La pobreza energética es cosa de mujeres
Género: Los hogares con una mujer al frente tienen más difícil disfrutar de unas condiciones mínimas de confort.
El riesgo de sufrir pobreza energética es mayor entre las mujeres que entre los hombres y aumenta significativamente con la edad y en los hogares sustentados solo por una mujer, según un reciente estudio llevado a cabo en la ciudad de Madrid. Además, el fenómeno se distribuye geográficamente de manera desigual, pues afecta más a las mujeres residentes en los distritos con menores recursos económicos.
El proyecto FEMENMAD: feminización de la pobreza energética en Madrid. Exposición a extremos térmicos, coordinado desde la Universidad Politécnica de Madrid y en el que han participado investigadores del Instituto de Salud Carlos III y de la Fundación Arquitectura y Sociedad, analizó en profundidad a lo largo de 2019 las diferencias de género asociadas a la pobreza energética. En 2016, el estudio técnico sobre pobreza energética en la ciudad de Madrid, elaborado por el mismo equipo con Ecologistas en Acción para el Ayuntamiento de la capital, concluyó que el 23% de los hogares madrileños sufría pobreza energética o estaban en riesgo de caer en esa situación. Una de las principales conclusiones del nuevo estudio es que la posibilidad de sufrir pobreza energética aumenta del 23% al 28% en los hogares en los que la sustentadora principal es una mujer y que puede llegar a ser de hasta el 39% en aquellos hogares unipersonales de mujeres mayores de 65 años e incluso al 41% en los hogares monomarentales.
Autonomía individual
El análisis de la pobreza energética a partir de enfoques tradicionales —aquellos que entienden el hogar como unidad de análisis monolítico— aborda las desigualdades de los hogares en los que una mujer es la sustentadora principal frente al resto de hogares, pero no permite conocer si se producen situaciones de desigualdad por género dentro del hogar. Para evitar ese efecto, FEMENMAD ha recurrido al supuesto de autonomía individual a la hora de analizar la relación de cada individuo con la pobreza, contabilizando únicamente los ingresos que genera el individuo por sí mismo; es decir, la renta neta del trabajo y transferencias sociales individuales. Con este enfoque, la tasa de mujeres en riesgo de pobreza aumenta frente al uso de otras metodologías. En el caso de la ciudad de Madrid, pasa al 24,6% desde el porcentaje del 19,8% obtenido con el enfoque tradicional. Las más afectadas son las mujeres mayores de 65 años, con el 45% en situación o riesgo de pobreza, y las que se encuentran entre los 16 y 29 años (78%). La nacionalidad, el estado civil y la precarización laboral son otros factores que fomentan la desigualdad. Hasta el 67% de las mujeres que no tienen nacionalidad española ni de otro país de la UE se encuentran en riesgo de pobreza. La dependencia económica de la pareja sitúa a las mujeres casadas en una situación de desigualdad: el 44% de ellas se encuentra en riesgo de pobreza, como lo está el 49,5% de las mujeres asalariadas a tiempo parcial, frente al 32% de los hombres.
Recursos y habitabilidad de la vivienda
Estos datos indican que se producen situaciones de desigualdad por género en casi todos los hogares y que las mujeres tienen menos capacidad de acceder a los recursos energéticos necesarios para proveer de condiciones de habitabilidad a sus viviendas.
La distribución de la pobreza energética en los distritos de Madrid también es desigual. Las viviendas ineficientes se concentran en los distritos del centro y del sur, donde a las altas necesidades energéticas en invierno se suma el incremento de las temperaturas por el fenómeno de la isla de calor urbana. Ante estas condiciones extremas, muchos hogares con pocos recursos no se pueden permitir el uso del aire acondicionado. Los hogares monomarentales se concentran en áreas periféricas de la ciudad como Villa de Vallecas, Vicálvaro y Hortaleza.
La pobreza energética tiene, además, importantes consecuencias sobre la salud. Sabemos que las mujeres pasan más tiempo que los hombres en la vivienda debido a un reparto desigual de las labores de cuidados. Por tanto, sufren en mayor medida la exposición directa a altas y bajas temperaturas dentro de la vivienda.
La mortalidad por olas de frío o de calor es muy similar en hombres y mujeres, y en ambos casos hay un mayor impacto de mortalidad por frío que por calor. Sin embargo, hay un mayor número de ingresos hospitalarios de mujeres por bajas y altas temperaturas. Las mujeres, al tener mayor esperanza de vida y menores niveles de renta, serían el grupo más vulnerable a los impactos en la salud de los extremos térmicos. De nuevo, es en los distritos con menor nivel de renta donde el impacto de los extremos térmicos es más acusado.
Las mujeres pasan más tiempo que los hombres en la vivienda debido a un reparto desigual de las labores de cuidados en el hogar
Las entrevistas a mujeres en situación de pobreza energética permiten identificar características comunes en los roles de género que articulan la pobreza energética. La primera es la construcción de su identidad de manera intrínseca a la del hogar, lo que implica la devaluación de sus intereses en beneficio de los comunes. Ello acaba teniendo como consecuencia la asunción de la responsabilidad del bienestar del hogar como eje vertebrador de la identidad propia. La segunda característica está relacionada con los patrones y hábitos de consumo energético: las mujeres sufren mayor exposición a las consecuencias de la falta de confort térmico, ya que reservan el gasto en energía a las horas en las que están presentes otros miembros del hogar. En esa línea, cabe destacar la segregación de las tareas de mantenimiento de las instalaciones energéticas por papeles de género: los conocimientos sobre la gestión de la energía en el hogar suelen recaer en el hombre, lo que impide a la mujer controlar o buscar soluciones por su desconocimiento.
La tercera característica se relaciona con la salud mental y los patrones emocionales. Además de sufrir de manera continuada síntomas de ansiedad y depresión, la situación suele conducir a las mujeres a un bloqueo mental que les impide solicitar ayuda, por lo que acaban asumiendo su situación como normal.
Métodos alternativos
A pesar de estos datos, la perspectiva de género en las políticas públicas de vivienda y salud es inexistente. La falta de datos y de conocimiento implica que muchos programas no tengan en cuenta las diferentes situaciones a las que se enfrentan las mujeres. Para incorporar una visión integrada de género en los programas contra la pobreza energética, además de obtener datos más completos, es preciso utilizar metodologías alternativas con enfoque feminista. También es necesaria la incorporación de las voces de las mujeres en las acciones de intervención en sus viviendas y en sus barrios, ya que su participación aportará luz sobre aquellos aspectos, hasta ahora invisibles, que son imprescindibles para implementar políticas que atiendan a las necesidades de todas las ciudadanas.
* El proyecto FEMENMAD ha sido desarrollado por Miguel Núñez, Carmen Sánchez-Guevara, Ana Sanz, Marta Gayoso, J. Antonio López, F. Javier Neila, Cristina Linares, Julio Díaz y Gloria Gómez. FEMENMAD está financiado por la Subdirección General de Ciudadanía Global y Cooperación Internacional al Desarrollo del Ayuntamiento de Madrid.