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Los sentidos de la economía social

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Octubre 2014 / 18

Profesor emérito de la Universidad General Sarmiento y director académico de la Maestría en Economía Social de la misma universidad argentina.

América Latina. De sector de supervivencia de las clases populares a punto de partida de la alternativa sistémica

Al término economía social se le han dado distintos significados. En su uso más tradicional, se refiere a las cooperativas, asociaciones y mutuales autogestionadas por trabajadores o usuarios basadas en la reciprocidad.

En su origen, este tipo de organizaciones fue parte del programa autónomo de los trabajadores superexplotados por el capitalismo para defenderse y sobrevivir. A partir de las crisis de inicios de siglo se ha extendido la promoción de microemprendimientos asociativos, con subsidios, microcréditos, capacitaciones y otros instrumentos de política pública para, como dice el Banco Mundial, “aliviar la pobreza”.

La perduración de la exclusión y el aprendizaje por esa práctica extendida ya no la limita a proveer posibilidades de integrar los individuos y sus microemprendimientos al mismo mercado que los excluye, sino que se trata de producir bases materiales para crear otra calidad de los vínculos sociales, afirmando identidades nuevas o tradicionales, generando lazos sociales comunitarios, avanzando hacia formas más participativas de gestión de las políticas públicas o articulando el sistema educativo con la economía popular.

Avanzar estratégicamente en esa dirección requiere cambiar esquemas mentales sobre lo económico. Una visión sustantiva (Polanyi) de la economía lleva incorporado el principio ético de la responsabilidad por la reproducción de la vida en sociedad y la necesidad de transformar y no solo de compensar un sistema con hegemonía del capital, basado en el principio de la propiedad privada irrestricta con efectos destructivos para sociedad y naturaleza.

En ese marco, de ser vista como un sector de sobrevivencia de los sectores populares, la economía social y solidaria pasa a ser considerada un punto de partida de una alternativa sistémica que abarca toda la economía mixta, cuya viabilidad puede ser construida por otra política y que requiere de otro Estado, de otros sujetos, de movimientos sociales con programas de transformación y no solo reivindicatorios de demandas particulares.

A la vez, es posible aprender de experiencias significativas de América Latina, donde a partir de la acción masiva de movimientos y movilizaciones sociales han surgido nuevos mandatos constitucionales (Bolivia, Ecuador, Venezuela) que afirman la necesidad de reconocer y potenciar las formas de economía solidaria, popular, comunitarias, cooperativas, asociativa, las pretéritas y las que emergen en la crisis. Esa movilización de las sociedades involucra tanto la protesta masiva frente a la sociedad política como articulaciones de los movimientos reivindicativos sectoriales y la emergencia de nuevos movimientos antisistémicos cuyas miras se dirigen al núcleo del sistema-mundo actual.

Los pueblos originarios y su crítica al colonialismo con su proyecto civilizatorio de modernidad, uniformizante y destructora de la diversidad, nos plantean el buen vivir o el vivir bien como paradigmas alternativos al del bienestar material. El feminismo y su crítica al patriarcado, previo al capitalismo y al colonialismo mismo, propone otros sistemas de producción de significados, otras dimensiones de la economía (como la economía del cuidado), otras relaciones con el lugar. El campesinado, crítico con la tecnología destructora de la tierra y de la vida, es el que nos plantea no solo una propuesta agroecológica, sino la soberanía alimentaria, la valoración de la economía de la casa, siempre presente en las estrategias de la economía popular, y que retoma la consigna de “la tierra para el que la trabaja”. El sindicalismo y el cooperativismo y la izquierda tradicional misma son tensados por estos nuevos sujetos sociales y políticos que cuestionan el sistema que los viene cobijando con grandes contradicciones.

Nuevos mandatos constitucionales afirman la necesidad de economía solidaria

La propuesta de construir ‘otra economía’ implica una lucha contracultural

No puede legitimar y aceptar como un dato inamovible el mandato del capital financiero

Estos actores colectivos devenidos sujetos no se presentan como sujetos históricos predeterminados ni basan sus estrategias en la convicción de que hay leyes históricas inexorables que llevan a una sociedad ideal. Son parte de un mundo contingente, donde no hay camino ni jerarquías preestablecidas y por ello la centralidad de una política con otro concepto de poder y con otra lógica de legitimación de la autoridad, como plantean los zapatistas.

El programa de una economía social y solidaria alcanza así una dimensión política y un alcance societal. En el contexto de la globalización del capital, del predominio del mercado liberado, la propuesta de construir otra economía, social y solidaria, implica necesariamente una lucha contra-hegemónica, cultural, por otro sentido común que ya no legitime y acepte como un dato inamovible el mandato del capital financiero y los Estados que lo sostienen.