Los ‘minijobs’ o la flexibilidad a la alemana
Frankfurt
Más de siete millones de personas tienen un trabajillo a tiempo parcial y mal pagado, sin derecho a la jubilación ni al paro.
ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR
En su momento, el empleo en una pequeña joyería le vino de perillas a Heidrun Völkening-Welsch, de cincuenta y dos años. Con sus tres hijos adolescentes en el colegio, tenía ganas de volver a trabajar, pero, eso sí, con un horario corto que le permitiera comer con ellos y no dejarles demasiado tiempo solos, ya que las clases terminaban muy temprano. Como a sus otros ocho empleados, el joyero le había ofrecido un minijob, un tipo de contrato, así denominado, previsto por la ley alemana: no cotizaría para la jubilación ni para el paro, ni tendría seguridad social, pero tampoco ella tendría que cotizar. El marido de Heidrun, director de ventas en una empresa de instalación de cocinas, garantizaba la seguridad financiera de la familia.
En 2016, la quiebra de la joyería puso fin a cinco años de cómoda rutina. Heidrun se replanteó su trabajo y optó por un empleo auténtico con derecho a la jubilación y al paro. “Pensé en mi futuro”, explica. Hoy, trabaja a diario como recepcionista y ayudante en la consulta de un pediatra desde las 7:45 hasta las 12:00. Una buena solución hasta que todos sus hijos hayan terminado el bachillerato.
Más de siete millones de alemanes tienen ‘minijobs’
Rebajan el paro, pero también son la puerta a la precariedad
Muchos ‘minijobers’ no exigen vacaciones pagadas ni piden bajas
450 EUROS COMO MÁXIMO
En Alemania, son más de siete millones de personas las que tienen minijobs. En esos contratos a tiempo muy parcial (50 horas al mes como máximo con un SMI de 8,84 € la hora), el asalariado no está obligado a pagar ninguna cotización, mientras que el empleador paga una cantidad variable en función del tipo de empleo (el 31,3% de media). Creados para luchar contra el trabajo negro y facilitar el ingreso en (o la vuelta a) la vida activa, sobre todo a las madres de familia y a los parados de larga duración, ilustran la famosa “flexibilidad” del modelo alemán. Está claro que hacen que disminuya el paro, pero también, que abren de par en par las puertas a la precariedad. “Debido a que no conocen sus derechos o a que no se atreven, muchos de los minijobbers no exigen las vacaciones pagadas o las bajas por enfermedad previstas por la ley”, explica Toralf Push, de la Fundación alemana de estudios económicos Hans-Böckler.
En Frankfurt, raros son los supermercados, panaderías, lavanderías o peluquerías que no tengan pegados en sus escaparates pequeños anuncios ofreciendo “450-euros-jobs”. Permiten redondear el mes, tener un dinerillo cuando se es un refugiado recién llegado, dinero de bolsillo cuando se es estudiante, o completar la exigua indemnización cuando se está en el paro, como Frank Klein, de cincuenta y tres años y originario de Neukirchen (Sarre): “Se trata de la supervivencia, lucho contra mi declive social”. Su caída comenzó cuando, en esta década, el distribuidor y mayorista de material eléctrico para el que trabajaba como agente comercial cerró. Tras algunos empleos a tiempo parcial, Frank no ha encontrado nada mejor. “Y conforme me hago mayor es cada vez más difícil”, dice amargamente.
UNA MAYORÍA DE MUJERES
Según un estudio publicado en noviembre de 2016, realizado en Renania del Norte-Westfalia y que confirma estudios anteriores a escala nacional, aproximadamente un 60% de los minijobs están ocupados por mujeres. Para la mayoría de ellas, cuyos maridos tienen un trabajo, como Heidrun, los minijobs permiten conciliar un trabajo a un tiempo muy reducido con la presencia en el hogar. En contrapartida, no constituyen nunca un trampolín profesional: tras siete años de minijobs, una mujer de cada siete logra un empleo a tiempo completo y una de cada cuatro, un trabajo a tiempo parcial. Ursel Möller, cuyo marido es ferroviario jubilado, comenzó su “carrera” de cajera a los cuarenta y un años, a razón de diez horas semanales, “para redondear el mes”. La exoneración de cotizaciones contó en su decisión, confiesa entre dos clientes del REWE, la gran cadena de supermercados donde trabaja. A sus sesenta y siete años, sigue siendo cajera. “Así son las cosas, no me lo cuestiono”.
Raro es el comercio de Frankfurt que no tenga oferta de ‘minijobs’
Permiten redondear el mes o dinero de bolsillo a los estudiantes
Este tipo de trabajo no es nunca un trampolín profesional
VISIÓN PATRIARCAL
“Estos empleos atípicos refuerzan una visión patriarcal de la sociedad, aún profundamente arraigada en Alemania, en las que las mujeres deben ocuparse de los hijos mientras sus maridos “traen dinero a casa”, explica Carsten Wippermann, de la Universidad Católica de Munich, autor de Mujeres y ‘minijobs’, un estudio realizado para el Ministerio de la Familia. “Los minijobs tienden a encerrar a las mujeres en un ciclo de dependencia económica caduco”, estima. De hecho, ese tipo de trabajos están mucho más extendidos en el oeste de Alemania, donde los esquemas tradicionales de la familia siguen siendo fuertes, que en el este, en la ex RDA (República Democrática Alemana), donde se fomentaba el trabajo de la mujer y los niños estaban escolarizados todo el día.
Hasta ahora, Heidrun Völkening-Welsch no tiene deseo de hacer carrera. Ni posibilidad. Ya cuando sus hijos eran pequeños, recuerda, “las plazas de guardería por la tarde estaban reservadas para las madres solas. Aquí, lo normal es que las madres se queden en casa”. “Los minijobs son útiles cuando el marido gana dinero suficiente”, añade, “pero no se puede vivir de ellos”. Pensando retrospectivamente, considera su trabajo en la joyería como “poco más que un simple dinero de bolsillo”. “Nos toman el pelo”, confiesa Heidrun hoy. Y aconsejaría al Gobierno que limitara los minijobs a los jóvenes como su hijo, minijobber en la panadería del barrio.