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05. Economía circular // Ecologismo para todos los públicos

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Abril 2018 / 57

La necesidad de repensar el modelo para hacerlo más sostenible es asumida por el grueso de las administraciones, que sueñan con una transición que, además, reactive la economía.

ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR

La incorporación del componente ecológico en el análisis económico es una constante a lo largo del siglo XX de las corrientes de economía crítica, que subrayan que es necesario tener presente el impacto ambiental en la acción económica y que el capitalismo tiende a tener efectos devastadores para la vida en el planeta hasta el punto de amenazarla muy seriamente. Este enfoque, que pone la lupa sobre todas las externalidades de la actividad económica (como la contaminación y la generación de residuos) que el sistema simplemente ignora a la hora de cuantificar costes y beneficios, empezó a entrar en el debate público general sobre todo a raíz del informe Los límites del crecimiento, encargado al MIT por el Club de Roma y publicado en 1972. Las conclusiones eran rotundas: la carrera sin reglas por el crecimiento siguiendo la lógica intrínseca del capitalismo es insostenible a medio plazo y amenaza la vida misma en el planeta.

Con independencia de la letra pequeña, esta tesis general ha ido ganando presencia pública, apuntalada por una gran cantidad de datos empíricos, y con la evidencia del cambio climático se ha convertido ya en hegemónica, aceptada por la gran mayoría de gobiernos, científicos e incluso por los sectores más sagaces del capitalismo, siempre al acecho para convertir crisis en “oportunidades”.

La cuestión ya no es tanto la sostenibilidad del modelo actual (no lo es), sino otra: ¿es posible avanzar hacia un modelo económico sostenible dentro del capitalismo? Los sectores más alternativos del movimiento ecologista lo consideran imposible. En cambio, estos actores más sagaces del capitalismo no solo lo ven factible, sino que están convencidos de poderlo lograr haciendo nuevos negocios: desde 2015 se han desarrollado una gran cantidad de herramientas financieras verdes o azules (en referencia al color del planeta), emisión de bonos, derivados, fondos de inversión, que aspiran a movilizar grandes cantidades de recursos económicos para impulsar proyectos que promuevan una transición hacia una economía más sostenible respetando las bases mismas del capitalismo y de la economía de mercado.

Esta dinámica aparentemente contrapuesta ha generado, no obstante, espacios que pueden ser compartidos por críticos y entusiastas. Uno de los más evidentes es la economía circular, un concepto que empezó a esbozarse hace una década y que de pronto ha emergido con gran fuerza en espacios públicos y privados, alternativos y mainstream, capitalistas y anticapitalistas, con gran potencial tanto para ayudar a cambiar los paradigmas como para generar nuevos ingresos y proyectos empresariales.

Las bases de la economía circular implican repensar globalmente el modelo económico surgido con la Revolución Industrial, de base lineal (extraer, producir, distribuir, consumir y tirar) y cambiarlo por uno circular, en el que todo está interrelacionado, pensando además en el interés general y la sostenibilidad, y con el objetivo central de reducir externalidades y, en especial, residuos. Es circular porque todo debería tener potencial para seguir dentro del ciclo económico (reutilizado, reciclado, reinventado...), una visión a las antípodas del modelo actual, en el que se inunda el mercado de productos que, en ocasiones, se espera incluso que dejen de funcionar pronto para poderlos expulsar pronto, como residuo, para incentivar así nuevas compras.

“El concepto de economía circular es lo suficientemente vago como para que todo el mundo pueda verlo bien y por esto está teniendo tanto éxito”, opina Sergi Marí, gerente de Empresa y Turismo del Ayuntamiento de Barcelona y economista de larga trayectoria ecologista. Y añade: “Es muy interesante porque ayuda a afrontar la raíz del problema del modelo económico, pero a la vez tiene también el riesgo de ser capturado por los que buscan solo un lavado de cara”. Jugando con la terminología inglesa puede ser green (verde), pero también fácilmente greenwashing (lavado de cara).

 

PLAN EUROPEO

Marí está explorando cómo impulsar en Barcelona la economía circular, un objetivo que al menos desde 2015 promueve al máximo nivel también la Comisión Europea, que lanzó un plan de acción que en teoría todos los países deben ir siguiendo, con objetivos para 2020 y 2030. Para este último año se pretende, entre otros objetivos, reducir a la mitad el derroche de alimentos, conseguir tasas de reciclaje del 65% en residuos municipales y el 75% en envases.

España va muy atrasada en esta ola general, a pesar de que todo el mundo la ve ya como inevitable. En cuanto a residuos (uno de los ejes centrales), por ejemplo,  es de los que menos recicla. Según los últimos datos de Eurostat, solo el 29% de la basura urbana que se genera, lejos de la media europea (45%) y del objetivo fijado para 2020 (50%), y lejísimos de lo que ya han conseguido países como Alemania (66%).

El Gobierno español está ultimando su primera estrategia de economía circular con un plan inicial 2018-2020 de 836 millones de presupuesto y muy centrado en la reutilización de aguas residuales. Va muy a remolque de la UE, tarde y con poca ambición, pero nadie duda de que la Unión empujará cada vez más en esta dirección: ha definido el marco general y los próximos años irá concretando los incentivos y las penalizaciones. Los Estados deberán adaptarse, aunque sea a regañadientes.

Para la UE se trata de una apuesta de sostenibilidad y también de desarrollo económico y de negocio: estima que los cambios hacia una economía circular pueden generar dos millones de nuevos puestos de trabajo y al mismo tiempo lograr que las empresas sean menos contaminantes y más eficientes, con ahorros de más de 600.000 millones de euros (menos consumo de energía, menos derroche) y reducciones de emisiones de CO2 de hasta el 4%. El argumento de la Comisión es rotundo: sumarse al cambio de paradigma te hace más competitivo, con reducciones de costes energéticos, de gasto en materias primas, oferta de productos con valor añadido dirigidos a consumidores cada vez más exigentes y conscientes (al menos respecto a los problemas ecológicos, sobre todo por lo que se refiere a las nuevas generaciones, millennials), incentivos fiscales, más posibilidades en la contratación pública…

Muchas de estas ideas están aún solo apuntadas, pero ya han obtenido luz verde y se irán concretando: potenciación y mejora de sellos ecológicos, de sostenibilidad, o de respeto a la economía circular; diseño de impuestos que incentiven la sostenibilidad (quien contamina u opera con modelos insostenibles paga), cláusulas ecológicas en la contratación pública, etc. Sumarse al cambio puede ser, efectivamente, una gran oportunidad para las empresas. Y resistirse puede dificultar mucho las posibilidades de prosperar.

“Hasta ahora en la economía liberal las externalidades no se tenían en cuenta y, por tanto, se favorecía al tramposo; con la economía circular empiezan a aflorar y esto es bueno porque si es la Administración la que empuja el mercado tiene que acabar reaccionando”, opina Ignasi Puig, de la Fundación ENT y editor de Ecología Política, revista de referencia del ecologismo. Puig subraya que el concepto tiene potencial también para conectar con los movimientos más alternativos si se pone encima de la mesa el tamaño del círculo: si se asume que debe reducirse, entonces ya entronca con el decrecimiento, un movimiento que pone énfasis en la necesidad de pisar el freno pero que obviamente, por su nombre, es muy difícil que prospere en el mundo empresarial, que por definición aspira a crecer.

La economía circular, por tanto, se dirige a todos, pero el cooperativismo tiene una “ventaja competitiva” genérica en la medida en que coincide con sus valores de base y no necesita cambiar el chip, según recalcan Puig y Marí. Y en el campo concreto de los residuos (en sentido amplio: separación, reciclaje, reutilización…), Puig subraya una ventaja adicional para el cooperativismo en este sector al alza llamado además a hacer un gran salto: “Es intensivo en trabajo más que en capital, con mucho potencial para las empresas de inserción”.

 

PARA SABER MÁS

Cerrar el círculo: un plan de acción de la UE para la economía circular. Comisión Europea. Diciembre de 2015

Fundación para la economía circular: 
economiacircular.org