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La Superliga en el coliseo global

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Junio 2021 / 92

Ilustración
Elisa Biete Josa

Deporte: La controversia sobre la creación de un nuevo torneo en Europa pone de manifiesto hasta qué punto el fútbol es un espejo de la economía mundial.

Doce de los mejores clubes de Europa, liderados por el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, anunciaron en abril la creación unilateral de la Superliga europea, en la que estos 12  equipos y tres más tendrían la permanencia garantizada. Otros cinco clubes participarían por invitación, en teoría según sus méritos. La mayoría se retiraron del proyecto al cabo de un par de días, impresionados por la reacción política y popular en contra, especialmente en Inglaterra (que contribuía inicialmente con seis clubes). No era la primera vez que los grandes amenazaban con la secesión del sistema de fútbol global unificado, pero esta vez el anuncio fue tomado seriamente, probablemente porque algunos están acuciados por una situación financiera límite.

La Superliga es un ejemplo de cómo los privilegiados intentan perpetuar las desigualdades de riqueza y poder creando comunidades aisladas, como condominios vallados. Dicen que ya redistribuirán ellos, como si de repente los ricos dijeran que dejan de pagar impuestos y participar en la comunidad. Fue una lástima que la necesidad de reforma del fútbol global fuese interpretada de forma tan torpe e insolidaria. Una salida mutualizada a la crisis actual es una solución necesaria, pero no rompiendo el modelo exitoso del deporte europeo (basado en los ascensos y descensos) y del fútbol unificado mundial.

El modelo norteamericano de ligas cerradas ha evolucionado a partir de condiciones propias de su historia. El modelo europeo ha avanzado en otra dirección, combinando mayor apertura y también mayor riesgo financiero. No se puede crear un modelo americano en Europa, cuando ya existe un modelo entero basado en otros principios. Por ejemplo, hay serias dudas de que equipos que estaban en la Superliga de Florentino Pérez, como Tottenham, Arsenal y AC Milan, sean mejores que equipos que ya existen e iban a seguir existiendo fuera de la Superliga. 

Corrupción y magnates

El gran éxito del fútbol es su carácter globalmente unificado. La cara oscura de este éxito es la corrupción, y en los últimos años, el efecto de atracción de magnates vinculados a autocracias. El fútbol unificado alrededor de la FIFA no deja de ser un monopolio global desregulado. Hay que crear las estructuras públicas globales para atemperar su poder, o debe ser objeto de atención por parte de las grandes jurisdicciones democráticas, muy especialmente la UE y EE UU. Un planteamiento bienintencionado pero simplista sugeriría dejar participar a todo el mundo, aumentar el número de partidos entre grandes equipos y redistribuir dinero mediante transferencias. Pero en el fútbol no se puede aplicar solo la lógica del dinero, porque los aficionados de equipos o países modestos quieren la posibilidad de llegar a lo más alto.

El reto es crear los mecanismos institucionales necesarios para solventar los conflictos por el reparto del valor

A muchos ha sorprendido el seguidismo por parte del Barça de las estrategias de Florentino Pérez, que se explica por lo desesperado de la situación financiera del club, que sus dirigentes siguen sin asumir abiertamente. La colaboración entre las enemistadas familias de la burguesía catalana que se reparten la presidencia del Barça y el presidente del Real Madrid tiene ecos de la Operación Roca, esa fracasada iniciativa política en 1986 en la que cierta business people madrileña (encabezada por el propio Pérez) se alió con la versión roquista del pujolismo. Era lo que parecía, y por eso fracasó, igual que esta vez: un proyecto desacomplejadamente de y para los poderosos. Con Florentino acostumbrado a creerse invencible, la operación de promoción vendiendo algo de escala global en un programa churrigueresco de televisión terminó de hundir el proyecto.

Los grandes clubes pueden haber gastado por un tiempo el cartucho de la amenaza de secesión, porque se han dividido y han perdido el favor de la opinión pública. La final de la Champions League entre el multimillonario Román Abramovich y el jeque emiratí Mansour bin Zayed bin Sultan Al Nahayan (Chelsea-Manchester City) sugiere que la Superliga de verdad ya es la Premier League inglesa. Es una lástima, porque hay reformas posibles y necesarias, como fusiones de ligas balcanizadas de países pequeños, ubicar más partidos europeos en fines de semana e introducir más liga que eliminatorias en la Champions.

Lucha sin cuartel

Todos los deportes tratan de organizar competiciones con los mejores deportistas, de ahí el gran éxito del Mundial de fútbol y los Juegos Olímpicos. En Europa hay margen para caminar en esta dirección en el fútbol, con una superliga europea que no tendría por qué ser cerrada, para respetar la tradición del deporte europeo. En una liga europea que jugaran ocho equipos, a dos vueltas (con la Navidad y el mes de enero entre ellas), habría los mismos partidos que tienen que jugar aquellos de estos equipos que lleguen hasta la final de Champions, pero a diferencia de lo que ocurre ahora, todos los partidos serían al más alto nivel, con lo que la calidad de los partidos aumentaría y, por tanto, lo haría también la generación de valor y riqueza, que se podría distribuir entre los protagonistas y redistribuir hacia el resto del mundo del fútbol y a la sociedad en general, siempre que se mantenga el carácter unificado y abierto del fútbol. Los cuatro mejores equipos europeos, más los mejores equipos de otras regiones del mundo, participarían en un mundial de clubes ampliado cada cuatro años por el que la FIFA parece haber recibido recientemente una gran oferta financiera por parte de un grupo de inversores. 

Este movimiento de la FIFA parece demostrar que hay “dinero encima de la mesa”, es decir, una ineficiencia en el sentido de que existen hoy los medios para crear valor para los aficionados, pero el proyecto no termina de llevarse a cabo de momento por razones distributivas e institucionales. El reto para el mundo de fútbol es crear los mecanismos institucionales que solventen los conflictos por el reparto del valor creado y así hacer posible la creación de dicho valor. A la lucha distributiva entre los potenciales perdedores relativos (los clubes modestos) se une la lucha sin cuartel por ver cuál de las actuales grandes instituciones (la Premier League, los grandes clubes, la UEFA y la FIFA) se hará con los derechos de propiedad de los nuevos formatos de competición. Lo que es difícil de discutir es que la estructura de competiciones del fútbol global no está cerrada, sino en permanente evolución. En el pasado se han creado competiciones como la Champions League y han desaparecido competiciones (como la Recopa, que reunió en Europa a los campeones de Copa), y otras han tenido una existencia efímera (como la Copa de la Liga en España). En el futuro seguirá siendo así.