La ética y los impuestos
Equidad: Una economía basada en los valores no solo aumenta la riqueza, sino que fortalece una ética acorde con la naturaleza humana y con el fin de todo modelo social.
La desigualdad se ha agudizado después de la pandemia, mientras, en paralelo, las tasas impositivas que se tienden a establecer a escala mundial son muy bajas. ¿Habrá alguna relación entre ambas cosas?
Los impuestos, entendidos como una contribución a la comunidad, tienen sin duda un componente ético, y debemos revisarlo. Porque en los momentos en que estamos viviendo se acusa un retroceso de los fundamentos éticos. Al menos en apariencia, se ponen en duda, se falsean e, incluso, directamente, se desechan.
Tras cada vaivén económico se acentúa la desigualdad, y lejos de repartirse mejor los recursos, la balanza siempre se acaba decantando hacia la misma superminoría.Con diferentes estilos y repartos, es el pueblo trabajador quien carga sobre sus espaldas los ajustes de cada crisis, sin ser su causante. En el tiempo en que vivimos, distintas crisis se suman.
La economía del bien común es una propuesta de modelo económico que pretende devolver a la economía su finalidad principal: la búsqueda del bien común. Y para ello, debe volver a apoyarse en los valores humanos básicos. Surgió en 2010, en plena crisis inmobiliaria y financiera, y desde entonces sus defensores sostenemos que en el origen de las crisis está una crisis de valores.
Volvamos a la fiscalidad. Para mostrar la relación entre los valores éticos y los impuestos no hay mejor maestra que acudir a la historia. Vayamos a buscarlos a la sorprendente historia de Estados Unidos gracias al excelente trabajo de Emmanuel Saez y Gabriel Zucman, autores de El triunfo de la injusticia (Taurus, 2021).
Pionero de la tributación progresiva
¿Sabían que EE UU era un modelo de justicia fiscal hasta la década de 1980? ¿Y que, sin embargo, la situación ha dado tal giro que actualmente las personas más ricas disfrutan de un menor tipo impositivo que la clase trabajadora? Estados Unidos fue pionero en la tributación progresiva, con medidas tan importantes como gravar la propiedad mediante el impuesto de sucesiones, darle una doble finalidad al impuesto sobre la renta (añadiendo a la finalidad principal de recaudar ingresos el objetivo de reducir la desigualdad a través de tipos marginales máximos); y gravar los beneficios empresariales con tasas del orden del 50%. Hasta 1970 en EE UU los más ricos pagaban en impuestos más del 50% de sus ingresos, lo que duplicaba el porcentaje pagado por la clase trabajadora.
Desde la década de 1930, Roosevelt fue pionero de una estrategia de recaudación que obtuvo resultados efectivos en recaudación y en reducción de la desigualdad. Su administración mantuvo bajo control la evasión y elusión fiscal.
¿Cuáles fueron claves de su éxito? Sin duda desempeñó un papel el sistema de creencias que defendió y que impulsó con convicción, el cual le llevó a explicar por qué eran importantes los impuestos, a apelar a la moralidad y a rechazar a los evasores. Roosevelt fortaleció la cultura de que prosperamos más cuando ponemos en común los recursos y cuando asumimos que el gobierno tiene un papel central en la redistribución de los mismos.
La historia de EE UU nos muestra cómo una democracia sana tuvo un sistema redistributivo sano
La economía del bien común entiende que la acumulación excesiva de poder y riqueza socava la democracia
El sistema impositivo que hemos descrito buscaba desincentivar la acumulación de riqueza con la justificación de que esta se logra a expensas del resto de la sociedad. Se mantuvo casi medio siglo, mientras funcionó el sistema de creencias que lo sustentaba.
¿Que pasó en la década de 1980 con Ronald Reagan? Pues que cambió el pensamiento dominante. Con eslóganes como "El Gobierno no es la solución, el Gobierno es el problema" se construyó una cosmovisión basada en que el papel primordial del Gobierno era defender los derechos de propiedad, y que el motor clave del crecimiento eran las empresas que maximizan los beneficios. También, que el papel de los ejecutivos era maximizar el valor del accionista, por encima de otras partes interesadas o stakeholders (trabajadores, clientes, comunidades y gobiernos).
Con este cambio radical de ideología, la elusión de impuestos se convirtió en una muestra de patriotismo, y se disparó. Las leyes de la era Reagan dieron lugar a una expansión de la elusión fiscal que se conocía como "refugio fiscal", que queda explicado por su mismo nombre. En esta situación, la recaudación del impuesto sobre la renta cayó en picado, de modo que aumentó el déficit del Estado y se dio lugar a medidas correctoras.
¡Fijémonos en las consecuencias! Estamos hablando de haber sobreenriquecido a una clase privilegiada al margen del resto de la sociedad mediante trucos fiscales y, en consecuencia, de empobrecer a todos mediante el aumento del déficit público que perjudica las inversiones de interés general: educación, pensiones, asistencia sanitaria... Este análisis nos acerca no solo al daño económico, sino al moral, por la falta de solidaridad y justicia social, valores básicos de una economía con un sistema redistributivo sano.
Acuerdo insuficiente
Otra gran lección de este proceso es que el cumplimiento tributario no aumenta cuando se rebajan de forma drástica los tipos, sino todo lo contrario. Volvamos ahora a la actualidad con este acuerdo de la OCDE para unificar el impuesto de sociedades a un tipo mínimo del 15%. La medida nos dice que los Estados aspiran a recuperar estos ingresos de sus multinacionales, focalizándose en recaudar y desincentivar la elusión fiscal; y también nos da la medida de la situación de gran injusticia fiscal de la que venimos.
De ahí que la economía del bien común sostenga que el capitalismo actual ha acumulado tal cantidad de poder y de riqueza que perjudica gravemente la democracia. Proponemos entonces distintas medidas para limitar la acumulación de riqueza, incidiendo en las desigualdades de ingresos y el reparto de beneficios e impuestos de sucesiones, entre otras.
Merece la pena acercarnos de nuevo a la economía del bien común, cuyo balance ético mide la contribución al bien común de la actividad de cualquier organización económica. Lo hace a partir de cuatro valores básicos: la dignidad humana, la solidaridad y justicia social, la sostenibilidad y la democracia.
La historia nos ha mostrado cómo una democracia sana permitía un sistema redistributivo sano.
Una economía basada en los valores no solo aumenta la riqueza, sino que fortalece una ética acorde con la naturaleza humana y con el fin buscado por todo modelo social.