La actitud ética es lo principal
El pasado 6 de octubre se estrenó la película francesa Une vie, titulada aquí El jardín de Jeannette, del director Stéphane Brizé. Este filme, basado en una novela de Guy de Maupassant, contrasta con la obra anterior de Brizé, La ley del mercado, que aquí comentamos.
Vincent Lindon en La ley del mercado.
La ley del mercado trata del dilema de si una persona desempleada puede aceptar o no un trabajo que choque con lo que considera ético. Stephane Bizé lo expresa en su película presentando a un hombre, ya en la cincuentena, programador de máquinas-herramientas, que ha perdido su empleo debido al cierre de la fábrica en la que trabajaba. Después de cerca de un año y medio de estar en paro, consigue un trabajo como vigilante en un hipermercado. Allí debe controlar que los clientes no se apropien de ningún artículo. Esta vigilancia la lleva a cabo unas veces en la sala de ventas y otras a través de las pantallas de televisión que reflejan lo grabado por las cámaras repartidas por todo el establecimiento.
Cumple a satisfacción con su trabajo, pero cada vez que debe encararse con algún cliente que ha hurtado alguna cosa, se observa en sus facciones que se siente incómodo, aunque lo soporta. La cosa se complica cuando las personas a quienes se ha descubierto son, en dos momentos diferentes, dos cajeras que trabajan en la misma empresa. Entonces es cuando se plantea de un modo firme cuál es su papel en la entidad y llega a la conclusión –que el espectador advierte por su conducta, no porque diga nada al respecto– de que la función que desempeña no está de acuerdo con una actitud ética, y procede en consecuencia.
La película presenta a este personaje durante su búsqueda de trabajo, que sirve para cuestionar el sistema de orientación a las personas en paro en Francia. Se les propone seguir cursillos bastante duraderos que, en la práctica, no les servirán para obtener un empleo al no haber trabajado nunca en el sector al que va dirigido el cursillo.
El personaje también muestra disconformidad con sus ex compañeros de la fábrica cuando rechaza unirse a ellos para denunciar a sus antiguos patronos con el fin de conseguir que sean llevados a prisión. Él no busca venganza, sino resolver su penosa situación económica.
SITUACIÓN FAMILIAR
Sus dificultades laborales se ven paliadas, en parte, por la situación familiar. La relación con su esposa y con su hijo es excelente, aunque existe el problema importante de que el hijo sufre una discapacidad que, sin embargo, no le impide estudiar en un instituto y prepararse para ingresar en la universidad. En ningún momento se ve ni al padre ni a la madre abrumados por la dificultad del chico, sino que lo conllevan de modo admirable. Lo cierto es que esas escenas familiares en las que se presenta al hijo no aportan nada a la película; sirven, en todo caso, para admirar el temple del padre y la madre, pero resultan innecesarias en la cuestión social y ética que se nos explica.
El filme permite, pues, al espectador sentir empatía con estos personajes, al tiempo que puede comparar su actitud con la de otros profesionales –el empleado del centro de atención a los parados, el director del hipermercado, el director de personal del grupo empresarial al que pertenece el establecimiento–, que ejercen su actividad de un modo correcto, pero con bastante frialdad. No obstante, Brizé muestra la función de cada personaje de un modo un tanto aséptico, sin juzgarlos.
El actor Vincent Lindon da vida a este hombre sometido a optar entre la aceptación de cualquier trabajo o mantener una actitud ética que no rompa con sus convicciones. Por este papel, Lindon consiguió el premio al mejor actor en el Festival de Cannes de 2015 y obtuvo igual galardón en los premios César de ese mismo año. Fue nominado, además, al premio al mejor actor en los Premios del Cine Europeo.