¿La estrella es la película?
Periodista
El cine francés se plantea poner un tope al salario de los actores según el presupuesto de la película.
Hace dos años, el productor francés Vincent Maraval denunció la burbuja salarial en la que vivían los actores de cine en Francia. Según él, un efecto perverso del sistema de financiación en ese país era hijo de que “el negocio cinematográfico no se alimenta del mercado, sino de las subvenciones”. Y eso había desembocado, por ejemplo, en que Dany Boon, como protagonista de Supercondriaque, cobrase seis millones de euros, el 20% del coste total de la producción. Según Maraval, la presencia de ninguno de los actores franceses garantizaba unos ingresos que se correspondieran a sus salarios.
Dos años después, las autoridades públicas acaban de proponer un plan para acabar con los excesos. Y para adoptar 20 medidas destinadas a sanear el sector se han basado en un informe encargado a un especialista en la economía del cine. La más destacada de esas medidas es la de poner un tope a los salarios en función del presupuesto del proyecto. Es así como la estrella de una cinta de menos de cuatro millones de euros de presupuesto nunca podrá cobrar más allá del 15% del presupuesto, porcentaje que se reduce al 8% si el coste está entre cuatro y siete millones, y que no puede superar el 5% para las cintas de entre siete y diez millones. Además, se establece que un intérprete nunca podrá cobrar más allá de 990.000 euros. ¡Adiós a los seis millones de Dany Boon!
Como es lógico, esos baremos sólo se aplican a los productores que quieren acceder a la ayuda automática o selectiva que ofrece el Centre National Cinématogra-phique (CNC), no a aquellos capaces de correr todos los riesgos y se financian contando únicamente con lo que pueda aportar el mercado: taquilla, ventas televisivas, internet, DVD, etc. Cuando se sabe que sólo el 10% de las producciones son rentables, se comprende hasta que puntó el maná que aporta el CNC es irrenunciable.
El CNC no grava el presupuesto del Ministerio de Cultura porque es un organismo que se nutre de tasas: del 10% de cada entrada vendida, de un porcentaje que paga cada canal de televisión por cada film emitido, de otro porcentaje que se deduce de la cifra de negocios de los operadores telefónicos y de lo que recauda por la venta de cada DVD.
En el año 2013, el CNC distribuyó entre la profesión 783 millones, 532 de los cuales aportados por las televisiones, 130 por las salas, 26 por los DVD y 95 por la telefonía. La producción cinematográfica estricta se hizo con 322 millones de entre los distribuidos por el Centro, 285 sirvieron para quienes producen programas de televisión, 124 se destinaron a creadores de videojuegos y similares, mientras que 51 sirvieron para modernizar el parque de salas cinematográficas.
Vincent Maraval quiere que, en el cine francés, “la estrella sea la película”.
Algunos actores han sabido anticiparse a las nuevas normas. Por ejemplo, Jean Dujardin cobró 300.000 euros por su intervención en la oscarizada The Artist, pero se convirtió en coproductor a la altura del 25%. Juliette Binoche, Catherine Deneuve y Gérard Depardieu son también actores destacados que han sabido poner freno a la voracidad salarial cuando han trabajado en proyectos de presupuesto muy modesto.
Todo ese embrollo de cifras es interesante porque demuestra que, a veces, los profesionales son capaces de hacer propuestas sensatas y los poderes públicos saben adoptarlas. El resultado es que el cine francés sigue conservando el 43% del propio mercado y en 2013 fue capaz de producir 270 títulos, muy probablemente un centenar largo por encima de los que realmente es capaz de engullir.
Ese es otro problema y también está siendo objeto de estudio. El cine español —y el Gobierno que nos desgobierna— podría tomar ejemplo.