En busca de la piedra filosofal para crear empleo juvenil
La UE considera prioritario ahora uno de los problemas endémicos de España y ofrece hasta 1.800 millones para invertir en dos años. La receta de Rajoy: bajar las cuotas a las empresas
Reforzar el valor del respeto y el papel fundamental que desempeñan los profesores y fomentar la cultura de la responsabilidad y la superación personal. Incorporar en los medios audiovisuales programación en versión original en los idiomas más demandados, atendiendo de forma particular a la población infantil y juvenil. Favorecer que los medios de comunicación transmitan una visión positiva sobre el emprendimiento joven”. Estas afirmaciones genéricas son algunas de las medidas que el Ministerio de Empleo incluyó en la Estrategia de Empleo y Emprendimiento Joven que el Gobierno español aprobó en marzo; es decir, su plan de lucha contra el paro juvenil.
Entonces, la ministra de Empleo, Fátima Báñez, aseguró que un millón de jóvenes podrían beneficiarse de ella. Sin embargo, detrás de un número redondo —100 medidas contra el paro juvenil— se escondían decenas de afirmaciones abstractas y solo 15 propuestas concretas, la mayoría dirigidas a facilitar que los jóvenes se conviertan en autónomos o a flexibilizar y bonificar contratos como el de prácticas o el de tiempo parcial vinculado a la formación.
“Es una estrategia que ya nace muerta. Lo de las 100 medidas era un número redondo que quedaba bien en la prensa. Desde que se aprobó en marzo no se ha hecho nada. Además, lo que plantea es sobre todo usar el presupuesto para reducir las cuotas a la Seguridad Social de las empresas, no es una ayuda para los jóvenes, sino para las empresas, esa no es la solución”, asegura la responsable del Departamento Confederal de Juventud de UGT, Silvia Sazatornil.
Desde que a mediados de 2010 la Organización Internacional del Trabajo (OIT) alertara de que la crisis amenazaba con dejar toda una generación perdida de jóvenes, los ojos de la Unión Europea se volvieron hacia el paro juvenil. No obstante, después de tres años de reuniones y encuentros, las cifras no han cambiado a mejor: el paro entre los jóvenes en la UE está ahora cercano al 23% y no al 21% como en 2010.
¿QUÉ HACER?
Es ahora, a finales de 2013, cuando Europa ha llegado ya a un acuerdo sobre qué hacer y con qué fondos. La UE repartirá 6.000 millones de euros entre sus socios con más tasa de paro juvenil, que tendrán dos años para gastarlos en lugar de los siete previstos inicialmente. España, que es campeona de paro juvenil con una tasa del 56% (que solo ha llegado a superar Grecia), recibirá 1.800 millones para invertir en 2014 y 2015.
¿Cómo lo hará? La UE ha exigido a los países receptores de ayudas que presenten un plan de gasto y ha dado de plazo hasta diciembre. España tiene previsto hacerlo el día 20. Tanto el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, como el departamento que dirige Báñez ya han dejado caer que emplearán los fondos para desarrollar la Estrategia de Empleo Joven aprobada en marzo. Es decir, fundamentalmente para reducir las cuotas de las empresas que contraten jóvenes.
“Si lo comparamos con el dinero que se ha gastado en el rescate bancario, el presupuesto dedicado al paro juvenil son migajas”, señala Francisco Verdes-Montenegro, activista de Juventud Sin Futuro e investigador del Instituto Complutense de Estudios Internacionales. Además de esos 6.000 millones extra, la UE ha propuesto que un 25% de los fondos de cohesión se destinen a luchar contra el desempleo entre jóvenes en los próximos siete años. “Pero es solo una recomendación, hay que ser prudentes porque es muy posible que finalmente no sea así”, matiza Verdes-Montenegro.
La UE aspira a que los países que reciban los fondos desarrollen sus planes contra el paro inspirados en la llamada Garantía Juvenil Europea: que cada joven que acabe sus estudios o se quede en paro no pase más de cuatro meses sin recibir orientación, una oferta de empleo o prácticas adecuada o de formación que no haya cursado anteriormente. Algo que, dado el debilitamiento de los servicios públicos de empleo y el recorte de más del 35% que acumulan las políticas activas de empleo desde que comenzó la crisis, parece difícil que España pueda aplicar.
“Lo que hace Europa es esquizofrénico: por un lado, impone recortes en el Estado de bienestar, en los servicios públicos, en la educación; por otro, insta a desarrollar programas como este”, dice el activista de Juventud Sin Futuro, que aunque ve con buenos ojos la filosofía que hay detrás de la Garantía, considera imposible aplicarla mientras se recorta el dinero en formación profesional, educación, becas y políticas activas.
La responsable de Juventud de UGT también se muestra crítica: “Lo planteado por España no tiene nada que ver con la Garantía Juvenil”. Sazatornil ha participado en las reuniones europeas en las que se ha debatido sobre el empleo juvenil, una de las más recientes, en París, en la que los países europeos ultimaron el reparto de fondos. “Lo que hay sobre todo es una guerra entre los países por conseguir ese dinero, pero es algo que no va asociado a una mejora de la juventud, sino a financiación extra”, sentencia.
No es esta la primera crisis en la que el paro juvenil preocupa, aunque sí en la que mayor envergadura ha cobrado. Sin embargo, las recetas han sido siempre muy parecidas, antes y ahora: abaratar la contratación de jóvenes a través de bonificaciones y crear o potenciar contratos ad hoc.
Las bonificaciones y la precarización de los contratos para jóvenes son una constante desde hace años. No en vano, la huelga general del 14-D, en 1988, la más contundente de la democracia, tuvo como detonante un plan de empleo juvenil que pretendía crear un nuevo contrato para jóvenes con salarios bajos y fuertemente bonificado. El éxito de la huelga hizo que el Gobierno de Felipe González retirara la medida.
“El paro juvenil siempre ha sido un problema, siempre han sido los primeros empleos en destruirse. Al final, cada vez que se hace algo terminan creándose nuevas formas de contratos, pero más precarios porque parece que cualquier empleo es bueno independientemente de las condiciones laborales”, asegura Alicia Martínez Poza, investigadora de la Fundación Primero de Mayo de CC OO.
Durante la crisis, se han sucedido las modificaciones del contrato de prácticas y de formación, que han precarizado aún más sus condiciones. Por ejemplo, actualmente está permitido que los jóvenes encadenen varios contratos formativos en una misma empresa, siempre que esta justifique que se hacen para puestos o funciones diferentes, algo que hasta ahora estaba vedado. Las horas de formación obligatorias a las que tiene que ir ligado este contrato se han recortado y no tiene que tratarse siquiera de un curso relacionado con la actividad que se desempeña en el puesto de trabajo, bastan unas horas de inglés o informática.
El economista José Ignacio Pérez Infante, miembro de Economistas Frente a la Crisis y ex director general de Empleo con González (1985-1990), subraya que un contrato de formación riguroso y bien planteado sí tendría sentido para combatir el paro juvenil. “Pero eso es caro, la formación tiene un precio. En cambio, tal como está ahora es una forma de precarizar y abaratar la contratación”, destaca. Pérez Infante también cree que la fórmula de las escuelas taller, en las que se combinaba la formación en un oficio con la entrada en el mercado laboral a través de un contrato, podría funcionar si se reorienta hacia los sectores productivos adecuados.
“El contrato en prácticas también es una fórmula que puede ser útil siempre que esté bien dirigido, aunque en un contexto de grandes cifras de desempleo su efecto es reducido”, dice por su parte la investigadora de la Fundación Primero de Mayo.
Tanto Martínez Poza como Pérez Infante creen que estas podrían ser formas de adaptar un modelo que suele ponerse como ejemplo: el de la formación dual alemana, que consiste en combinar formación y ocupación en la propia empresa.
Señalan también que la lucha contra el paro juvenil pasa por fortalecer los servicios públicos de empleo y ponen como ejemplo los países nórdicos, con atención individualizada y planes de orientación y seguimiento. En cualquier caso, insisten en que ningún plan específico funcionará por sí solo porque la solución al paro juvenil está inevitablemente ligada al resto de la política económica, de empleo e igualdad. “Mientras la situación del empleo en general no mejore, no mejorará para la juventud”, afirma Martínez Poza.
De la misma opinión es Pérez Infante: “En una situación de casi seis millones de parados la posibilidad de que las políticas activas sirvan para reducir sustancialmente las cifras es limitada. Es necesario que empiece a crecer el empleo a través del crecimiento. Las políticas activas son necesarias pero para ser eficaces requieren mucho dinero”.