Modelo energético insostenible
Presidente del Colectivo para un Nuevo Modelo Energético y Social Sostenible (CMES)
La insuficiencia de combustibles fósiles y los daños medioambientales obligan a dar a unas nuevas bases de desarrollo y a un salto al 100% de las renovables en 2050
ILUSTRACIÓN: ELISA BIETE JOSA
La evolución de la humanidad va asociada al uso de recursos y energía. Su crecimiento ha sido lento durante muchos siglos pero, con la explotación de los combustibles fósiles, se ha acelerado especialmente desde la Segunda Guerra Mundial. Entre 1945 y 2012, el uso de recursos energéticos no renovables se ha multiplicado por ocho y hoy es el 84% de la base energética mundial —un 80%, en combustibles fósiles (1)—. Así pues, olvidando los límites, hemos construido un sistema económico que no funciona sin crecimiento.
Veamos la evolución mundial de la energía desde la Revolución Industrial (véase el gráfico 2). Al inicio, el grueso procedía de fuentes renovables pero, con la máquina de vapor y el ferrocarril, el consumo medio de carbón, ya apreciable en 1825, supera a las energías renovables hacia 1903 con 750 gigavatios, GW o millones de kilovatios de potencia media y, entre 1910 y 1945, fluctúa entre 1.000 y 1.500 GW. El petróleo arranca con la industria del automóvil a inicios del siglo XX y llega a 500 GW en 1945, mientras que el gas natural sigue una evolución análoga con cierto retraso y a una escala menor.
Sin embargo, la gran expansión energética tiene lugar después de la Segunda Guerra Mundial sobre la base del petróleo: éste supera al carbón en 1963, y en un plazo de 28 años (entre 1945 y 1973) se multiplica por ocho, al pasar de 500 a 4.000 GW. Las crisis del petróleo de 1973-1979 (guerra de Yom Kippur, guerra Irak-Irán, revolución iraní) frenan el consumo mundial de crudo, pero se desarrolla la energía nuclear. En la etapa siguiente, 1983-2008, el crecimiento del petróleo es más moderado, mientras que el gas natural y el carbón —este último de la mano de las economías asiáticas emergentes, China e India— crecen a mayor ritmo.
EL EFECTO DE LA CRISIS
Después de la crisis de 2008, la producción de crudo crece algo gracias a la explotación de los hidrocarburos extremos —arenas bituminosas, esquistos con fracking; aguas profundas—, todos ellos con tasas de retorno energético decrecientes, asociados a accidentes y con impactos ambientales cada vez mayores. Por otra parte, la energía nuclear entra en declive después del accidente de Fukushima de 2011. Sólo aumentan el carbón, con impactos ambientales extremos, y el gas natural, cuyas fugas en los gasoductos y pozos de fracking, la quema (o flaring) en ciertas explotaciones y los consumos energéticos en la licuefacción, generan impactos ambientales que pueden llegar a ser superiores a los del carbón.
Extrapolando los actuales consumos de combustibles fósiles y uranio y confrontándolos con las reservas oficiales actuando solidariamente (cuando una se agota, las otras vienen a cubrir su hueco), se deduce que éstas se agotarán totalmente en el año 2060, comenzando por el petróleo en la década de 2040 .
La crisis ha sido un aviso serio de que la Tierra no puede aguantar un desarrollo expansivo
Las conferencias internacionales sobre el cambio climático no han limitado las emisiones
Si bien el agotamiento de los fósiles tiene un efecto directo sobre el actual sistema económico, pues sin energía no hay subsistencia ni desarrollo, su combustión tiene impactos ambientales graves a largo plazo con consecuencias sobre el cambio climático difícilmente reversibles a escala de tiempo humana. En 1945 se emitían en el mundo unos 3.000 millones de toneladas de CO2 al año (TCO2/a); en 1992, año de la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, se emitían más de 21.000 y en 2008, 30.200. Después de un ligero parón con la crisis, en 2012 las emisiones suben hasta 33.200 TCO2/año.
Todas la conferencias internacionales sobre el cambio climático no han logrado limitar las emisiones y en los medios científicos han saltado ya todas las alarmas. Según el informe WEO-2011 (World Energy Overlook, de la Agencia Internacional de la Energía), “el crédito de emisiones para el Escenario 450 [de máxima sostenibilidad ambiental] se agota en 2017”, lo que significa dejar la mayor parte de las reservas sin quemar.
MODELO DE DESAROLLO
Desde la Revolución Industrial, e independientemente de su orientación social, todas las grandes opciones económicas (capitalismo, comunismo, socialdemocracia, capitalismo de Estado, neoliberalismo) presuponen el crecimiento económico y el uso creciente de recursos y energía. Desde la perspectiva actual, o sea, la progresiva insuficiencia relativa de los combustibles fósiles, por un lado, y la generación de impactos ambientales cada vez más inadmisibles (entre ellos, el cambio climático), por otro, obligan a una ineludible revisión de las actuales bases del desarrollo.
Después de la Segunda Guerra Mundial, en Europa y los países occidentales prevalece el modelo de desarrollo de Keynes, basado en las inversiones públicas y el Estado de bienestar. A partir de 1980, en Norteamérica se consolida el pensamiento económico neoliberal (luego propagado a Europa y a las clases dirigentes mundiales), que sitúa el libre mercado como la panacea de una economía eficiente, a la vez que propone la desregulación y la privatización de las actividades económicas y el adelgazamiento de las administraciones y los servicios públicos. Entre tanto, se desploma el sistema soviético, que ejercía cierto papel de contrapoder. Esta situación halló elementos de estabilidad mientras la explotación de los recursos naturales permitía una economía en continua expansión: la mayor parte de la riqueza se concentraba en unas pocas manos mientras los impulsores de la socialdemocracia conseguían que parte de ella retribuyera el trabajo, alimentara los servicios públicos y paliara las mayores desigualdades.
ILUSTRACIÓN: ELISA BIETE JOSA
La reciente crisis de 2008 viene a modificar este estado de cosas: es el primer aviso serio de que los recursos no renovables de la Tierra ya no pueden sostener un desarrollo expansivo (es sintomático el máximo precio histórico alcanzado por el crudo en julio de este año, 147 dólares/barril), a la vez que pone de manifiesto que el sistema neoliberal, además de no equitativo, es también ineficiente.
HAY ALTERNATIVA ENERGÉTICA
Lamentablemente, los enormes beneficios que genera la escasez en las corporaciones multinacionales ligadas a actividades extractivas y especulativas actúan como freno a cualquier transformación: argumentando falsamente que los ciudadanos viven por encima de sus posibilidades, continúan enriqueciéndose (ahora sin crecimiento global) a costa del empobrecimiento del resto (paro, precariedad, destrucción de actividades locales) en el marco de una economía ya limitada por los recursos de la Tierra. En un futuro no muy lejano, el declive de los combustibles fósiles pondrá de manifiesto la incompatibilidad de este modelo con una vida digna para la gran mayoría de población.
El sistema está basado en crecer y en usar cada vez más energía y recursos
En el sur de Europa se dan las condiciones para una transición
Afortunadamente, tenemos un gran motivo de esperanza: las energías renovables (solar, eólica, hidráulica, marítima, biomasa), casi sin efectos contaminantes, son más que suficientes para sostener una vida digna para toda la humanidad, como ponen de manifiesto Ramon Sans y Elisa Pulla con datos y evaluaciones. Además, son recursos libres repartidos por todas las geografías, lo cual permite el empoderamiento de ciudadanos, familias y colectividades. Para avanzar en este nuevo paradigma hay que hacer un profundo cambio cultural, social y político (en definitiva, ético) para que la economía se oriente a resolver la subsistencia y el bienestar colectivo y no al enriquecimiento enfermizo de unos pocos. En los países del sur de Europa, casi sin recursos fósiles pero con un clima favorable, se dan unas condiciones inmejorables para impulsar la transición energética, evitar la dependencia exterior —recordemos que España importa crudo y gas natural por valor de unos 50.000 millones de euros al año (2)— y mantener nuestro nivel de vida.
HORIZONTE MÁXIMO, 2050
Desde el Colectivo para un Nuevo Modelo Energético y Social Sostenible (CMES, www.cmescollective.org), asociación creada en 2012 y formada mayoritariamente por profesionales de distintos campos con responsabilidades en la economía productiva y los servicios, hemos iniciado una reflexión colectiva sobre la necesidad de una transición energética al 100% de fuentes renovables no más allá de 2050 con una clara voluntad de incidir en su efectiva implantación en un marco de estabilidad económica y de inclusión social. Para este proyecto, CMES adopta el logo TE21 del libro de Sans (vicepresidente de la asociación) y Pulla (3).
Habrá ocasión de reflexionar y realizar propuestas sobre muchas de las preguntas que se formula la gente en relación con la energía. Ya sea sobre aspectos referidos a la situación actual, con la perspectiva de un agotamiento de los recursos fósiles, los hidrocarburos de última frontera (entre ellos, el fracking), los peligros de la energía nuclear o los impactos sobre el cambio climático. O ya sea sobre aspectos varios de la transición energética: su carácter ineludible, la suficiencia de las energías renovables, inversiones necesarias, requerimientos territoriales, almacenamiento de las energías intermitentes o etapas de su implantación.
Sin olvidar tampoco algunos aspectos más técnicos: el hidrógeno como futuro vector energético, la evolución de la red eléctrica, la relación entre autoproducción y autoconsumo, los vehículos eléctricos de baterías y de pila de hidrógeno o el futuro del ferrocarril. Y, por supuesto, aspectos de actualidad como la reciente caída del precio del petróleo, la factura eléctrica de España en relación con los países europeos, costes reales de la energía nuclear, el ahorro energético o las subvenciones escondidas. Para ello, diversos miembros del colectivo CMES intervendrán sucesivamente en este debate a título individual, pero de forma coordinada.
El gráfico muestra cómo evoluciona el reparto entre las rentas del trabajo (T) y las del capital (C), a la vez que señala cómo los recursos y la energía (línea roja de trazos ascendente) condicionan el conjunto de rentas.A partir de la crisis de 2008, los recursos y la energía (línea roja de trazos horizontales) imponen un límite sobre las rentas.
Después del desconcierto inicial, los grandes poderes económicos, con la ayuda de influyentes sectores políticos, consiguen mantener su crecimiento flexionando a la baja las rentas del trabajo.
La parte final del esquema muestra las consecuencias de hacer o no hacer la transición energética hacia las renovables.
En todo caso, queda patente que debe modificarse radicalmente la situación actual para hallar una salida favorable a las poblaciones del mundo.
(1). Riba Romeva, C., Facturas energéticas de los combustibles fósiles. Dependencias y desigualdades, Editorial Octaedro, Barcelona, 2015.
(2). En este y posteriores trabajos, para medir producciones y consumos medios se usa GW (energía/tiempo, que equivale a potencia; gigavatio año/año); para medir reservas (energía acumulada) se usa GWa (gigavatio año).
(3). Riba Romeva, C., Recursos energéticos y crisis. El fin de 200 años irrepetibles, Editorial Octaedro, Barcelona, 2012.
(4). Sans Rovira, R.; Pulla Escobar, E., El colapso es evitable. La transición energética del siglo XXI (TE21), Editorial Octaedro, Barcelona, 2013.