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Firmeza ante la especulación

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Febrero 2018 / 55

Doña Clara (Aquarius), del director brasileño Kleber Mendonça Filho, es una coproducción franco-brasileña de 2016 que relata, a partir de un personaje inspirado en la madre del director, un aspecto concreto de la especulación inmobiliaria en Brasil.

Sonia Beaga, en Doña Clara

La película, rodada y situada en la ciudad brasileña de Recife, muestra la resistencia de una mujer de sesenta y cinco años frente a la especulación inmobiliaria. El personaje es doña Clara, una prestigiosa crítica musical, ya retirada. Es la única habitante del un tanto vetusto edificio Aquarius, situado frente al mar, en la avenida Boa Viagem, la más elegante de Recife.

Un promotor inmobiliario ha comprado todos los pisos del inmueble para derruirlo y construir algo distinto, el Nuevo Aquarius, más acorde con lo que la empresa considera adecuado para los tiempos actuales. Doña Clara se niega a vender el lugar en el que lleva habitando varias décadas, donde ha vivido con su difunto marido y han nacido y se han criado sus hijos. Se establece así una guerra entre la empresa y ella que puede considerarse fría hasta que deja de serlo.

El personaje es una mujer superviviente de otra época, para la cual las cosas son algo más que meros objetos: en la medida que han formado parte de su vida, tienen un valor que trasciende el aspecto puramente económico.

 

EL DINERO NO LO ES TODO

Además, doña Clara posee suficientes medios para vivir de modo desahogado: percibe una pensión y tiene cinco pisos –se supone que alquilados, aunque este hecho no se menciona explícitamente–. Por tanto, se niega a considerar siquiera la oferta que le presenta la firma inmobiliaria, la destruye sin leerla. Resiste a las presiones que le ejercen no sólo la empresa, sino también alguno de los que fueron sus vecinos, e incluso sus hijos, en especial su hija, y a éstos les explica que si con lo que tiene puede vivir bien, ¿para qué necesita tener más dinero?

Pese a que esta mujer es todo un carácter, la nueva situación creada la perturba de modo profundo y la lleva a efectuar un repaso de su vida. Este hecho sirve al director del filme para convertir su obra en un estudio acerca del modo de ser de alguien cuya firmeza comporta que no se amilane a la hora de enfrentarse a quien convenga a fin de preservar un lugar que ha sido testigo de hechos relevantes en su vida, de los que ahora quiere mantener su recuerdo.

La película es también una reflexión sobre los negocios relativos a la memoria y la historia personal de la gente, así como un retrato de los vínculos familiares y del papel de la mujer ya en su madurez, cuando se está aproximando a la vejez.

Igualmente es una alegación contra los abusos de los poderosos –simbolizados en una escena en la que aparece una plaga de termitas que todo lo devoran, generada por los promotores inmobiliarios con la intención de quebrantar la resistencia de doña Clara– y los inconvenientes de oponerse a sus intereses. 

 

PREMIOS Y UN VETO

El papel de esta mujer llena de vitalidad está interpretado por Sonia Braga, actriz que es una institución en su país y que tiene la misma edad que el personaje al que da vida. Por esta actuación fue galardonada con el premio a la mejor actriz en los festivales de Mar del Plata y de La Habana en 2016.

Rodada en planos secuencia, la película no sólo muestra la parte más acomodada de la ciudad, sino que hace también una incursión en un barrio muy diferente en una demostración de que el personaje, aunque perteneciente a la clase media alta de la ciudad, no desdeña relacionarse con personas de clase más modesta.

El filme tenía que ser candidato a los Oscars en 2017 representando a su país, pero el Gobierno brasileño la vetó porque tanto el director como los intérpretes protestaron en el Festival de Cannes de 2016 contra la destitución de la entonces presidenta Dilma Rousseff.