Matrimonio para todos: el triunfo del amor
La autenticidad del sentimiento amoroso se ha convertido en la única norma admisible para un matrimonio. La reivindicación de la consideración del matrimonio de parejas homosexuales parte de esta premisa.
Al igual que sucedió en España, la ley del “matrimonio para todos” ha provocado una gran polémica en Francia, que ha acabado sumándose a una tendencia en auge. ¿Pueden la antropología y la sociología arrojar luz en el debate?
DISOCIACIÓN DE ROLES
Durante mucho tiempo, los etnólogos han priorizado un enfoque funcionalista del matrimonio. Habiéndolo considerado un fenómeno presente en toda sociedad, bajo las formas más variadas (poligamia, poliandria, monogamia…) y bajo modalidades prácticas igualmente diversas (por compra, por rapto, de prueba, por consentimiento mutuo…), le atribuían una función universal: permitir que los bebés fueran reconocidos como legítimos por parte de sus padres.
Este enfoque tuvo la ventaja de evidenciar la disociación, frecuente en muchas sociedades, de los roles del progenitor y del que ostenta la autoridad paterna. En los años cincuenta, el antropólogo Edmund Leach llamó la atención sobre el matrimoinio nayar, en el sur de la India: la unión ritual de una mujer con un brahmán, lo que abría la posibilidad de que la mujer engendrara hijos con múltiples parejas que, sin embargo, no asumirían la paternidad social. Ésta correspondería al tío materno. Este tipo de matrimonio implica distinguir claramente tres roles masculinos distintos: marido, progenitor y padre responsable.
AFINIDADES A LA HORA DE ELEGIR
Los sociólogos, por su parte, mostraron que, en las sociedades modernas, el matrimonio tiene una especificidad que no se encuentra en otra parte: tiende a concebirse sistemáticamente como algo que debe resultar de una elección personal basada en afinidades escogidas. Esta norma conyugal individualista se impuso lentamente a partir de mediados del siglo XVIII, de lo que da testigo la crítica creciente de los matrimonios concertados. El objetivo de estos últimos era preservar los intereses patrimoniales del grupo familiar, ya que prohibía la alianza con una persona procedente de una posición social inferior.
Tal y como el sociólogo Niklas Luhmann probó, esta lógica patrimonialista se debilitó a medida que las relaciones sociales se fueron individualizando cada vez más y a medida que la familia (convertida en familia nuclear) se fue volviendo autónoma respecto de la paternidad o el parentesco. Hasta tal punto que hoy quedan descalificadas las preocupaciones de tipo material, aunque siempre permanezcan presentes, ya que se trata de justificar una elección por amor. Desde este punto de vista, el matrimonio homosexual puede entenderse como una fase más en un movimiento histórico de larga duración que sacraliza la libertad de elección individual y que hace de la autenticidad del sentimiento amoroso la única norma admisible para un matrimonio.
Es evidente que, lejos de esta ideología moderna del amor, encontramos la realidad de las prácticas matrimoniales. Todos los estudios sociológicos demuestran, en efecto, cómo persiste un hecho inquietante: la homogamia social; es decir, el hecho de que aunque en teoría nos corresponda la elección más o menos total de nuestra pareja, tendemos a unirnos con aquella que comparta nuestro estatus socioeconómico. Dicha constatación recuerda que las elecciones formalmente individuales no son elecciones tan libres de una lógica colectiva.
PARA SABER MÁS:
· Critique de lánthropologie: por Edmund Leach. PUF. 1968 (1955)
· Amor como pasión. Sobre la codificación (los códigos) de la intimidad, por Luhmann. Península. 2008.
· La formation du couple, por Michel Bozon y François Héran. La Decouverte. 2006