Accede sin límites desde 55 €/año

Suscríbete  o  Inicia sesión

Entre reinas anda el juego

Comparte
Pertenece a la revista
Abril 2019 / 68

La disputa entre María Estuardo e Isabel I por sus respectivos reinos de Escocia e Inglaterra salta a la gran pantalla con un relato vestido de épica.

Saoirse Ronan se convierte en una imponente María Estuardo.

A lo largo de su historia Inglaterra ha tenido siete reinas. De entre todas ellas han sobresalido Isabel I Tudor, Victoria I de la dinastía Brunswick-Hannover e Isabel II de la casa de Windsor, quien actualmente tiene la Corona. Durante sus largos reinados muchas fueron las batallas que tuvieron que librar. Pero en pocos casos la historia nos deleita con enfrentamientos tan singulares como el de María Estuardo (Saoirse Ronan) y su prima Isabel I (Margot Robbie): dos reinas para un mismo trono. Un caso fuera de lo común y que el director, Josie Rourke, nos lo brinda en María, Reina de Escocia, un film vestido de épica que se centra en la figura de María Estuardo, quien fue Reina de Escocia entre  1542 y 1567 y que, finalmente, fue derrotada en su país, no sin antes dar el mejor de los regalos a los británicos: el heredero de tan disputado trono, Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia. Con solo un año fue coronado rey bajo la regencia de su tío Jacobo Estuardo, lo que dio inicio  a la dinastía Estuardo más tarde también en Inglaterra, cuando unió ambos reinos en 1603. 

Para el régimen monárquico, la mujer ha sido moneda de cambio y pieza de un tablero de ajedrez en el que su opinión, sentimiento o deseo no importaban. Siempre escoltada por sus doncellas, vigilada por los siervos del Rey (su Señor) e infravalorada por sus consejeros, las princesas y reinas difícilmente podían tener el poder por sí solas. Buen ejemplo de ello se nos muestra en este film, en el que María Estuardo no solo tuvo que enfrentarse a las amenazas procedentes del entorno de la reina inglesa, sino también a las presiones de su Consejo Real y del líder protestante escocés John Knox. Demasiados frentes abiertos propiciaron conspiraciones continuas a su alrededor, que hicieron insostenible su reinado.

El relato que construye Rourke  también nos ayuda a comprender el sacrificio que hizo Isabel I al negarse a casarse y tener hijos, a expensas de dejar la Corona sin un heredero suyo con todo lo que ello suponía: dejar el destino de su tan amada Inglaterra al azar, algo que ningún monarca que se precie desearía hacer (y que extrañamente a ella se le permitió).

En un mundo dominado por hombres, incluso la Reina tenía todas las de perder, ya que a su alrededor se construía un círculo de poder que acababa posicionándose a favor de la figura masculina por todo lo que ello representaba. En el caso de María Estuardo el Rey Consorte  era una figura poco común y, a menudo, mal considerada por la Corte y el propio esposo. En este sentido, ¿dónde quedaba la lealtad hacia la Corona en tal situación? Parece que, tristemente, se volvía una cuestión de género.

Siempre nos quedará la duda de qué hubiera ocurrido si los consejeros de ambas reinas no se hubieran entrometido tanto en la relación de las primas reales. ¿Habrían cambiado sus reacciones, y por ende sus acciones y habrían dado lugar a un resultado diferente?

El temor de cada uno de los bandos por ceder poder acabó mermando una relación que, perjudicada por la distancia, se desgastó hasta dar con el nefasto desenlace: la ejecución en 1587 de la destronada María Estuardo por conspirar contra la Reina Isabel I, quien la había confinado en varias de sus propiedades, si bien con su propio personal doméstico, desde 1569 hasta su muerte.

¿Pero qué sería de las películas históricas sin una banda sonora que las realzara y dotara a sus personajes de la magnanimidad que requieren sus vivencias? Max Richter firma una composición musical que embellece los vastos paisajes de Escocia, convirtiendo este relato de dos reinas con carácter también en un placer para los oídos y la vista.