven fuera de las tres corrientes que identifica, Vegara cita a un economista marxista, Anwar Shaikh, en Capitalism. Competition. Conflict and Crisis (2016). Una vez situado el marco teórico en el que se desenvuelve el autor, este precisa: “La reciente crisis económica fue desencadenada por una crisis financiera, pero esta no fue la causa. Por el contrario, esta crisis constituye una parte absolutamente normal de un patrón recurrente de larga duración en la acumulación capitalista, en el que las crisis ocurren una vez que auges prolongados dan paso a largas recesiones”.
Crisis recurrentes
En sus consideraciones finales, Vegara, plantea: “Ahora bien, también es patente que no ha surgido un nuevo enfoque general (un nuevo paradigma, potente y ampliamente compartido) relativo al funcionamiento del conjunto de la economía y que incluya la dimensión de la crisis y su explicación; no ha emergido una nueva concepción teórica básica, potente y articulada que responda a los hechos básicos relevantes e inspire multitud de desarrollos parciales, teóricos y empíricos por parte de números investigadores y que incorpore la posibilidad de una crisis y que detalle los mecanismos de su generación”.
La heterodoxia es una corriente minoritaria a la que se pretende eliminar por todos los medios
Es una buena síntesis del estado de la economía convencional y representa sus debilidades para ofrecer explicaciones sobre la complejidad de la economía mundial. A pesar de estas apreciaciones, la teoría económica convencional, al no ser capaz de crear un paradigma más realista, pone de manifiesto su propia crisis. La incertidumbre, las turbulencias, las burbujas y la vulnerabilidad del sistema financiero apenas se estudian. Como nos recuerda Steve Keen, un economista poskeynesiano, Hyman Minsky, argumentaba que, en la medida en que las crisis desde la Gran Depresión han sido recurrentes, un test crucial de validez para cualquier teoría económica debería ser su capacidad para incluir y analizar la depresión como uno de los posibles estados de la economía. Este test no lo supera la economía convencional en sus tres corrientes estudiadas por Vegara.
Más contribuciones
La economía heterodoxa tampoco ofrece un paradigma único, pues si hay puntos que la unen (como su crítica a la economía dominante), se divide en dos grandes corrientes principales, la poskeynesiana y la marxista, que se encuentran en muchos casos enfrentadas, mientras que la segunda tiene diferencias entre los que se consideran seguidores de Marx.
Desde el punto de vista del conocimiento hay contribuciones notables. Un pilar básico para el estudio de las crisis es Minsky (1919-1996), que analiza la inestabilidad financiera en tres importantes obras —John Maynard Keynes (1975), en castellano Las razones de Keynes (FCE, 1987), Can 'It' Happen again? (1982)— y el que acaba de ser publicado en castellano, un tanto tardíamente pues la edición inglesa es de 1986, Estabilizando una economía inestable (Profit Editorial, 2020). Dentro de la corriente poskeynesiana se pueden destacar el libro de Steve Keen y el de James K. Galbraith El fin de la normalidad (Traficantes de sueños, 2018). Dentro del marxismo, el de Shaikh antes citado, el de Michael Roberts La Larga Depresión (El Viejo Topo, 2017) y La Gran Crisis Financiera (FCE, 2009), de Bellamy Foster y Fred Magdoff.
En suma, la economía convencional explica poco de los principales problemas del mundo y no ha reaccionado suficientemente ante la crisis. La heterodoxia es una corriente minoritaria que sobrevive en los departamentos universitarios marginada y a la que se pretende por todos los medios eliminar. El estado de la economía oficial no es bueno para analizar los grandes retos de la economía y mucho menos los derivados de la pandemia. La única diferencia que se ha dado en la política económica es que se ha pasado de la austeridad en la crisis de 2008 al keynesianismo en 2020.