Te quedan 0 artículos gratuitos este mes.

Accede sin límites desde 55 €/año

Suscríbete  o  Inicia sesión

2. Un paro escaso estimula la subida de salarios

Comparte
Pertenece a la revista
Octubre 2020 / 84

Es muy probable que el economista neozelandés Alban William Phillips (1914-1975) jamás pensara que su fama iba a ser tan duradera. En 1958 publicó un artículo empírico basado en datos británicos que demostraba que cuanto más bajo es el paro, mayor es la tendencia de los salarios a subir rápidamente. La explicación es muy sencilla: cuando hay pocos parados, las empresas que necesitan contratar deben ofrecer salarios más altos para atraer candidatos. Por el contrario, cuando hay muchas personas compitiendo en el mercado laboral para conseguir un empleo, la relación de fuerzas es favorable a las empresas, que pueden ofrecer salarios más bajos. Y cuando se enfrentan a un aumento de su coste salarial, las empresas pueden aumentar los precios. 

De este modo surgió en el repertorio clásico de los economistas de todas las tendencias “la curva de Phillips”, que indica que no se puede tener a la vez un paro escaso y poca inflación. La política económica debe elegir entre ambas: intentar dar empleo a los parados se paga con un aumento de los precios; luchar contra la inflación exige aceptar más paro.

LA CURVA ES MENOS PRONUNCIADA ANTES DE APLANARSE

Este argumento de sentido común solo tiene un defecto hoy en día: ¡ha dejado de funcionar! Si nos fijamos en un conjunto de grandes países industrializados, la curva de Phillips es claramente visible hasta comienzos de la década de 1990. Después, es menos pronunciada hasta terminar siendo claramente plana en los años 2000: aunque el paro disminuye, los precios siguen siendo bajos. ¿Qué ha pasado? Son muchos los mecanismos en marcha.

Con la creciente flexibilización de los mercados laborales, los trabajos precarios a tiempo parcial  y los trabajos independientes adquieren mayor importancia. Son otras tantas personas que no aparecen en las estadísticas del paro pero a las que les gustaría trabajar más. A ellas se unen aquellas que, desanimadas por el mercado laboral, ya no buscan empleo. Al final, el índice de paro ya no mide realmente el número de personas dispuestas a trabajar o a trabajar más. Si se tiene en cuenta, la fuerza de trabajo disponible en Estados Unidos antes de la epidemia era del 6,7% de la población activa, frente a un índice de paro oficial de un 3,5% de la población, y en Francia, del 17% de la población frente a un índice de paro anterior a la covid-19 del orden del 8%.

Pero incluso cuando disminuye realmente el número de personas que buscan trabajo, ello no va seguido de aumentos salariales. En numerosos países, los sindicatos han perdido fuerza. Además, el aumento de la concentración de empresas en muchos sectores reduce el número de empleadores . De este modo, las compañías más importantes adquieren la potestad de fijar las remuneraciones en un mercado laboral menos competitivo.

La curva de Phillps ya no es una ley universal intangible de las economías desarrolladas y la pandemia no lo va a remediar.