La mente libre de José Luis Sampedro
La ayuda del desaparecido humanista, escritor y economista ha sido inestimable para acercarnos a la economía desde su naturaleza social, cercana a los problemas reales de las personas.
El enfoque rupturista de José Luis Sampedro, convencido de la caducidad del sistema capitalista, salva la economía de quedar relegada a un saber académico inoperante.
José Luis Sampedro nació en Barcelona en 1917. En 1933 ingresó en el Cuerpo Técnico de Aduanas, y al crearse, en 1943, la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas, inició en ella sus estudios, donde se licenció con premio Extraordinario en 1947. Doctorado con la misma calificación, estuvo desempeñando, como profesor encargado de curso, la asignatura de Estructura Económica Mundial en la misma facultad hasta que, en 1955, obtuvo, tras una brillante oposición, la cátedra de Estructura e Instituciones Económicas españolas en relación con las extranjeras. Trabajó en el Banco Exterior de España y en la Administración Pública. Publicó excelentes libros y numerosos artículos, de los que se ofrece una selección, que llevé a cabo con la colaboración de Olga Lucas, en Economía Humanista (2009). Tradujo importantes obras, entre las que destacan Teoría de la competencia imperfecta, de Joan Robinson, y el Curso de economía moderna, de Paul Samuelson.
ILUSTRACIÓN: Darío Adanti |
Este descarriarse de la microeconomía, que enseñaba este destacado profesor alemán, se debe como él mismo dice a lo siguiente: “Contribuyó mucho a mi desaprendizaje —ejercicio siempre indispensable para vivir— el hecho de que recién terminada mi carrera, se me confiara un curso de Estructura económica”. De este modo se adentró en un mundo de conocimiento nuevo, lo cual le condujo al enfoque estructural que desarrolló a partir de entonces y que lo fue perfeccionando sobre todo en la década de los cincuenta: “Pensando así por mi cuenta, pronto percibí la insuficiencia de los análisis parciales que se yuxtaponen, aunque sea ‘elegantemente’, para constituir la teoría convencional; llamando también parcial, claro está, a la llamada ‘teoría general’ de Keynes. Comprendí que la acotación del campo, primera operación científica para entender la realidad, está deficientemente realizada por esa teoría, al dejar fuera variables indispensables. Y más adelante comprendí, además, que los análisis estáticos no revelan nada en las ciencias sociales, porque en nuestro mundo no hay situaciones, sino procesos, y solo tienen sentido las estructuras dinámicas”.
El análisis estructural se presenta, por tanto, como un enfoque heterodoxo frente a la teoría que domina las enseñanzas de la economía, tanto por la delimitación del objeto de estudio, más amplio, como por la forma de analizar las relaciones existentes en la realidad. Esto lo refleja con mucha claridad en sus diversos escritos, pero resulta muy útil para la comprensión de esta posición lo que afirma en el manual de Estructura económica (1969): “De todo lo expuesto en capítulos anteriores, se habrá retenido la reiterada crítica a la posición de los economistas que creen poder cultivar su ciencia desatendiéndose por completo del contexto social en el que tienen lugar los hechos económicos. Eso no significa una censura a quienes, aun acotando y especializando su campo de estudio para lograr mayor eficacia en el análisis, permanecen conscientes de que la economía no es un campo autónomo, sino que está inserto en la más amplia y genérica realidad social”.
El análisis estructural en la economía le va a servir como un método de comprensión de la realidad, lo que le permite una visión muy lúcida sobre el funcionamiento de la complejidad, tal como se muestra en las diferentes obras publicadas. La heterodoxia de Sampedro no se sustenta solamente en este posicionamiento teórico de cómo se debe afrontar el estudio científico de la realidad, sino en la capacidad que pone de manifiesto con brillantez de cómo explica el funcionamiento, con un planteamiento crítico y disconforme con el orden vigente, de la economía mundial. En este caso, su posición varía a lo largo del tiempo y es ya en su madurez cuando la crítica al sistema se vuelve más fuerte y consistente.
En el libro Las fuerzas económicas de nuestro tiempo (1967), seguramente uno de los mejores que ha escrito y que se tradujo a seis idiomas, hace un análisis extraordinario de los sistemas económicos resultantes en aquellos años, capitalismo, socialismo, y países emergentes. En el tratamiento de algunas cuestiones resulta desfasado precisamente porque los sistemas capitalista y socialista no han seguido las tendencias de las líneas de fuerza que describe.
El socialismo, esencialmente el soviético, en lugar de evolucionar hacia una liberalización económica, tal como se suponía que podía pasar en esa década de los sesenta del siglo XX, descarriló, seguramente como consecuencia de no haber sido capaz de transformarse en la línea propuesta por Liberman y que Sampedro explica muy bien. El capitalismo, tras la crisis de los setenta, no caminó hacia una mayor socialización, sino hacia el fundamentalismo de mercado. Lo mismo se puede decir de los países emergentes. Pero, sin embargo, sigue siendo fundamental para entender el estado de la economía mundial en esos años y que han determinado la evolución posterior, además de que me sigue pareciendo magistral y de gran valor pedagógico la descripción que hace sobre la evolución del capitalismo desde sus inicios hasta finales de los años sesenta del siglo pasado.
En los años setenta publicó dos importantes libros: Conciencia del subdesarrollo (1972), que actualicé a petición suya en el año 1996, y La inflación en versión completa (1976), cuya puesta al día le he efectuado en 2012 con un nuevo título, La inflación (al alcance de los ministros). En ambos vincula al sistema tanto la existencia del subdesarrollo como la de la inflación , por lo que no los analiza como hechos aislados del contexto en el que se producen. El libro sobre el subdesarrollo recoge realmente una de las preocupaciones que le han guiado en sus enseñanzas: el hambre, la pobreza y la desigualdad. En el segundo trataba de dar cuenta de las razones que estaban provocando una subida de los precios tan espectacular como la que se daba en esa década.
Lo más enriquecedor del libro en el que trata sobre el subdesarrollo es que, además de analizar las causas que hacen pervivir esta situación, se adentra también en el subdesarrollo de los desarrollados, aborda los problemas relacionados con el medio ambiente y la destrucción de los recursos del planeta. El subdesarrollo lo concibe como una segregación del desarrollo capitalista y, además, considera caduco al sistema.
En consecuencia con el enfoque global que practica, sitúa el estudio de la complejidad de la economía en la urbe mundial, anticipándose a los análisis sobre la globalización: “En primer lugar, ningún problema fundamental tiene hoy una localización geográfica parcial. Los grandes problemas —el del subdesarrollo entre ellos— solo pueden afrontarse a escala mundial. Cualquier solución parcial solo será provisional y transitoria. El mundo es solo uno, como hemos comprobado reiteradamente. Las naciones actuales de magnitud casi continental se encuentran con menos autonomía que las unidades de hace un siglo, porque ya no hay área externa a su mutua interdependencia”.
Sampedro se sirvió del análisis estructural en la economía para comprender la realidad
El hambre, la pobreza y la desigualdad fueron algunas de sus mayores preocupaciones
Por lo que concierne a la raíz de la inflación, esta se encuentra en el sistema. Por eso, según expone, se desconcierta la ciencia convencional, cuya mutilada versión escamotea las referencias a los mecanismos inflacionarios del capitalismo. La inflación, sin embargo, ha descendido bastante en las últimas décadas. Este hecho es lo que pretendo explicar, y Sampedro, en la introducción que hace a la nueva versión actualizada, dice con la lucidez que le ha caracterizado a lo largo de su vida: “En ese contexto, el concepto de inflación pasa a segundo plano, la palabra deja de estar de moda entre los comentaristas y solo inquieta a los bancos centrales. Obviamente, no porque el problema real de los precios y el coste de la vida haya quedado resuelto, sino porque lo prioritario para los financieros es cobrar su crédito como sea, imponiendo a los países deudores planes de ajuste y recortes que asfixian su economía, haciendo con ello pagar la crisis a la población, doblemente víctima de sus abusos”.
Vivimos, en consecuencia, siendo fiel a su pensamiento en un mundo en crisis, antes de que estallara la crisis financiera actual, que lo que hace es agudizar más la caducidad del sistema. Esta crisis de las finanzas, no obstante, ha puesto en cuestión a la ciencia económica académica actual y al modelo de desarrollo seguido en esta fase neoliberal. En estos tiempos de oscuridad siempre es importante rescatar un pensamiento libre y contracorriente de Sampedro para encontrar luces en el camino, así como también conocer los fallos y flaquezas del sistema en el que vivimos.
La economía que se enseña, ante el fallo estrepitoso que ha tenido la ciencia académica, tanto en la falta de predicción de la crisis como en su incapacidad para abordarla, tiene que replantearse. Esta reflexión que hay que hacer debe tener en cuenta su naturaleza social y no buscar sin más el virtuosismo académico que la aleja de los problemas reales de la gente y se convierte en un conocimiento inoperante. Desde esta perspectiva, el pensamiento de Sampedro es una ayuda inestimable para volver a encontrar el camino que se ha perdido desde hace tiempo.
OBRAS CONSULTADAS:
Sampedro, J. L. Las fuerzas económicas de nuestro tiempo. Ediciones Guadarrama, Madrid, 1967.
— Conciencia del subdesarrollo. Salvat, Barcelona, 1972.
— La inflación en versión completa. Planeta, Barcelona, 1976.
— Economía humanista. Debate, Barcelona, 2009, pp. 84 y 85.
— y Martínez Cortiña, R. Estructura económica. Ariel, Barcelona, 1969. p. 240.
— y Berzosa, C. Conciencia del subdesarrollo veinticinco años después. Taurus, Madrid, 1996, p. 182.
— y Berzosa, C. : La inflación (al alcance de los ministros). Debate, Barcelona, 2012, pp. 14 y 15.