Jean-Jacques Rousseau // La culpa es de Rousseau
“No hay ningún ser en el universo al que en cierto aspecto no pueda mirarse como el centro común de todos los demás”, Jean-Jacques Rousseau.
Para Jean-Jacques Rousseau, en el principio era la naturaleza. En 1750, un libro titulado Discurso sobre las ciencias y las artes muestra a un oscuro preceptor originario de Ginebra, ya de 38 años, totalmente autodidacta. Su ensayo gana el concurso de la Academia de Dijon que desea determinar “si el desarrollo de las ciencias y las artes ha contribuido a mejorar las costumbres”. La respuesta del premiado es acerba: “Nuestras almas se han ido corrompiendo a medida que nuestras ciencias y nuestras artes han avanzado hacia la perfección”. Denuncia “la ceguera del hombre que, para alimentar su loco orgullo y no sé qué admiración de sí mismo, corre con ardor tras todas las miserias de las que es susceptible y que la benéfica naturaleza se había preocupado de apartar de él”.
A contracorriente
Según Rousseau, la naturaleza es una especie de libro abierto en el que los hombres pueden volver a encontrar esas virtudes perdidas que son la sencillez, la belleza y el amor...