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Americanos / La ley está del lado de quien la compra

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Julio 2014 / 16

El cínico e ingenioso detective privado Philip Marlowe, creado por Raymond Chandler, nos acompaña por las corruptelas policiales de Los Ángeles. 

ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR

Francis Ford Coppola, en su obra maestra El Padrino, trata de la conversión del gánster brutal, de gatillo fácil, en hombre de negocios considerado respetable. Raymond Chandler, en Adiós, muñeca (llevada al cine en 1975 por Dick Richards), se refiere al mismo asunto.

Un personaje secundario, Laird Brunette, dirige unos casinos flotantes y aporta mucho dinero a la campaña electoral del alcalde de Bay City. Así controla la ciudad, pero su actividad es legal; los asuntos turbios se insinúa que los ha delegado en alguien de quien percibe un porcentaje por ellos.

La novela presenta al detective privado Philip Marlowe, un hombre que rehúye la violencia, que más bien amaga con sacar su pistola, antes que empuñarla. Es de carácter cínico, gran bebedor y de cierta cultura. Cita algunas veces a Shakespeare e incluso ironiza a expensas de Ernest Hemingway, a quien define como: “Un tipo que repite lo mismo una y otra vez y otra y otra vez, hasta que uno empieza a creer que debe de ser algo bueno”. El ingenio del detective le permite realizar muchas comparaciones; como por ejemplo, “pasar inadvertido como una tarántula en la papilla de un bebé”.

 

Amigos en la comisaría

La trama de Adiós, muñeca consiste, básicamente, en que Marlowe, por hacerle un favor a un policía y tener algún amigo en la comisaría —circunstancia que, dada su profesión, puede resultarle útil— decide hallar a Velma, una chica a la que un hombre enamorado de ella busca desesperadamente después de haber pasado ocho años en prisión, durante seis de los cuales no tuvo noticias suyas. A lo largo de esta búsqueda Marlowe es golpeado, secuestrado y drogado. Finalmente, una pista muy sencilla le lleva a descubrir en quién se ha convertido Velma.

Mientras, el lector advierte aspectos de carácter social que evidencian la realidad de Los Ángeles y alrededores. Un policía explica que “desde la última reestructuración, las cosas han estado muy duras”; en un ayuntamiento, unos funcionarios muy bien vestidos, por encima de lo que su salario permitiría, son “un puñado de parásitos”; hay varios ejemplos de corrupción policial; se dice: “La ley está del lado de quien la compra”; un fiscal de distrito honesto, si se enfrenta a veinte millones de dólares y a un gran abogado, poco puede hacer.

Hay una referencia al código Hays y, tal vez por este, hacia las páginas finales del libro se cita que la corrupción policial se ha resuelto, aunque con la ironía de que ha llevado a cabo la hazaña un alcalde absolutamente aterrorizado por todo lo que se ha descubierto y que “se cambia los pañales una vez cada hora”.