Las macrogranjas: el debate que no pudo ser
Carne: España se ha convertido en 'la granja de Europa', pero el modelo tiene debilidades muy importantes que no deberían soslayarse.
El verano pasado el ministro de Consumo, Alberto Garzón, realizó unas declaraciones sobre el excesivo consumo de carne de los españoles y las consecuencias que podía tener para nuestra salud, además de su impacto sobre el cambio climático. El sector de la ganadería intensiva o industrial lo criticó a fondo.
En diciembre, el ministro concedió una entrevista a The Guardian y profundizó en lo dicho medio año antes, pero recalcando otros aspectos como su apuesta por la ganadería extensiva, el apoyo a la pequeña y mediana explotación ganadera, la crítica a las macrogranjas… y poniendo en duda que la calidad de la carne de este tipo de explotación fuera la mejor.
En esta ocasión las críticas fueron mucho más extendidas y virulentas e incluyeron miembros del propio Gobierno. Lamentablemente, nos hemos quedado en lo anecdótico, cuando merecía un debate científico, sosegado y en profundidad, con participación de los productores, pero también de los consumidores, con representantes de la Administración que aplicasen posteriormente las conclusiones que allí se hubieran sacado.
España es hoy una potencia en porcicultura. Como se ha dicho en las últimas semanas, en el país hay más cerdos que personas, somos el primer productor y exportador de estos animales de la UE, hemos conseguido alcanzar, aproximadamente, los 5 millones de toneladas de exportación de piensos compuestos y, debido a la peste porcina africana, que devastó el sector en China, nos hemos convertido en el principal suministrador de canales de cerdo a este país.
A pesar de las broncas interpelaciones, el sector de la porcicultura parece satisfecho. No habrá recortes para las macrogranjas, y según imaginan los productores, importadores de materias primas, integradoras y fabricantes de piensos, mataderos y exportadores, no hay nubarrones en el horizonte.
El futuro del sector
Pero ¿cuáles pueden ser las debilidades de este modelo? Veamos algunos puntos que pueden afectar al sector en un corto y medio plazo.
1. Alimentación. Desde la inserción de la ganadería intensiva española, a finales de la décade de 1960, en el complejo soja y maíz, que se llegó a denominar modelo americano —pues de EE UU llegaron las pautas—, nuestra dependencia de estas dos materias primas es total. No producimos soja (1), que tenemos que adquirir de EE UU o de Brasil (2). Cambiar el modelo alimentario es difícil, y más cuando se abandonó desde hace tiempo la posibilidad de autoabastecernos de protooleaginosas que podíamos haber cultivado en nuestros campos pero que el lobby de las fábricas de pienso y de las integradoras, con la complicidad de la Administración, no lo permitieron.
Lamentablemente, nos hemos quedado en lo anecdótico, cuando la actividad ganadera merece una discusión científica, sosegada y en profundidad
Tener el dominio de estas dos materias primas es esencial para el desarrollo del sector y conseguir su sostenibilidad en el tiempo. China ha firmado un pracuerdo con Argentina para invertir 2.800 millones de dólares en 25 granjas porcinas. Inicialmente, lo acordado sería que Argentina facilitaría 900.000 toneladas de carne de cerdo en los próximos cuatro años, aunque con esta asociación binacional se pasará de una producción de 6 a 100 millones de cerdos en un periodo de 5 a 8 años. Como explican autoridades de la Administración de ese país: “Argentina hoy tiene uno de los mejores estatus del mundo como país para criar cerdos, ya que los mayores cultivos en nuestra agricultura son el maíz y la soja” (3). De allí puede venir la crisis futura de este tipo de ganadería.
2. Las razas. Nuestras razas de porcino hoy son todas prácticamente importadas (Landrace, Larg White, Duroc, etc.). Las autóctonas han desaparecido o quedan simbólicos reductos… si exceptuamos el cerdo ibérico. Las razas actuales son muy eficientes: en 8 meses 90-100 kilos con altos ratios de transformación pienso/carne.
3. La integración . También nos llegó de EE UU. Ellos comenzaron el sistema con los broilers (4) en la década de 1960 y los aplicaron luego a otros animales. Es el eslabón más débil de la cadena. El ganadero de porcino integrado asume el coste fijo de las instalaciones, así como los costes variables y, al final del periodo de engorde, cuando los animales van al matadero, la empresa integradora les paga una cantidad por cerdo vivo. En el debate de estas semanas los integrados o bien han criticado al ministro siguiendo las pautas de la patronal o por precaución han permanecido en silencio. Si comienzan las dificultades para el sector por la caída de las exportaciones se sabe qué va a pasar: las integradoras recortarán el canon que pagan al ganadero o rescindirán contratos, y este se queda con las deudas contraídas con los bancos.
4. Calidad de la carne. La carne de las granjas industriales, de las macrogranjas, es de baja calidad, lo cual no significa que quien la coma vaya forzosamente a enfermar. Esa carne en fresco o transformada es barata, al alcance de los ciudadanos chinos y de las clases populares españolas. Quien tiene posibilidades y conoce las características del cerdo de capa blanca, compra ibérico, criado en las dehesas, sabroso y de superior calidad. ¿Que no podríamos comer tanta carne fresca (y sus transformados) con este tipo de explotación porcina con el que se cría el cerdo ibérico? Sacar a los cerdos de las naves industriales de engorde, que correteen por las superficies de la España vaciada, que se establezcan sistemas de alimentación con leguminosas autóctonas, que se recuperen variedades rústicas de puercos casi perdidas con planes para su mejora genética llevaría posiblemente a una reducción del consumo de carne, que hoy está disparado, con las consecuencias para la salud de las que nos han alertado repetidamente los especialistas médicos.
5. La contaminación. Después de sobrepasar a Alemania en la producción de cerdos y en las exportaciones de carne de porcino, se nos reconoce en Europa como “la granja España”. Muchos gorrinos, pero también malos olores, y sobre todo contaminación, por nitratos de las capas freáticas a causa de los purines, es lo que ha provocado que en muchos pueblos donde abundan estas granjas el agua no sea potable o se encuentre en el límite. Los purines van a balsas hechas ex profeso, que se suelen desbordar en época de lluvias, o directamente al pozo ciego, o al barranco o río más próximo. Este es un mal conocido, pero hay otro más peligroso que podría ocurrir: una zoonosis, la transmisión de pandemias por los virus que los animales silvestres pueden contagiar a los de cría que viven hacinados en estas instalaciones.
(1). España tiene en cultivo una supericie de 2.000 hectáreas que producen 4.000 toneladas. En maíz la superficie cultivada es de 400.000 hectáreas con una producción de 4 millones de toneladas, pero somos deficitarios y nos vemos obligados a importar varios millones de toneladas de otros países europeos y de EE UU.
(2). La clasificación de grandes productores la encabeza EEUU, que con una superficie de 35 millones largos de hectáreas produce 123 millones de toneladas de soja, seguido de Brasil.
(3). Argentina destina 17 millones de hectáreas al cultivo de soja y produce 38 millones de toneladas.
(4). Los broilers eran pollos que en poco tiempo (de 2,5 a 3 meses) estaban listos para ser sacrificados. Alimentados con soja y maíz, no son de mucha calidad, pero han abastecido de carne a muchos habitantes del planeta.