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Un desahucio de cine

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Mayo 2015 / 25

Periodista

En Techo y comida, el cine ha pasado de puntillas a la hora de describir sin tapujos el pozo al que puede llevar la crisis.

Fotograma de la película Techo y comida.

Por la alfombra roja del Festival de Málaga, entre los focos y el glamour, se ha paseado este año la película Techo y comida. Su director, Juan Miguel del Castillo, se propuso que no pasase inadvertido ni el film, que pone descaradamente al descubierto las vergüenzas de un sistema que abandona a las personas, ni su compromiso social, el propio y el de todo el equipo. Pese a la modestia de su presupuesto, lo han logrado. Sin subvenciones, ni apoyo de televisiones, ni más padrinos que los 283 mecenas que reunieron 24.000 euros a través de la plataforma Verkami.

En la rueda de prensa en la que se leyó el palmarés del festival sólo hubo dos aplausos sentidos de los presentes, y ambos fueron para este desgarrador largometraje: el primero, cuando el jurado mencionó el Premio a la Mejor Actriz para Natalia de Molina, y el segundo, cuando se supo que el Premio del Público era para Techo y comida. Dejando de lado la magistral interpretación de la protagonista, que ya consiguió un Goya a la Mejor Actriz Revelación en el año 2014, tras ambas ovaciones hay sin duda un agradecimiento del público por haber descrito sin eufemismos el pozo al que la crisis, económica y de valores, y un sistema injusto han llevado a miles de personas, y por los que el cine había pasado hasta ahora de puntillas.

A pesar de que Techo y comida se define como el primer largometraje de ficción que aborda los desahucios, que nadie espere ni una sola de las imágenes a las que estamos acostumbrados: no hay pancartas, camisetas de la PAH, Stop Desahucios, vecinos solidarios o megáfonos. La pérdida de la vivienda es el final de un terraplén por el que una persona cae al perder el trabajo, y es este descenso lo que en realidad narra esta película.

“¿Y tú de qué vives, Rocío?” Es la pregunta con la que da comienzo la película; la que una trabajadora social hace a la protagonista cuando ésta se decide a pedir auxilio a los servicios sociales. Rocío es una madre soltera, sin trabajo, ayudas o subsidios, que sobrevive día a día no sólo para conseguir algo con lo que alimentar a su hijo de ocho años, sino también para superar el temor a perderlo.

“Una vecina mía desapareció del bloque donde yo vívia, y después, por televisión, me enteré de que la habían desahuciado”. Así explica Del Castillo lo que le llevó a decidir el argumento de su primera película y también la ubicación: Jerez, uno de los municipios más castigados por el desempleo, y especialmente el humilde barrio de La Granja.

Rocío podría ser esa vecina, o una de las 524 personas que diariamente se quedaban en la calle en 2012, año en el que transcurre la película, o de las 126 que aún hoy se ven forzadas a dejar sus viviendas sin nadie que las rescate. O también puede ser una de los casi 13 millones de personas que se hallan en riesgo de pobreza y exclusión social en España, o de los casi cuatro millones que sufren la ya llamada pobreza energética.

Esta historia, cuyo director destaca que no tiene “ni buenos ni malos porque todo el mundo sabe quién provoca esta situación y no hace falta recordarlo”, fue la que sedujo a los productores y también al equipo de profesionales implicados y colaboradores que han contribuido de forma desinteresada a hacer realidad el proyecto. Germán García y Alfred Santapau son los emprendedores que hay detrás de Diversa Audiovisual, pequeña productora que apuesta por proyectos con una mirada crítica con la realidad, sin renunciar al valor cultural y artístico.

Ahora, los productores esperan que el éxito cosechado en el Festival de Málaga les permita planificar una buena distribución. El Premio del Público alienta: “Temíamos que el público no quisiera conectar con una realidad dura como la de Techo y comida, y por suerte no ha sido así”.