Un ‘western’ de crítica social
Comanchería, de David Mackenzie, ha estado nominada a cuatro premios Oscar en la edición de este año: mejores película, actor secundario, guión original y montaje. Injustamente, no recibió ningún galardón y la película fue olvidada en la ceremonia de entrega.
Jeff Bridges, a la izquierda, en una escena de Comanchería.
Visto superficialmente, el film pertenece al género del cine negro con estructura de película del Oeste –o a la inversa–, pero va mucho más allá, ya que tiene una importante vertiente de crítica económica y social, además de ser una reflexión sobre la situación actual de Estados Unidos –que podría extenderse a muchos otros países– al tratar el racismo, la ruptura familiar, los abusos de los bancos...
La trama es simple y ha sido vista innumerables veces en la pantalla: dos hombres asaltan varios bancos y son perseguidos por un ranger. En realidad, los tres personajes son unos perdedores y generan cierta simpatía.
La película, ambientada en la actualidad y en el estado de Texas, muestra a dos hermanos, uno de ellos padre de familia y el otro un ex presidiario recién salido de la cárcel, que asaltan varias oficinas bancarias, en principio todas de la misma entidad: la que les ha concedido una hipoteca sobre la granja familiar, que ellos tienen dificultades para devolver y, por eso, el banco pretende embargársela. El objetivo de los atracos es, pues, obtener el dinero que impida que aquella entidad se apropie de la finca y poder dejarla en fideicomiso a los hijos de uno de los hermanos.
El espectador no puede dejar de recordar la frase del dramaturgo alemán Bertolt Brecht: “Asaltar un banco no es nada comparado con la inmoralidad de fundarlo”, porque en el film hay varias referencias a las actividades bancarias, seguramente legales todas ellas, pero muchas difícilmente legítimas. Varios personajes secundarios se refieren de modo despreciativo a los banqueros y se llega a pensar que quizá no estaría de más que el ranger y su ayudante los visitaran llevando dispuestas las esposas; en algún momento, los habitantes de aquellas localidades no dudan en calificar sus actos de “robo”.
Aparte de estas manifestaciones que al público español le resultarán familiares, podrá observar igualmente que a unos cuantos miles de kilómetros de aquí, los bancos también incitan al endeudamiento de los ciudadanos: en un margen de la carretera un cartel anuncia la oferta de préstamos de una entidad bancaria.
Ya desde los primeros planos se advierte el retrato de la sociedad actual que Mackenzie se ha propuesto llevar a cabo. En una pared aparece una pintada de protesta: “Hemos ido tres veces a Irak, pero a nosotros nadie nos rescata”.
El racismo que existe en aquella zona del país tampoco escapa al espíritu crítico del director. Un cliente de una de las oficinas atracadas reprende de modo un tanto paternal a los asaltantes y muestra su extrañeza porque lleven a cabo el atraco: “Si ni siquiera sois mexicanos”, les dice.
La ambientación de la película, en la América profunda, muestra la decadencia de una parte de un estado y la causa de que haya procurado con sus votos que el actual presidente de la nación sea quien es, dado que el Partido Demócrata lleva cuarenta años sin ganar en Texas.
La interpretación de los tres actores principales es impecable. Jeff Bridges es un ranger a punto de jubilarse –al final del film aparece ya jubilado–, cínico y a quien nada puede sorprender ya; los dos hermanos, Chris Pine y Ben Foster, muestran la desesperación de quienes han sufrido mucho en el pasado y carecen de futuro.
Poco antes de concluir el film, el personaje de Pine pronuncia una frase que resume la desesperanza de la sociedad actual: “He sido pobre toda mi vida, igual que mis padres y los padres de mis padres. La pobreza es una enfermedad que se transmite de generación en generación”.