Situación bloqueada con pocas fisuras
Pulso: El enroque de posiciones ha agravado un problema que empieza a enquistarse y que impide abordar otras cuestiones. La convivencia forzosa sería dura, antipática y desestabilizadora
ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR
Tras la negativa del Congreso de los Diputados a transferir a la Generalitat la competencia para convocar la consulta que quiere hacer el Parlamento catalán, el bloqueo a la solución de los problemas entre Catalunya y España es más absoluto que antes. El telón de fondo es el desconcierto español ante una ofensiva que tiene su máxima fuerza en su carácter pacifista, y el riesgo de que algún incidente ensombrezca un pulso que debe ser exquisitamente democrático.Hay tres alternativas de fondo. Una, la posibilidad de que Catalunya se independice. Otra, que España efectúe reformas federalizantes que sean aceptables para la mayoría de los españoles y los catalanes (tomados en dos bloques). La tercera es mantener sin cambios la situación actual.
La lectura posibilista de la Constitución que se hacía con ETA ahora se considera solo teórica
En el conjunto de España es completamente mayoritario el rechazo a la primera opción. La lectura constitucional posibilista que se hacía en los peores momentos de ETA ahora se considera solo teórica. Recuerden que aquí se predicaba que, sin violencias, por vías democráticas, podía conseguirse cualquier objetivo político, y se mostraba como prueba del nueve la legalidad de un partido tan inequívocamente separatista como Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). Está muy claro que el mecanismo constitucional fue diseñado para que en la práctica el objetivo político de la independencia de una parte de España sea inalcanzable. En acertada definición de Lluís Bassets, la Constitución española solo permite un independentismo platónico, un separatismo que no vaya acompañado de la voluntad de consumar su deseo.
La segunda opción, las reformas, también está obstruida. El Partido Popular, decisivo por su mayoría absoluta en las dos cámaras, rechaza frontalmente una reforma de la Constitución hacia un modelo federal. Los socialistas españoles sí que abogan oficialmente por ello, pero están tan divididos e inseguros respecto al asunto que no han presentado su propuesta con la debida concreción. Únicamente los catalanes no soberanistas —acompañados por una franja indeterminada de españoles de otras procedencias— apuestan vigorosamente por el modelo federal. Artur Mas y sus soberanistas ningunean al federalismo y consideran muy difícil que España acepte esa vía, aunque rehúyen la cuestión de si creen que la independencia será más fácil de conseguir que una reforma de esas características.
La tercera opción, el continuismo puro y duro, aunque no guste a los catalanes es la única que actualmente está en pie.
Consulta o consultas
Datos fiables señalan que la mayoría absoluta de los catalanes desea cuantificar a través de una consulta, en principio informativa, su equilibrio interno de fuerzas respecto a la relación con España. En paralelo, un porcentaje importante de catalanes —menor que el anterior, pero indeterminado— quiere un referendo como primer paso de un proceso de acceso a la independencia que desean. Los catalanes soberanistas ya opinan y actúan como si fuesen mayoría absoluta, y el Gobierno de Artur Mas dedica el núcleo central de su actividad política a ayudarles a conseguir sus fines.
En puridad, podrían ser dos consultas consecutivas, especialmente si la primera demostrase que existe una amplia mayoría absoluta de independentistas. Pero la intencionalidad de quienes prefieren la segunda, con Artur Mas y la Asamblea Nacional Catalana (ANC) a la cabeza, las han mezclado y ahora es solo la segunda la que ya tiene pregunta y fecha: el 9 de noviembre de 2014. Y el Parlamento español la ha rechazado. Pero ese rechazo tiene poco valor para los catalanes que se sienten distantes de España y lo suman como nuevo agravio a la sensación de ofensa colectiva con que se recibió el recorte final del Estatuto cuando ya había sido refrendado políticamente por el Parlamento catalán, por el Congreso de los Diputados y por una consulta directa en Catalunya.
El papel de la ANC
La España que hasta hace poco consideraba que el independentismo tenía poca fuerza real en Catalunya y que su afloración actual respondía a un desatino de Artur Mas, desconoce el alcance de la atipicidad de la situación interna catalana. Los ciudadanos de Catalunya están tan descontentos de los partidos y las instituciones oficiales como los del resto de España, pero han hecho cristalizar un canalizador de su decepción respecto a España: la Asamblea Nacional Catalana. Es una asociación privada (hasta el último tirón hacia arriba tenía 25.000 socios cotizantes de 4 euros al mes y otros 20.000 acompañantes sin pago) que esgrime su libertad de expresión y se irroga de facto la representación popular auténtica, en distancia del desacreditado mundo político oficial.
La única opción en pie es el continuismo puro y duro, aunque no guste a los catalanes
Los soberanistas ya opinan y actúan como si fuesen mayoría absoluta
La ANC actúa por libre como maquinaria propagandística activa e imaginativa a favor de la independencia. Envuelta en la doble bandera de la secesión y el pacifismo, es la que toma las iniciativas para alejar psicológicamente a la sociedad catalana de España. Cumple un papel fundamental: deja nítidamente a salvo de esa responsabilidad a Artur Mas, Convergència, Esquerra y el Parlamento. La ANC estuvo detrás de las movilizaciones de las dos últimas Diadas, es a la que se debe el gran impulso y las características de la consulta que reclaman los soberanistas, y propone que la independencia se proclame el día de Sant Jordi (23 de abril) de 2015. Tambien fue suyo el recordatorio informal a las autoridades catalanas para que en su momento mantengan el control sobre “fronteras, puertos, aeropuertos, seguridad pública, comunicaciones, etc.”. Las críticas a la ANC incrementan su número de adheridos. Si el actual proceso independentista descarrilase previsiblemente, los otros impulsores intentarán que la derrotada pagana sea simplemente ella.
Dentro del atolladero político general que vive España, lo único que se percibe es un clamor buenista a favor de que Catalunya y España dialoguen. Pero a día de hoy las posturas inmóviles hacen utópico el diálogo mientras los responsables políticos sean los actuales. Mariano Rajoy no tiene intención de reunirse con Artur Mas si no renuncia previamente a la consulta, y la Generalitat proclama por su parte que hará una u otra consulta porque considera que eso es irrenunciable. Y si no lo consigue convocará unas elecciones calificadas de plebiscitarias, que nadie sabe qué comportarán en caso de que las gane de forma absoluta el soberanismo.
El bloqueo previsiblemente durará. Las elecciones europeas y el posterior horizonte de las municipales descartan a corto plazo cualquier movimiento político de calado.
Las novedades de abril
El mes pasado el debate incorporó dos datos llamativos. Uno, la divulgación por parte del Instituto de Estudios Económicos (IEE), el think tank de la CEOE, de un informe legitimando el uso del Ejército si Catalunya declara la independencia de forma unilateral. Es la entrada en el debate desde un ángulo civil no radicalizado del argumento del uso de la fuerza. Hasta entonces todo se refería a cuestiones legales, a la más que posible salida de la UE de la hipotética Catalunya independiente, y a los beneficios y desventajas económicas que comportaría la secesión para las dos partes.
Las posturas inmóviles hacen utópico el diálogo con los actuales responsables políticos
La propuesta de Herrero de Miñón podría ser un punto de partida de desbloqueo
A estas alturas parece claro que la separación amistosa sería imposible
La segunda novedad es la tesis de Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón. El veterano constitucionalista sostiene que no sería lógico resolver la aspiración catalana federalizando en España a quienes no se desean federar. Propone no cambiar la Constitución y conceder a Catalunya, a través de una disposición adicional como la que pactaron en 2011 José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy para adaptarse a la legislación europea, un fuero similar al que ya tiene Navarra, aunque con más acento en el blindaje de lengua, cultura y educación, y manteniendo la necesaria aportación económica catalana para la nivelación de las autonomías con menos recursos.
Este planteamiento podría ser un punto de partida con vistas al futuro, porque a estas alturas parece estar claro que la separación amistosa será imposible, que el replanteamiento legal ahora es muy difícil, y que la convivencia forzada de Catalunya y España promete ser antipática, dura y muy desestabilizadora de cara a las demás cuestiones que deben abordarse. Este es el panorama.
Artículo de análisis vinculado al Dossier 'Un pulso enconado por la desconfianza' sobre el debate territorial