Mucho más que herramientas
Presidente de Fiare
Miembro del Consejo de Administración de Banca Popolare Etica
Se siguen sucediendo los análisis sobre la crisis financiera. Evidencias y sospechas sobre las causas y sus responsables, sobre qué se debió hacer y no se hizo, sobre qué cabe hacer hoy. Análisis que muchas veces olvidan la estrecha interrelación que existe entre mecanismos e instituciones económicas, poderes públicos y sociedad civil en sus diversas formas de organización. Olvidar esto, parcializando de forma deliberada el análisis, conduce a simplificaciones que a la postre resultan rehenes de un pensamiento instrumental de corto alcance que nos aboca a callejones sin salida. Muestran así su apariencia de irrefutabilidad afirmaciones como “no hay dinero para las pensiones, para sanidad o educación” o “es de ignorantes negar el valor de los grandes mercados de capitales a nivel global para el desarrollo de nuestras sociedades”. Todo muy parcial, interesadamente superficial. Titulares.
Las alternativas económicas que se proponen y desarrollan actualmente con gran dinamismo a nivel mundial son asimismo víctimas de esta interesada simplificación. Entre ellas, las propuestas de Banca Ética, cuyo valor y naturaleza solo se puede entender desde una mirada integral sobre los complejos mecanismos sociales que hacen posible un determinado comportamiento del sistema económico. Una naturaleza, la de las propuestas de Banca Ética, que es irrenunciablemente política, como propuesta para articular un estilo radicalmente alternativo de relaciones entre los distintos actores sociales que configuran la esfera económica.
El espacio de la Banca Ética propone mucho más que nuevas herramientas financieras. Ofrece mucho más que una corrección más o menos restrictiva de los ámbitos de financiación y de la actividad especulativa. Se compromete a mucho más que a operar de forma trasparente o a controlar las retribuciones a los directivos. Todo esto lo asume la Banca Ética, por supuesto, pero no son estos los elementos esenciales que configuran su carácter de alternativa.
Lo que los proyectos de Banca Ética proponen son cambios radicales en la dimensión relacional de la intermediación financiera, en la manera en la que los distintos actores sociales participan del circuito económico que se articula. Este nuevo tipo de relaciones construye su naturaleza y su lugar social, influyendo en aspectos tan importantes como la estructura de propiedad y gobierno, la estrategia de desarrollo, el sentido de la innovación o los mecanismos de información y participación. Esta apuesta de la Banca Ética pone de manifiesto una naturaleza claramente cooperativa, en la que resaltan valores como la participación, la reciprocidad, el mutualismo o la solidaridad, y una actividad cultural inseparable de la actividad económica propiamente dicha.
Sin esta dimensión relacional que se compromete y persigue cambios en la esfera pública, no es posible entender el valor de la Banca Ética, ni de muchas otras alternativas económicas. No podemos olvidar que es muy difícil pensar en alternativas de fondo si no se construyen y desarrollan atendiendo a factores tan determinantes como los marcos legales, las lógicas de poder en las instituciones del mercado o la manera en que las políticas públicas configuran un determinado tipo de ciudadanía. Tampoco es posible hacerlo si no se construyen sobre la base de una ciudadanía vigorosa, comprometida con las consecuencias no económicas de nuestros comportamientos económicos. Todos estos elementos deben estar presentes en las propuestas de transformación social, como deberían estarlo en nuestros análisis sobre el sistema económico actual y sus crisis.
La construcción de la Banca Ética requiere asimismo de la participación de muy diversos actores sociales con capacidad de influir y configurar una ciudadanía responsable y comprometida con el bien común. Organizaciones sindicales, universidades, medios de comunicación, administraciones públicas y muchas otras formas de sociedad civil organizada. Su participación (con protagonismo, con influencia y responsabilidades) refuerza las posibilidades de configurar proyectos de naturaleza cooperativa en manos de redes densas de capital social, de personas y organizaciones que se comprometen en la construcción, y no simplemente en el consumo, de propuestas de alternativa. Esta es la “marca genética” más genuina de la Banca Ética, la que dota a estos proyectos de legitimidad y valor social. Y es también la clave para mantener una motivación radicalmente contracultural en estos tiempos, que se oriente al beneficio social por encima del estricto retorno económico, apoyada en un trabajo cultural que lucha por recuperar un marco de valores que sitúe la economía al servicio de las personas. Que asuma sin excusas, coartadas, ni simplificaciones que “el interés más alto es el interés común”.