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La curva de Phillips

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Abril 2013 / 2
Foto artículo:  La curva de Phillips

La curva del economista neozelandés Alban W. Phillips ha sido interpretada como una relación inversa entre el alza de los salarios y el encarecimiento de los precios, por una parte, y el aumento del paro, por la otra. Desde hace 50 años esta curva ha dado lugar a interpretaciones en todos los sentidos

En estos tiempos de crisis en los que el crecimiento está de capa caída y en los que el paro se hace más amenazante, los directores de recursos humanos (DRH) de las empresas apenas topan con dificultades para hacer frente a las eventuales demandas de aumento de salario. Los asalariados tienen, por tanto, más dificultades en obtener satisfacción en esta materia  cuando  el paro es elevado. Es esta relación la que el neozelandés Alban William Phillips había observado y representado gráficamente en 1958.

La tasa de paro y la tasa de las variaciones de los salarios  están inversamente relacionadas: cuando la tasa de paro es elevada, la posibilidad de alza de los salarios es débil, y viceversa. O cuando los salarios suben rápidamente (más allá de un cierto umbral situado por los modelos de los economistas alrededor  del 2% o el 3%), las empresas se recuperan  aumentando sus precios, lo cual tiene un impacto significativo sobre la inflación general. La relación  de este hecho observada por Phillips ha sido  interpretada rápidamente como una relación inversa entre inflación y paro.
 

¿Inflación o paro?

En materia de política económica, surge así la idea de un arbitraje entre la inflación y el paro: una política de lucha contra el paro se pagaría con un aumento de inflación; recíprocamente, una política de lucha contra la inflación acarrearía más paro. Podemos afirmar que tal conclusión ha alimentado bastantes debates. Economistas de todas las tendencias han utilizado la curva de Phillips. Unos, para vilipendiar las políticas de recuperación (inflacionistas), otros para denunciar las políticas de lucha contra inflación (generadoras de paro).

Una mujer comprando en el mercado. FOTO: EDU BAYER

Milton Friedman se interesó por la curva de Phillips para poner en guardia contra los peligros de las políticas de apoyo al crecimiento. Pero según él, las políticas emprendidas para reabsorber el paro se traducen siempre en un aumento de la inflación, sin conseguir jamás bajar la tasa de paro, sin llegar a un nivel de equilibrio (que él califica de “natural”) y que representaría la elección voluntaria de los parados de no trabajar. Friedman opina que cada recuperación acaba siempre por elevar la tasa de inflación sin mejorar la situación en el frente del empleo,  así que, a su juicio, la  curva de Phillips sería a largo plazo una recta vertical y, en este horizonte, no habría más arbitraje que considerar entre inflación y paro.En materia de política económica, surge así la idea de un arbitraje entre la inflación y el paro: una política de lucha contra el paro se pagaría con un aumento de inflación; recíprocamente, una política de lucha contra la inflación acarrearía más paro. Podemos afirmar que tal conclusión ha alimentado bastantes debates. Economistas de todas las tendencias han utilizado la curva de Phillips. Unos, para vilipendiar las políticas de recuperación (inflacionistas), otros para denunciar las políticas de lucha contra inflación (generadoras de paro).

Ciertos herederos de John Maynard Keynes han buscado, en cuanto a ellos se refiere, restablecer la idea de un arbitraje posible definiendo “el nivel de tasa de paro que no acelere la inflación” (en inglés, el Nairu). Pero otros economistas ven en ello una  manera insidiosa de legitimar  las políticas monetarias que los grandes bancos centrales han llevado a cabo a lo largo de los años 1990 - 2000 centrándose  en la estabilidad de los precios. Algunos destacan que esta focalización sobre la inflación habría  infligido un pesado tributo sobre el empleo.
 

Una elección reveladora

El vigor del debate viene del hecho de que este arbitraje entre la inflación y el paro, cuando es posible,  expresa una  elección de la sociedad. En efecto, no son las mismas categorías de personas las que sufren estos dos males económicos.  La inflación perjudica más a los ricos ahorradores que a los asalariados si estos son capaces de obtener una indexación de su salario. El paro afecta más a los más pobres, menos formados, que a los ricos educados, para  quienes será  más fácil volverse a colocar  en el caso de que pierdan el empleo.

Finalmente, lo importante  es que los ciudadanos sean capaces de hacer esta elección ellos mismos y de asumirla. La peor  situación  es, sin duda, aquella en que esta elección no es posible o en la que estos dos males no se intercambian el uno con el otro, sino que se unen para engendrar la estanflación (estancamiento + inflación).