Joan Robinson
Economista poskeynesiana.
Tanto en su vida privada como en su obra escrita y en su labor como enseñante, Joan Robinson (1903-1983), no fue una mujer conformista. Su obra La economía de la competencia imperfecta, publicada en el año 1933, se propone reformular la teoría neoclásica del valor teniendo en cuenta la existencia de monopolios. Aunque se trata de su libro más conocido, y también del más aceptado por la economía ortodoxa, Joan Robinson se alejó cada vez más de él, hasta el punto de incluir una severa autocrítica antes del prólogo de la reedición de 1969.
Veinte años menor que John Maynard Keynes, que era ya un personaje célebre, Joan Robinson no temía criticarlo, a veces con virulencia, como muestra su correspondencia. La economista inglesa consideraba que el mensaje revolucionario de Keynes había perdido fuerza con el paso de los años. Y calificaba de “keynesianos bastardos” a los autores partidarios de la síntesis entre keynesianismo y teoría neoclásica que se acabó imponiendo como el paradigma dominante en la posguerra.
A mediados de la década de 1930, Joan Robinson descubre que un oscuro economista polaco, Michal Kaleki, había elaborado, antes de llegar a Cambridge, una teoría análoga, y en algunos aspectos superior, a la de Keynes, partiendo de Karl Marx. Decide entonces enfrascarse en el estudio de este último y publica en 1942 el primer libro procedente del mundo académico que muestra simpatía por Marx, un autor que, según la economista, se había interesado por los que consideraba auténticos problemas de la economía: crecimiento, crisis y paro.
Estudiar el largo plazo
En la década de 1950, Joan Robinson lleva a cabo sus aportaciones teóricas más importantes. Anuncia su proyecto como “una generalización de la teoría general”. A Keynes le interesaba el corto plazo. En cambio, para ella había que prolongar el análisis en el largo plazo, elaborando una teoría del crecimiento. Insiste en la necesidad de tener en cuenta las instituciones y reglas del juego del capitalismo contemporáneo, el carácter más o menos monopolístico de su aparato productivo. Basándose en ello, Robinson desarrolla con un lenguaje no matemático un modelo en el que el coeficiente de inversión, elegido por los empresarios, constituye la variable fundamental.
Robinson cree que el mensaje revolucionario de Keynes ha perdido fuerza, y mira a Marx
En 1975, “año de la mujer”, se esperaba que Robinson fuera galardonada con el premio del Banco de Suecia en memoria de Alfred Nobel. No fue así. El número de enemigos que se había creado con su franqueza debió de contar. Pero, sin duda, también tuvo que ver el hecho de que fuera mujer.
A lo largo de medio siglo, Joan Robinson publicó 24 libros y centenares de artículos y algunas de sus publicaciones se consideran aportaciones fundamentales. A los 62 accedió a la cátedra de Economía que había dejado vacante por jubilación su marido, Austin. El marido en cuestión había publicado dos libros y muchos menos artículos que su mujer.