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El futuro de la ocupación y la economía del bien común

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Julio 2018 / 60

El modelo deja de considerar el beneficio como fin último y único para convertirlo en un simple medio para el bien común, en un mundo en el que el trabajo seguirá siendo un bien escaso.

La economía del bien común atiende la recuperación los valores que están en todas nuestras constituciones (dignidad humana, justicia social, solidaridad, etc.) y que teóricamente son la base de la actividad económica. Propone las medidas para que realmente los valores sean las reglas de anclaje de la economía, pasando el beneficio de ser considerado un fin en sí mismo a un simple medio para el bien común. 

El trabajo es y será cada vez más un bien escaso. El cambio tecnológico y la globalización son los factores que se analizan habitualmente por su incidencia en la oferta de trabajo. La progresiva desaparición de las pymes y del comercio de barrio son indicador de la pérdida de tejido empresarial. La economía del bien común es firme defensora de la empresa como unidad económica viable. En este caso apoyaría las medidas que tiendan a corregir los sobrecostes que suelen soportar los pequeños negocios y que las grandes empresas no asumen, bien porque los externalizan o bien porque por su tamaño consiguen otras ventajas. 

Al hablar de medidas de apoyo a la pyme y al pequeño comercio podemos hablar de aquellas directamente referidas al mercado laboral y también de otras que se refieren a la infraestructura económica en la que desarrolla su actividad la empresa. Por su importancia nos referiremos al acceso a la vivienda y al alquiler, por tanto, al mercado inmobiliario.

El valor de la vivienda referido al tiempo de trabajo necesario para conseguirla nos da una medida del esfuerzo exigido al trabajador. Tanto o más directamente para la pyme está el precio del alquiler de los locales. ¡Cuántos pequeños negocios generan poco más que para el pago del alquiler! En este caso el protagonismo del alquiler está determinando el margen disponible para retribuir al principal elemento de la cadena de valor: el trabajador. 

La economía del bien común apoya una discriminación fiscal positiva a favor de la pyme; y para la gran empresa, la realización obligatoria del balance del bien común, aportando transparencia sobre su gestión y obteniendo recompensas en su caso según su contribución al bien común. 

 

RIGIDEZ DEL MERCADO

Un segundo bloque de análisis cuando hablamos del futuro de la ocupación es el que se refiere a la propia rigidez del mercado de trabajo, tanto en los sistemas de contratación como en la reducción salarial como mecanismo de ajuste al que se ha recurrido en los últimos años. En este sentido la economía del bien común se suma a todos aquellos que piden una amplia reforma del mercado laboral poniendo como centro a la persona. Hablemos de instrumentos contractuales que tengan en cuenta la diversidad de personas, de edades, el envejecimiento progresivo de nuestra población... La excesiva uniformidad y rigidez en la que nos encontramos determina también unas culturas empresariales uniformes que resultan, por tanto, muy excluyentes. Hay un enorme campo por recorrer tanto en sistemas de contratación como en políticas internas, para aprovechar el potencial de las personas añadiendo más indicadores de rendimiento laboral a la productividad, que seguramente acabarían redundando también en un incremento de la misma. 

El descenso de pymes, signo de la pérdida de tejido empresarial

El modelo apoya la discriminación fiscal positiva para la pyme

El sistema propone un ‘año sabático’ por cada diez trabajados

La economía del bien común propone una medida singular: el año sabático: cada décimo año en la profesión será un “año sabático” financiado a través de un salario mínimo incondicional. Las personas pueden hacer en este tiempo lo que quieran. Esta medida descarga el mercado de trabajo en un 10%, lo que equivale a la actual tasa de desempleo en la Unión Europea.

El futuro de la ocupación va a marcar el futuro de la desigualdad social. Gracias a su visión holística, la economía del bien común se convierte en una alternativa válida porque regula y no destruye, limita los excesos e incluye medidas de espectro amplio, macro y micro, para armonizar la ocupación y los factores que le afectan.