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02. Economía feminista // La revolución en marcha

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Abril 2018 / 57

La huelga feminista ha dado un gran impulso a reivindicaciones que van mucho más allá de reclamar un mayor papel de la mujer en la vida política y económica.

ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR

Las mujeres consiguieron en el siglo XX la igualdad legal en la mayoría de países gracias al impulso del movimiento feminista. Pero, obviamente, la discriminación histórica no ha desaparecido por muchas proclamas solemnes que incluyan las leyes. La economía feminista, que empezó a expresarse como tal en la década de 1970, aspira a transformar la sociedad de forma que esta igualdad que proclaman las Constituciones no sea papel mojado.

No se trata solo de hacer propuestas para la promoción de las mujeres (históricamente apartadas de la esfera pública y confinadas en el hogar como responsables de las tareas domésticas y los cuidados sin retribución), que también, sino de repensar el sistema económico en su conjunto para que hombres y mujeres puedan tener una vida más plena y con menos cadenas.

Tradicionalmente, las reivindicaciones feministas se habían expresado como una parte más de la izquierda política, pero a la hora de la verdad muchas de las demandas caían en el olvido. En consecuencia, a partir de la década de 1970, tras el impulso que supuso mayo del 68, empezó a expresarse de forma singular, incluso como semilla de una nueva izquierda que colocó sus reivindicaciones en el centro. Y es que las premisas no son exactamente las de la izquierda clásica, que parte del conflicto entre capital y trabajo. La economía feminista señala como base el conflicto entre capital y vida, lo que implica una mirada distinta, con el género y la sostenibilidad ambiental como elementos, por tanto, nucleares: no se trata solo de ocupar espacios de poder o de mejorar los salarios, sino que el sistema económico en su conjunto sea compatible con la vida, con formar una familia (si se desea) y tener hijos (si así se quiere). Y por ello deben repensarse las dinámicas laborales para hacer posible la conciliación, el reparto de las tareas domésticas, cuidar a la gente querida que lo necesite, vivir de forma saludable, etcétera.

“La economía feminista tiene como objetivo la transformación de la sociedad: cambiar la división sexual del trabajo y las relaciones de poder. Va, por tanto, mucho más allá de los cuidados, que obviamente son un elemento importante”, subraya María Luisa Moltó, titular de la cátedra de Economía Feminista de la Universidad de Valencia, la primera de España, acabada de crear.


DE LOS MÁRGENES AL CENTRO

Esta cátedra es un ejemplo de la importancia creciente de la economía feminista incluso a nivel institucional. Hasta hace poco se movía casi exclusivamente por los márgenes de los movimientos alternativos, bajo el paraguas de las asociaciones de economía crítica, pero está irrumpiendo con mucha fuerza y muy rápidamente en la agenda pública (como muestran la emergencia del debate sobre la brecha salarial de género y la huelga feminista del 8 de marzo) y también en el ámbito institucional: la UAB está poniendo en marcha la primera carrera de estudios feministas, con una visión multidisciplinar y gran relevancia a la economía, a la vez que Santa Coloma de Gramenet (Barcelona) proyecta crear un gran espacio de recursos para mujeres con el foco central en el fomento empresarial... Y todo esto en paralelo con la efervescencia mundial del movimiento de empoderamiento de las mujeres que ha supuesto el #MeeToo, que algunos analistas de todo el espectro ideológico (incluyendo a Steven Bannon, sagaz ideólogo del populismo de derechas que catapultó a Donald Trump en EE UU) identifican como el factor político más decisivo de los próximos años, con capacidad para cambiar las dinámicas políticas y económicas que se arrastran desde hace décadas.

En teoría, los valores del cooperativismo casan muy bien con esta ola al poner en primer lugar a las personas por encima del capital y basarse en la democracia interna y la participación, que debería facilitar, por ejemplo, las medidas de conciliación de la vida laboral y familiar, la equidad salarial y de género, etc. Sin embargo, Moltó advierte de que lo importante no es solo la teoría: “No hay duda de que las cooperativas son herramientas ideales para la economía feminista, pero no es suficiente con proclamarlo: encontramos casos ejemplares, pero también dinámicas que no se diferencian demasiado de la economía capitalista convencional”.

El impulso de la economía feminista y la creciente influencia de algunos de sus postulados en ámbitos institucionales supone una gran oportunidad para el cooperativiso que realmente se tome en serio los valores también en la práctica: por un lado, está mucho mejor equipado para el terreno de juego que se está definiendo (procesos de selección no discriminatorios, reducción de la brecha salarial, dinámicas que favorecen la equidad de género en la toma de decisiones, conciliación de la vida laboral y familiar) y que empieza a tener incentivos en el acceso a contratos públicos a través de las cláusulas de género. Por otro lado, supone una gran oportunidad para atraer talento especialmente entre los jóvenes: los sociólogos destacan que las nuevas generaciones se interesan por el salario a la hora de buscar trabajo, claro, pero que valoran mucho más también los aspectos que les permitan hacer compatible el trabajo con el modelo de vida que quieren. “Los jóvenes tienen mucho más interés por la conciliación de la vida personal y familiar y no quieren ser penalizados por ello”, explica Teresa Jurado, socióloga de la UNED, especializada en temas de género y su impacto en el mundo de la empresa.


ECONOMÍA DE LOS CUIDADOS

El avance de la economía feminista supone, además, una oportunidad adicional extraordinaria para el importante sector del cooperativismo que se centra en los cuidados y la atención a las personas en todos los ciclos de vida: crianza, tareas domésticas, atención a la gente mayor, a los enfermos, etc. El grueso de estas tareas quedaban fuera de la esfera económica convencional, asumidas por las mujeres sin retribución. Uno de los ejes centrales de la economía feminista es precisamente reconocerlas con el máximo rango legal posible (la Red Feminista de Derecho Constitucional promueve incluso una reforma específica de la Constitución) y lógicamente también como actividad económica, lo que implica un salto exponencial en las oportunidades laborales de miles de mujeres que ya realizan estas tareas y cooperativas del sector.

La tradición identifica como eje central el conflicto capital-vida

Los jóvenes quieren conciliar sin ser penalizados

El servicio público en los cuidados no se limita al sector público

Con las finanzas públicas en estado de coma, es inimaginable que el sector público llegue a asumir directamente estas tareas, pero ello no implica necesariamente que pierdan el carácter público, como explica Sara Berbel, directora de Barcelona Activa, convencida de que el paradigma del Estado del bienestar ha cambiado, más allá de la crisis, en una dirección que favorece especialmente el cooperativismo: “El papel de la Administración es cada vez más el de facilitar procesos con garantías y espacios de codecisión, más que el de proveer servicios directamente, sin que ello signifique en absoluto derivar su responsabilidad hacia la empresa privada. El Tercer Sector y las cooperativas, que colocan en el centro a las personas y no los dividendos, son la prolongación natural del sector público”, recalca.

Es la idea de concertación público-social (en contraposición a público-privada) que defiende Joan Segarra, presidente de la Confederación Empresarial del Tercer Sector, que distingue entre privatización y externalización: “La privatización de los servicios públicos implica que el Gobierno o el Ayuntamiento se quede solo con un papel mínimo de regulador y supervisor, renunciando a la titularidad e implicación en el servicio prestado. En cambio, la externalización, especialmente la que tiene como socio a cooperativas y entidades sociales, garantiza mediante la vocación de servicio público y sin afán de lucro la preponderancia del interés general por encima del particular de accionistas e inversores”, explicaba Segarra en un artículo en la revista de cooperativismo Nexe.

La confederación impulsa una campaña para evitar la mercantilización en el sector de los cuidados, una posición totalmente en línea con la economía feminista y el cooperativismo: estas tareas clave para la vida (crianza, atención a la gente mayor, a los dependientes, etc.), sostiene, no pueden supeditarse a la lógica del beneficio. Ni las pueden hacer, por tanto, trabajadores con salarios de miseria y condiciones de explotación porque los perjudicados acaban siendo las personas atendidas. La gran paradoja sería que el éxito de los postulados de la economía feminista acabara beneficiando a los exponentes más genuinos de la economía capitalista. 

 

PARA SABER MÁS

Cátedra de Economía feminista. 
femeconomiafeminista.com 
femconomia@uv.es

Asociación de Economia Crítica: 
asociacioneconomiacritica.org

Actas V Congreso de Economía Feminista: 
http://mon.uvic.cat/congreso-estatal-economia-feminista/files/2017/07/Libro-de-Actas-Congreso-Economia-Feminista-Vic-2015_compr.pdf