La máquina de imprimir billetes
Recuerdo que hace mucho tiempo, un día en que acompañaba a mi padre de compras, me paré ante un escaparate en el que estaba expuesto un coche a pedales. A mi exclamación de“¡Papá, quiero uno igual!”, él respondió con un, “no soy una plancha vestida”, que me dejó sin palabras. Esa “plancha vestida” fue mi primer contacto con lo que los mayores denominan la realidad económica.
Como es sabido, desde el 1300 después de J.C. hay máquinas de imprimir billetes en China. Se trataba de unos caracteres de madera fijados en una plancha que, impregnados en tinta, permitían imprimir billetes que servían de pagarés al emperador. Pero la expresión surgió en la Revolución francesa con la multiplicación del denominado “billete asignado”, que permitió a la Convención y a sus sucesores pagar sus deudas sin problemas. Imprimir una hoja de papel cuesta mucho menos que conseguir oro o plata y acuñar monedas, como se hacía hasta entonces, cuando todos los pagos eran en moneda metálica.
La expresión surgió en la Revolución francesa con la multiplicación del “billete asignado”
Hoy, la moneda ya no tiene nada que ver con el oro y es aún más fácil. Como decía Ben Bernanke, presidente del Federal Reserve System de 2005 a 2014, el equivalente estadounidense al Banco Central Europeo: “El Gobierno de EE UU dispone de una tecnología denominada imprenta, que le permite producir tantos dólares como quiera a un coste prácticamente nulo”.
MONEDA-HELICÓPTERO
Es algo evidentemente tentador. Tan tentador que ese privilegio —poder imprimir tanta moneda de curso legal como se desee— pronto se otorgó a un único banco, que se denominó “central” [en Francia, en 1848, al Banco de Francia, mientras que en España al Banco de España, en 1874], que perdió dicho privilegio en 2000 en beneficio del Banco Central Europeo con la creación del euro.
Hoy, la metáfora ha cambiado: como exige la modernidad, hablamos de “moneda helicóptero” gracias a Milton Friedman, que imaginó la posibilidad de que “un día, un helicóptero (…) dejara caer del cielo una suma adicional de 1.000 dólares”. Su consecuencia sería inevitablemente la inflación, decía. Sin embargo, entre 2008 y 2017, se han puesto en circulación billones de dólares, euros o yenes para salir de la crisis y reanimar una demanda depresiva, y no ha habido inflación. ¿Habrá sido porque esos billones se han prestado gratuitamente a los bancos en lugar de lanzarlos a la gente desde un helicóptero? Esa máquina estaba demasiado engrasada…