Grados y posgrados: entre la regulación y el libre mercado
Nuestro alud de títulos nos aleja de la oferta comparable y comprensible del Espacio Europeo de Enseñanza Superior.
La oferta de estudios universitarios y de formación permanente en España es amplia, variada y confusa.
Las enseñanzas universitarias oficiales tienen efectos académicos y profesionales y se imparten exclusivamente en las universidades y en sus centros propios o adscritos (entidades que, mediante un convenio, se adscriben a una universidad, la cual reconoce como oficiales los títulos impartidos en el centro). Por otra parte, las universidades y otras entidades públicas y privadas organizan cursos de formación permanente.
En 2007, las enseñanzas universitarias se estructuraron en tres ciclos: grado, máster y doctorado (1). El grado debía proporcionar una formación básica generalista y el máster, especialización. Una mala opción terminológica: como el término máster se aplicaba ya a una gran variedad de estudios no oficiales, la confusión quedaba asegurada.
La reforma de 2007 se hizo bajo la advocación del Espacio Europeo de Enseñanza Superior (EEES), cuyos países deben configurar un sistema de títulos “comparable y comprensible”. E incluyó, sin relación con el EEES, la sustitución del catálogo de títulos oficiales por un registro, en el que se inscriben “los títulos oficiales con validez en todo el territorio nacional” con las denominaciones que a cada universidad le parecen oportunas si el plan de estudios satisface determinados requisitos.
La oferta excesiva y confusa de los grados
La consideración de la enseñanza superior como un mercado, a la que no son ajenas algunas características de la propia reforma (como la figura del registro), ha dado lugar a un gran aumento del número de universidades privadas, algunas en manos de fondos de inversión, y a una oferta de grados innecesariamente frondosa.
En 2013, el responsable de universidades de la Generalitat de Cataluña pidió, pese a que la autorización para implantar grados corresponde a la comunidad autónoma, “un gran esfuerzo para simplificar la entrada al sistema universitario”, ya que no se podía “pedir a jóvenes de 17 años que [decidieran] sobre 460 puertas de entrada”. Pero en 2020, en Cataluña el número de grados ascendía ya a 579 de los 3.062 que había en toda España, con más de 350 denominaciones significativamente distintas, más del triple de las que figuraban en el extinto catálogo.
Aunque algunos grados se suprimen por falta de demanda o por otras razones, la oferta crece sin cesar, con el consiguiente aumento de costes, y en conjunto resulta confusa y heterogénea en relación con su alcance (compárese Asistencia de Dirección con Administración y Dirección de Empresas), su enfoque (especializado y, por tanto, impropio del grado —como Podología, Creación y Desarrollo de Videojuegos— o generalista —como Física o Derecho—) o la presumible vigencia temporal de su objeto de estudio (de las matemáticas a los videojuegos).
Los nombres de los grados (como Estudios Francófonos Aplicados) no siempre son fácilmente inteligibles para estudiantes, familias, empresas e instituciones. No se ha configurado el sistema “comprensible y comparable” que propugna el EEES.
La proliferación de dobles e incluso triples grados expresa la poca consideración que se otorga a este ciclo: un grado no basta. Y los debates sobre si es mejor el sistema 4 + 1 o el 3 + 2 refuerzan la idea de que, sin un máster, con un grado no se puede ir a ninguna parte.
Másteres universitarios propios y en oferta
Así pues, la posesión de uno o más títulos de máster parece ser un signo de distinción y una baza considerable en el mercado de trabajo.
En 2020 el sistema universitario español ofrecía 3.613 másteres universitarios (oficiales), de los que una gran proporción se impartía a distancia en universidades privadas.
En torno a los másteres existe una gran confusión, derivada del hecho de que antes de implantarse el nuevo sistema de títulos había una amplia oferta de lo que se dio en llamar másteres propios (no oficiales) de las universidades a cargo, principalmente, de entidades parauniversitarias (creadas por las universidades, pero con personalidad jurídica propia) y de másteres privados (cuyos nombres insinúan a veces un carácter universitario del que carecen), sin regulación alguna.
Un doble máster de 8.400 euros con dos títulos anejos se puede obtener por 299
Aunque la ley establece expresamente que no se pueden utilizar las denominaciones previstas en la propia ley ni otras que puedan inducir a confusión, ninguna autoridad ministerial se atrevió a prohibir el uso del término máster y, por ello, se acuñó el término compuesto “máster universitario”, con el fin de distinguir los másteres oficiales de los que no lo son. Así pues, hay másteres universitarios, másteres propios impartidos o avalados por las propias universidades pero que no son universitarios, másteres privados reconocidos de un modo u otro por una universidad (recuérdese el caso Cifuentes y su relación con el Instituto Universitario de Derecho Público de la Rey Juan Carlos) e incluso másteres en oferta, con descuentos que pueden superar el 96% (así, un doble máster de 8.400 euros, que lleva anejos dos títulos más, puede obtenerse por el módico precio de 299 euros). En el surtido no faltan másteres propios sobre seudociencias.
Formación permanente, desregulación total
Por tanto, los másteres que no son universitarios forman parte de la formación permanente, sin regulación general alguna, que cuenta con una oferta privada abundante y variopinta en cuanto a contenidos, calidad y precios.
Por su parte, las universidades públicas suelen canalizar sus actividades de formación permanente a través de entidades parauniversitarias, con amplia autonomía en relación de ellas (hasta el punto de que pueden impartir enseñanzas amparadas por la universidad sin que en ellas intervenga profesorado universitario) y cuyos criterios de actuación tienen a veces mucho más de empresariales que de académicos.
Más cooperación, menos mercado
Según Akerlof y Shiller, “nuestro sistema de libre mercado tiende a generar manipulación y engaño” (2). Urge regular la formación permanente y, en general, evitar el predominio de la lógica del mercado en el ámbito de la formación superior y la confusión entre los títulos oficiales y los que no lo son. La oferta de grados debería simplificarse y ajustarse a los objetivos de este tipo de títulos, pero tal como están las cosas, eso solo parece posible mediante acuerdos entre las universidades y sus comunidades autónomas: más coordinación, menos competencia.
(1). Los grados pueden tener entre 180 y 240 créditos (un curso completo comprende 60 créditos), pero más del 99% tienen 240. Los másteres universitarios, entre 60 y 120.
Un análisis de la oferta de grados en https://www.observatoriuniversitari.org/es/2019/03/grados-universitarios-cuantos-y-cuales/.
(2). G. A. Akerlof, R. J. Shiller. La economía de la manipulación. Deusto, 2016.