¿Tiene futuro el Bitcoin?
Internet. Solución de pago innovadora, pero también moneda del crimen y la especulación, el Bitcoin lo es todo a la vez. Desciframos la moneda virtual.
ILUSTRACIÓN: DARÍO ADANTI
El 2 de octubre de 2013, la página web Silk Road, auténtico supermercado de la droga online, fue cerrada y su fundador, detenido. Se calcula que, en dos años y medio, el volumen de negocios del “eBay del vicio” fue de 1.200 millones de dólares. O, para ser más exactos, 9,5 millones de Bitcoins, la moneda virtual con que se operaba en Silk Road.
¿Bitcoin? Desde hace unos meses, ese ovni monetario acapara las portadas en los medios de comunicación. Para sus detractores, no es más que una invención ingeniosa y perniciosa destinada a enriquecer a un puñado de forofos y a enmascarar actividades fraudulentas. Para sus defensores, encarna una auténtica revolución monetaria que transforma nuestros modos de pago.
El Bitcoin es un sistema de pago totalmente descentralizado, susceptible de funcionar, en teoría, sin la intervención de los bancos ni de los Estados. En la práctica, aún no está clara su utilización. Sí lo está que sobrevivirá si supera sus contradicciones.
Estamos hablando de un protocolo informático concebido por un misterioso personaje que se oculta tras el seudónimo de Satoshi Nakamoto. A finales de 2008, se presentó como una solución al problema de cómo efectuar pagos online prescindiendo de un tercero de confianza. En el sistema monetario clásico, los bancos controlan todas las transacciones. En el sistema Bitcoin, son los propios usuarios quienes validan las transacciones publicadas en una red entre iguales o P2P. Una tecnología criptográfica compleja garantiza la seguridad del sistema y el anonimato de las partes.
DE PARTICIPANTES O 'MINEROS'
Circulando sin intermediarios, la moneda cifrada prescinde también de emisor: la creación de las unidades de cuenta, los Bitcoins, está predeterminada por el protocolo. Recompensa a los participantes que dedican la capacidad de cálculo de sus ordenadores al proceso de validación de las transacciones. Se les denomina mineros, una alusión al oro en el que se inspira el sistema, pues el stock de Bitcoins es limitado: la emisión monetaria debe disminuir a la mitad cada cuatro años hasta alcanzar un techo de 21 millones hacia 2040. Ya se han emitido algo más de 11 millones.
Se puede adquirir monedas en una de las plataformas Internet en las que se cambian por numerosas divisas oficiales de acuerdo con un tipo que varía en función de la oferta y la demanda. Una diferencia fundamental con otras monedas virtuales* que no son, o solo son en parte, convertibles. El Bitcoin se presenta, pues, como un rival de las monedas oficiales.
Estamos, según expresión de uno de sus promotores, el empresario Pierre Noizat, ante una moneda “libre”. Nadie puede hacerse con su control, a diferencia de los billetes y las monedas, que son monopolio público, de la moneda escritural, creada por los bancos, o de otras monedas virtuales controladas por entidades privadas.
Todo ello seduce tanto a los amantes del software libre como a los economistas libertarios, enemigos de cualquier intervención pública en la economía. Sus adeptos subrayan las múltiples ventajas del Bitcoin: es universal, potencialmente es susceptible de utilizarse en cualquier lugar; no necesita intermediarios, reduce los costes de transacción en el comercio online y permite pagar sin revelar las cuentas bancarias ni la identidad de quien realiza el pago. Al estar fuera de la influencia de los Estados, elude el control de capitales e impuestos, y como su emisión es limitada, se presenta como una protección frente a la inflación.
Pero, en la práctica, su uso está reservado hoy a los tecnófilos con nervios de acero, capaces de comprender el sistema y soportar sus riesgos. Como los de piratería. Las plataformas de intercambio han sido varias veces víctimas de ciberataques que han vaciado numerosas cuentas y, como reverso de la medalla anarquista, al flotar en una tierra de nadie jurídica, el sistema Bitcoin deja a los usuarios timados sin posibilidad de recurrir. Todo ello por no mencionar la volatilidad de la divisa: en cuatro años, ya ha sufrido dos crash. En abril de 2013 su valor en euros se multiplicó por tres en quince días... para luego dividirse por lo mismo en una semana.
UN ACTIVO DE ALTO RIESGO
De hecho, hoy el Bitcoin se asemeja más a un activo altamente especulativo que a un medio de pago. Por el momento, la inversión en Bitcoins es, a largo plazo, altamente rentable. En 2009 no valía nada. A mediados de noviembre pasado se cambiaba a más de 300 euros.
Su fulgurante revalorización refuerza la imagen de oro digital del Bitcoin. Como el oro, su curso surfea sobre la crisis. Pero la metáfora es engañosa: a diferencia del oro, el valor del Bitcoin no va ligado al de un bien precioso. ¿Qué lo respalda, pues? La creencia de que su valor está predestinado a apreciarse. La definición de una burbuja, dicen sus detractores.
Como medio de pago, el uso del Bitcoin es limitado. Según el FBI, Silk Road representaba entre el 4% y el 9% de las transacciones cotidianas en la criptodivisa. El cierre de la web alivia a todos los que creen en el futuro del Bitcoin como medio de pago “respetable”. Pero hoy, los sitios (legales) catalogados por bitcoin.fr no superan el centenar y principalmente son sitios de juegos online, de venta de material informático y de servicios de Internet, como el sitio de alojamiento de blogs World Press. En la práctica, a escala mundial se registran 40 transacciones en Bitcoins por minuto frente a las 200.000 de la tarjeta Visa.
Sin embargo, una nueva ola de empresarios cree que el Bitcoin puede ser una alternativa al pago electrónico actual. “Las transacciones electrónicas son el último bastión en el que el 100% de las operaciones pasan por redes privadas como Visa, MasterCard o por redes bancarias e interbancarias, pero nunca por redes libres”, subraya Gonzague Grandval, directivo de Paymium, que ofrece un medio de pago basado en el protocolo Bitcoin. Su objetivo es convencer a los comerciantes de que utilicen su oferta por ser más barata (menos del 1% de comisiones frente a entre el 2% y el 3% para los pagos con tarjetas de crédito o vía PayPal), más simple (no hay clave), adaptable al móvil, abierta y segura (tiene el aval de un socio bancario). Además, el euro puede seguir siendo la unidad de cuenta de las operaciones aunque los pagos transiten por la red Bitcoin.
El Bitcoin se acerca a la edad de la razón. Intenta sobrevivir en un marco legal y con el apoyo de la banca. Su destino no es hacer la competencia a las monedas nacionales, sino pisar el terreno a PayPal o a MasterCard. Menos grandioso, pero más prometedor si elimina el tufo de uso fraudulento y su alocada volatilidad.
Tailandia la prohíbe, Alemania la legaliza y Kenia experimenta
El anonimato que ofrece el sistema Bitcoin hace de él la soñada tapadera para el blanqueo de dinero, el fraude fiscal y otras actividades fraudulentas. Por ello, los poderes públicos vigilan cada vez más de cerca la criptodivisa. Pero no es tan evidente que se pueda controlar un sistema semejante. Por el contrario, sí es posible controlar, por no decir cortar, los puentes entre la moneda virtual y la economía real, sobre todo a través de las plataformas que permiten cambiarla por la moneda oficial y que, tanto en Estados Unidos como en Europa, deben ahora contar con una licencia y registrar la identidad de sus clientes. Además, el sistema no es tan anónimo como parece por la trazabilidad de las transacciones. La nueva moneda está, pues, en libertad vigilada.
A largo plazo, se dibujan dos estrategias. La de la prohibición pura y dura, vía seguida por Tailandia, y la estrategia contraria, la de su legalización, por la que ha optado Alemania, cuyo Gobierno decidió el pasado agosto reconocer el Bitcoin como una moneda digital privada. Esto la somete a retenciones fiscales.
Con un sistema bancario poco desarrollado y por delante en el pago electrónico a través del móvil, África podría constituir un terreno prometedor para el Bitcoin. En Kenia, por ejemplo, el 70% de la población no tiene cuenta bancaria, pero sí un teléfono móvil. 15 millones de personas usan M-pesa, el sistema de pago a través del móvil del operador Safaricom. Hay una empresa que propone ya a los usuarios de M-pesa utilizar los Bitcoins, lo cual les permitiría, por ejemplo, recibir rápidamente dinero del extranjero sin pasar por empresas como Western Union o MoneyGram, que les retienen importantes comisiones.
Como la oferta es fija, si la demanda de la moneda aumenta, los precios de bienes y servicios expresados en Bitcoins están destinados a bajar.
(*) Un reciente artículo muestra que, en pequeñas dosis, mejoraría considerablemente el rendimiento de una cartera de inversión (“Virtual Currency, Tangible Return: Portfolio Diversification with Bitcoins”, por Marie Brière, Kim Osterlinck y Ariane Szafarz, septiembre de 2013). Por otra parte, en Estados Unidos ya está en proyecto un fondo de inversión en Bitcoins.