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De uno público a unos pocos privados

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Noviembre 2014 / 19

Ex vicepresidente del antiguo regulador sectorial CMT

Telefónica dejó de ser un monopolio, pero  se le ha blindado el mercado español para financiar su expansión internacional.

La ortodoxia neoliberal considera que la intervención de los poderes públicos en la economía debe ser mínima. Pero en algunos mercados no tiene más remedio que aceptar cierta regulación porque en ellos, de partida, la competencia no puede operar. En Europa, estamos hablando de la energía, de telecomunicaciones, correos, ferrocarriles y, por supuesto, de las finanzas. Lo típico es imponer algunas restricciones a empresas dominantes que puedan tener la tentación de abusar de dicha posición. Se actúa así a favor de nuevos rivales para evitar situaciones muy desequilibradas en el mercado. Regular significa entonces proteger la competencia de sí misma. Una tesis que descansa sobre la existencia de reguladores asépticos —o llamados independientes— que actúan sin someterse a las presiones de las compañías reguladas ni de los gobiernos.

En el caso de las comunicaciones electrónicas, intervenir se justificaría por la existencia previa de monopolios estatales luego privatizados; por los elevados costes fijos y las importantes economías de escala y de alcance que supone desplegar redes terrestres; por la limitación física del espacio espectral para comunicaciones móviles; y por las importantes inversiones hundidas que todo ello supone.

Las telecomunicaciones son, por tanto, una buena piedra de toque para analizar el resultado del ejercicio regulatorio llevado a cabo en España. Además, se trata de un sector dinámico, tecnológicamente avanzado, sujeto a la constante innovación y con gran impacto económico del sector en sí y, en especial, sobre el resto de la economía.

Partíamos del monopolio legal de Telefónica que el Gobierno eliminó, siguiendo las directrices comunitarias y permitiendo la creación de un segundo operador en 1996. Retevisión, que a su vez provenía del monopolio público de transmisión de la señal de televisión, obtuvo la licencia y, además, el Gobierno de José María Aznar le dio un año de “gracia” en el que no concedería otras licencias. Obviamente, no necesitó contar para nada con la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT), creada el mismo año y dirigida por ex directivos de Telefónica.

La constitución de este segundo operador fue tutelada desde la Administración y adjudicada, en esencia, al sector eléctrico —Endesa y Fenosa—, junto al ente estatal Retevisión para mantener también una presencia gubernamental directa en el Consejo de Administración. Se dio entrada al mismo tiempo al más inofensivo e ineficaz de los ex operadores públicos europeos: Telecom Italia. Un ejemplo perfecto de intervención directa en el mercado por un Gobierno que se autodefinía como liberal.

 

CONSTRUIR UN ‘CAMPEÓN NACIONAL’

El objetivo supremo de tal construcción fue proteger a Telefónica del posible asalto a su mercado por parte de otros operadores europeos (France Telecom, Deutsche Telecom y British Telecom), en aquel momento más potentes, para así convertirlo en campeón nacional y darle todo tipo de facilidades y ayudas en su expansión internacional, al tiempo que la Administración ofrecía en bandeja de plata a sus amigos del sector eléctrico las mieles de un nuevo sector emergente.

Sin entrar en el detalle de lo acontecido desde entonces, veamos el resultado, hoy:

En primer lugar, Telefónica se ha convertido en el campeón nacional por excelencia, y con su expansión internacional ha conseguido superar a todos los demás ex monopolios estatales europeos.

En segundo lugar, Retevisión ha desaparecido como operador, y las empresas eléctricas han hecho caja, con el apoyo inestimable del Banco Santander, desmembrando el antiguo operador y vendiendo los restos a France Telecom, ONO (hoy Vodafone) y Abertis.

Y en tercer lugar, el mercado español ha quedado en manos de tres operadores globales: Telefónica, Vodafone y France Telecom, que por el camino han ido comprando a los pequeños operadores que se aprovecharon de la liberalización de 1996, de paso haciendo multimillonarios a unos cuantos.

Por tanto, lo conseguido es sustituir un monopolio público por un oligopolio privado, lejos, pues, de un mercado competitivo. Eso sí, Telefónica es hoy la multinacional española por excelencia, y durante todo este tiempo se le ha blindado el mercado español para exprimirlo y financiar su expansión más allá de nuestras fronteras. Misión cumplida.