Un plan de estímulo gigantesco
DIRECTOR DE LA COMISIÓN EUROPEA EN ESPAÑA
Los miedos que despierta el tratado de libre comercio entre EE UU y la UE son infundados
La Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (ATCI) ha suscitado un nivel de interés sin precedentes para una negociación comercial. Muchos ciudadanos están preocupados por lo que oyen. Pero la realidad de la negociación es diferente de la imagen que dan los activistas contrarios a la ATCI. ¿Cuáles son las críticas más comunes, en nuestra opinión más bien mitos sin fondo?
Primera crítica: las negociaciones tienen por objeto permitir la entrada en el mercado europeo de productos norteamericanos de baja calidad, peligrosos o perjudiciales. Simplemente, no es cierto. El acuerdo no modificará la legislación de la Unión Europea sobre organismos modificados genéticamente, carne de vacuno tratada con hormonas, pollo limpiado con tratamientos clorados o sobre productos químicos en general.
ILUSTRACIÓN: DARÍO ADANTI
Segunda crítica: La solución de diferencias entre inversores y Estados otorga derechos a las empresas para interponer una demanda contra los gobiernos. Esto tampoco es verdad. Los Estados miembro, sí, pidieron a la Comisión Europea que negociara un capítulo sobre la protección de las inversiones. Pero la realidad es que las negociaciones están congeladas desde el pasado marzo, cuando la Comisión puso en marcha una consulta pública sin precedentes sobre esta cuestión. Corresponderá a la próxima Comisión Europea, bajo el presidente electo Jean-Claude Juncker, decidir los próximos pasos.
Tercera crítica: Las negociaciones se llevan a cabo en secreto. Es cierto que la Comisión dirige estas negociaciones y puede ser que la institución sea un ente desconocido para muchos ciudadanos. No obstante, somos designados por los gobiernos nacionales y luego aprobados por el Parlamento Europeo elegido directamente. Por tanto, estamos lejos de un golpe de Estado tecnocrático. También estamos sometidos a un estrecho seguimiento por parte de los gobiernos nacionales y también por el Parlamento Europeo.
Hasta aquí en lo relativo a los mitos. Entonces, ¿qué pretende la ATCI? Lo que pretende el acuerdo es crear un área de libre comercio entre Estados Unidos y Europa en la que no sólo desaparezcan los aranceles de aduana —que en algunos sectores como el calzado o la agroalimentación son todavía muy altos—, sino otras barreras no arancelarias que ponen trabas al comercio.
En el sector del automóvil, por ejemplo, las normas de seguridad son equiparables y el resultado es que tan seguros nos sentimos conduciendo un coche aquí como en Nueva York. Sin embargo, la diferencia de reglamentación hace que un vehículo homologado en Europa no pueda venderse en EE UU, y viceversa. Si conseguimos ponernos de acuerdo, los coches seguirán siendo igual de seguros y las empresas tendrán acceso a nuevos mercados.
NUEVAS OPORTUNIDADES
El acceso al mercado implica también la mejora del acceso a la contratación pública. Existen barreras reales a las exportaciones de la UE derivadas de que los servicios de la Administración y los estados de EE UU están obligados por ley a comprar americano (Buy American). Queremos que la ATCI aporte una igualdad de condiciones. Finalmente, el acceso al mercado incluye nuevas oportunidades para empresas de servicios en una serie de sectores. No obstante, los servicios públicos como sanidad o educación están excluidos esencialmente. Ninguno de los Tratados de libre comercio que la UE ha firmado ha ni siquiera considerado esto, y tampoco lo estamos haciendo esta vez.
¿Cuáles son los motivos para negociar este acuerdo? Supongamos que, en el contexto actual, un gobierno tuviera la oportunidad de lanzar un plan de estímulo económico de gran alcance, con potencial para aumentar un 0,5% el PIB anual del país, a fin de generar beneficios tanto a grandes como a pequeñas y medianas empresas y para crear miles de empleos en todos los sectores. Pongamos que el coste de dicho paquete de estímulo para las arcas públicas fuese igual a 0. ¿Difícil de imaginar? Pues esta es en realidad la oportunidad que tiene ante sí la Unión Europea. Para España, un país cuyas exportaciones a EE UU representan el 11% de lo que se vende fuera de la UE, el acuerdo abrirá nuevas oportunidades a muchas empresas, especialmente en sectores como el automóvil, el textil, la alimentación y los servicios.
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