Los efectos sociales de la concentración
Las últimas fusiones acentúan la anomalía española, con un modelo cada vez más dominado por la gran banca sin parangón en Europa que avanza hacia el oligopolio.
Estamos asistiendo a una nueva etapa de concentración del sector bancario en España, que posiblemente llegue a aumentar el 50%. En poco tiempo se han producido movimientos de concentración entre los cinco bancos más grandes. Primero fue la adquisición del Banco Popular por parte del Santander, en 2017; en noviembre de 2020 fue la fusión entre Caixabank y Bankia (que representan la primera entidad con el 25% de los depósitos del sistema bancario). Y ahora se anuncia la fusión entre BBVA y Banco Sabadell.
Los cinco primeros bancos concentran cerca del 70% del total del sistema bancario, lo que supone que España es el país de Europa con mayor nivel de concentración. La tendencia es evidente y las consecuencias serán la vuelta al oligopolio financiero.
La cuestión que nos hemos de plantear es si los efectos de este proceso son positivos o negativos para la economía y la sociedad. Desde el punto de vista económico, puede que exista controversia sobre cómo valorar sus efectos, pero no hay duda de que los efectos sociales de la concentración son enormemente negativos. Pero, además, la justificación de las fusiones bancarias se centra en un argumento falaz: que cuanto más grande es un banco, mejor gestionado y más rentable es. No hay estudios empíricos académicos que demuestren esta afirmación. Si bien un aumento de tamaño significa economías de escala, con la consiguiente reducción de costes productivos, también hay que incluir en la balanza otros tipos de costes que se incrementan con las fusiones (de gestión, de coordinación, etc.) que, a menudo, convierten estas operaciones en fracaso. Se estima que el porcentaje de fracasos de fusiones está entre el 50% y el 70%. Pero es que, además, las economías de escala tienen un límite; no se puede reducir costes ininterrumpidamente.
El problema de la mala gestión de los bancos no es el tamaño, sino su gobernanza y la mala gestión del riesgo. No olvidemos que las causas de la crisis financiera de 2008 fueron el descontrol en la gestión del riesgo, especialmente en la concesión de préstamos y créditos hipotecarios. Pero sobre esto apenas se han tomado medidas.
Empleo destruido
Los principales costes sociales de la concentración bancaria los podemos agrupar en tres: 1) reducción del empleo, 2) pérdida de competencia y 3) riesgo sistémico.
Respecto a la pérdida de puestos de trabajo, las cifras son contundentes: entre 2009 y 2018 se perdieron en España más de 100.000 empleos procedentes del sector bancario entre expedientes de extinción pactados, salidas voluntarias y prejubilaciones. Las causas de esta reducción no son solo las fusiones; también se han de incluir la digitalización del sector y las medidas para incrementar la rentabilidad. Pero no hay duda de que las fusiones suponen duplicidades de oficinas que llevan a cierres y despidos. El bancario es uno de los sectores en los que más ha caído el empleo durante las dos últimas décadas. Desde 2008, el número de oficinas bancarias se ha reducido a casi la mitad (el 47%) y el número de empleados, en un 35%.
47%: Reducción de las oficinas bancarias desde 2008
Mientras miles de empleados bancarios eran despedidos, los grandes directivos bancarios han seguido aumentándose los sueldos, y es el bancario el sector que mejor paga a sus directivos en España con una media de hasta 300.000 euros brutos anuales, según Adecco. Según la Autoridad Bancaria Europea, España es el quinto país de la Unión en número de banqueros con sueldos superiores al millón de euros.
El segundo de los costes sociales de la concentración es la pérdida de competencia debido a la desaparición de bancos. El número de bancos en España ha ido disminuyendo de forma constante desde hace ya varias décadas. En 2008, antes del estallido de la crisis financiera, existían 45 bancos y cajas de ahorros; hoy quedan poco más de 10. Es una mala noticia para los consumidores, que ven mermada su capacidad de decisión sobre en qué banco depositar su confianza. Pero aún peor es que el tipo de modelo de banca en España se ha concentrado en la gran banca privada sociedad anónima. Las cajas de ahorros, que representaban el contrapunto a la gran banca, fueron obligadas a transformarse en bancos privados en 2013, tuvieran o no problemas financieros; solo quedan dos pequeñas cajas de ahorros, una en la Comunidad Valenciana y otra en Baleares. Por su parte, las cooperativas de crédito, que representan el referente de banca social y de proximidad en España con unas 45 entidades, apenas alcanzan una cuota de mercado del 9% de los depósitos y del 8% de los créditos, y también se están viendo afectadas por las fusiones en el sector, lo que supone un serio peligro de extinción. Para completar el elenco de modelos de banca, hay que señalar que la banca pública española desapareció a principios de la década de 1990 con la fusión entre BBV y Argentaria (que supuso la privatización de la banca pública), y que la banca ética no ha tenido tradición en España y ni siquiera llega a alcanzar el 1% de cuota de mercado, a pesar de su crecimiento exponencial desde la pérdida de confianza en la gran banca tras el estallido de la crisis de 2008.
Podemos decir, por tanto, que en España existe un predominio absoluto de la gran banca, modelo que utiliza criterios puramente económicos y financieros para tomar sus decisiones y que ha protagonizado de manera constante malas prácticas bancarias a través de estafas y abusos. La mayor concentración del sector aumenta el riesgo de mayores abusos y malas prácticas como son el cobro de comisiones (que en España están liberalizadas) y el establecimiento de cláusulas y condiciones abusivas en los productos y servicios que ofrecen. En este sentido, España es una «anomalía financiera» en Europa, pues la mayoría de países (Alemania, Países Bajos, Francia, Italia, etc,) mantienen la mayoría de modelos bancarios (banca pública, cajas de ahorros, cooperativas de crédito, banca ética, gran banca) y la banca de proximidad posee unas cuotas de mercado significativas (alrededor del 20-30% del total del sector bancario).
El problema es la gestión, no el tamaño
El tercer coste social de la concentración es el aumento del riesgo sistémico del sector. Esto significa que cuando un banco es «demasiado grande para dejarlo caer», el Estado acaba socializando sus pérdidas. Con este argumento se solicitó un rescate bancario a la UE para hacer frente a las consecuencias derivadas de la crisis de 2008, del cual se utilizaron casi 23.000 millones de euros para sanear Bankia, además de otras entidades financieras. Sanear la banca ha tenido repercusiones negativas en la sociedad por el recorte en gastos de sanidad, educación y servicios sociales.
Además, una parte importante de las fusiones que se están produciendo ahora son posibles gracias al dinero público aportado en su momento: Caixabank adquirió el Banco de Valencia por un euro, lo mismo que hizo el Sabadell con la CAM, después de ser saneados con dinero público; del mismo modo que se ha mantenido una participación pública importante en Bankia (del 62%), de la cual se mantiene el 16% en la nueva entidad resultado de la fusión con Caixabank.
La concentración bancaria es muy perjudicial para la sociedad, por lo que debería al menos abrirse un debate sobre las fusiones con la participación de la ciudadanía en defensa del interés general y el bien común frente a los intereses económicos de unos pocos.