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Ficción para un mundo hiperconectado

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Julio 2021 / 93

Ilustración
Andrea Bosch

Mientras esperamos la llegada de un futuro plagado de desafíos, las series de televisión nos ayudan a entender los entresijos de la economía.

Apuntarte a un grado en la universidad. Leer la prensa salmón y todos los ensayos del momento. Seguir un podcast o un canal de Youtube. Empaparte de charlas de expertos. Leer Alternativas Económicas. Puedes aprender economía de muchas formas, pero también viendo tus series de televisión favoritas.

Episodio piloto: El aula

Como profesor de Economía de secundaria me encanta enseñar cuestiones sobre la actividad económica, la empresa y la iniciativa emprendedora utilizando materiales audiovisuales. Vemos multitud de documentales, películas, programas de televisión y cortometrajes. No da tiempo a ver todo lo que querría, pero recomiendo a los alumnos que vean más cosas por su cuenta y les animo a que me hagan una ficha sencilla para subir nota. A veces son ellos los que me recomiendan títulos y así fue como empecé a incluir las series de televisión en mi lista de materiales: “Profe: ¿puedo hacer una ficha de La casa de papel (Álex Pina, 2017) que trata sobre el dinero?” o “Yo voy a hacer una ficha de un señor bien emprendedor: el de Breaking Bad (Vince Gilligan, 2008)”.

Aunque el espectacular boom de las series es un fenómeno reciente que ha venido de la mano del éxito de las plataformas de pago (intensificado durante el periodo de confinamiento), toda nuestra vida de televidentes ha estado ligada a este mundo de ficción encapsulado. Podría enumerar decenas de series de mi infancia y adolescencia e incluso, una mente enferma de economía como la mía podría llegar a encontrar ejemplos de ajuste del mercado entre oferta y demanda en Farmacia de guardia (Antonio Mercero, 1991), de estilos de dirección y de liderazgo en Twin Peaks (David Lynch, 1990) o de desigualdad en la distribución de la renta en El príncipe de Bel Air (Andy Borowitz, 1990).

Temporada 1: Economía analógica

Pero aquellos eran otros tiempos. Eran tiempos en los que la parrilla televisiva se limitaba a un par de canales públicos, alguno autonómico y un puñado de emergentes televisiones privadas. Era el mundo analógico de una economía solo un poco por delante de la que nos iba a mostrar Cuéntame cómo pasó (Miguel Ángel Bernardeau, 2001). 

En aquella época seguir las series completas era un reto casi imposible. Las cadenas cambiaban la programación sin avisar o cancelaban los programas de forma fulminante si no habían obtenido los índices de audiencia deseados. Estar todas las semanas a una hora concreta delante de la televisión temporada tras temporada resultaba inviable. 

Apareció la grabadora de VHS para facilitar la tarea, pero a veces lograr que tu madre atinara a grabar el capítulo de la serie que le pedías era ciencia ficción. ¡Qué decepción pensar que vas a saborear otra surrealista píldora de la plácida vida alternativa de Doctor en Alaska (Joshua Brand y John Falsey, 1990) y encontrarte con Paco Martínez Soria aceptando que la ciudad no era para él!

Temporada 2: Sociedad de consumismo

Fue gracias al DVD (y a las descargas, claro, pero negaré haber escrito este comentario ante cualquier sociedad gestora de derechos de autor) cuando las temporadas completas de las series empezaron a rellenar las estanterías de unas familias encandiladas por los cantos de sirena de la publicidad y los centros comerciales. Ya no hacía falta esperar meses y meses para completar Los Soprano (David Chase, 1999). Se podía deglutir disco a disco en un fin de semana de manta, pizza y serie.

Por otro lado, siguiendo la estrategia de segmentación y búsqueda de nuevos targets, las cadenas televisivas intensificaron las secciones infantiles y las series de dibujos animados. Llámenme pesado, pero algunas de estas también ayudan a familiarizarse con cuestiones económicas y empresariales. En clase vemos algún fragmento de Los Simpsons (Matt Groening, 1989) que es inmejorable para entender, por ejemplo, las políticas de algunas empresas encaminadas a que sus trabajadores se sientan parte de una gran familia. Incluso mis hijos, ávidos por extender las horas de televisión cuando eran pequeños, me animaban a que me sentara a ver Bob Esponja (Stephen Hillenburg, 1999) con ellos. “Mira, si es de economía. Una franquicia de cangreburguers, con sus empleados y el jefe que quiere vender más”.

Temporada 3: Capitalismo de ficción

Y llegó la eclosión de las series. Dejaron de ser el hermano pequeño de las producciones cinematográficas. Productores, directores, actores y guionistas abrazaron un sector que antes parecía dirigido a secundarios o a la comedia. Su calidad y presencia se multiplicó y la crítica aplaudía joyas como The Wire (David Simon, 2002) o Mad men (Matthew Weiner, 2007).

Su consumo ha desbordado los límites del aparato de televisión del salón de casa y, vía Internet y plataformas de pago, se ha propagado a través de toda la colección de pantallas que pueblan nuestra vida cotidiana: portátiles, tabletas, consolas y smartphones facilitan ver otro capítulo más desde la cama, el baño o el tren de cercanías.

A principios de siglo las series dejaron de ser el hermano pequeño del cine

Decía el gran diseccionador de la realidad y las tendencias Vicente Verdú que en el capitalismo de ficción lo importante no es la realidad, sino su representación, y que para lograr ese cambio, el sistema necesita convertir al ciudadano en espectador a tiempo completo de una ficción servida a todo un planeta homogeneizado.

En esa labor encargada a la publicidad, la televisión, el cine, las redes sociales o las webs de vídeos, las series son un aliado excepcional: requieren cientos de horas de conexión (“voy por el capítulo 22 de la temporada 8”), permiten jugar con nuestros deseos a golpe de emociones e intriga (“Próximo capítulo en 5, 4, 3…”) e incorporan las últimas novedades del big data, la inteligencia artificial y la selección algorítmica de recomendaciones (“coincide el 98% con tus preferencias”). 

Temporada final: El fin del capitalismo

Queda por saber si la burbuja de la hiperconexión (y de las series) tendrá final feliz en la siguiente temporada de un capitalismo hipertrofiado financieramente que se enfrenta a numerosos retos económicos, sociales, tecnológicos, políticos, demográficos y ecológicos. Nadie tiene acceso al rodaje de los capítulos futuros de la Historia de la Humanidad para hacernos espóiler, pero parece que las sucesivas crisis (financiera y pandémica) han decantado el relato de la ficción televisiva del lado de la distopía: Black Mirror (Charlie Brooker, 2011), Years and years (Russell T. Davies, 2019), Utopía (Dennis Kelly, 2013), El colapso (Les Parasites, 2019), etc.

Eso sí, mientras llega ese futuro incierto, siempre podemos intentar entender mejor los entresijos de la economía a base de series. La variada selección que hemos preparado en este dossier veraniego tiene en sus diversos argumentos un trasfondo económico y empresarial de gran interés didáctico que podría ayudar a la búsqueda de horizontes socioeconómicos menos apocalípticos. Continuará.

 

((Entre paréntesis: creador de la serie y año de emisión del primer capítulo))

 

*Profesor de secundaria, miembro de los colectivos Econoplastas y El Rincón Lento y autor de El demasiadotardismo. Guía personal de libros, cine, música y otros retales vitales para entender el fin del mundo (y de la economía).