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Pecado 1 // El planeta, por los suelos

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Octubre 2019 / 73

El capitalismo y su modelo de desarrollo destruyen el medioambiente, un fenómeno que se ha disparado.

ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR

La canícula del verano que acabamos de pasar no será la que desmienta la tendencia secular al calentamiento global. En el siglo XX, la temperatura media del planeta dio un salto de 0,6º. En la Francia metropolitana ha sido de 1º, e incluso de 2º si nos centramos entre la media del periodo 1961-1990 y la del periodo 1991-2018. [En España, la temperatura en verano —julio, agosto y septiembre incluidos— ha aumentado en 2,45 grados centígrados desde el año1965, según el Observatorio de la Sostenibilidad.]

 

A MARCHAS FORZADAS

A nuestra escala —y a la de los países de vieja industrialización—, estamos pagando con efecto retroactivo los años de crecimiento desbocado (1945-1975) en los que ni el problema del clima ni la noción de medioambiente estaban en el debate público. A ello se añade la recuperación económica a marchas forzadas de los países emergentes (China, India…), es decir, de casi 3.000 millones de seres humanos. Es una buena noticia, pero actualmente se traduce en considerables emisiones adicionales de gas de efecto invernadero que, como la nube radioactiva de Chernóbil, no tienen fronteras. Esto, en definitiva, ha hecho que esas emisiones se hayan duplicado desde 1980.

Y no olvidemos lo que sucederá cuando los otros tres millones de personas, hoy atrapados en una terrible pobreza —que lleva a algunos a dejar su país a cualquier precio— cojan finalmente la parte que, en justicia, les pertenece, y que no podrán hacer si les legamos un planeta inhabitable y despojado de sus recursos.

 

TRIPLE  RESPONSABILIDAD

No se puede negar que los antiguos países socialistas tomaron parte en la destrucción medioambiental del pasado. Pero el capitalismo tiene una triple responsabilidad en el modelo de desarrollo que hoy pone en peligro al planeta. La primera responsabilidad es la prioridad dada al corto plazo: el beneficio y su importancia en el funcionamiento de nuestro sistema económico lleva a las empresas o a los particulares a subestimar, ignorar o disimular los costes medioambientales (y sociales) en perjuicio de aquellos que lo sufren o lo sufrirán. El futuro se sacrifica, así, al presente y se desprecia a las futuras generaciones.

Pagamos con efecto retroactivo los excesos del crecimiento 

La recuperación de China se traduce en un aumento de emisiones

Los países socialistas contribuyeron al deterioro ambiental

Segunda responsabilidad: la tendencia a ir cada uno a lo suyo: el clima y los recursos no renovables son bienes comunes. Mejorar el primero y reducir las extracciones de los segundos solo puede lograrse mediante un esfuerzo común. Sin embargo, es muy tentador tener un comportamiento de parásito: que paguen los otros, yo me beneficio de su esfuerzo sin pagar… En un sistema competitivo, los que optan por el individualismo ganan a costa de los demás. 

Tercera responsabilidad, nada es suficiente: el crecimiento es la palabra fetiche del capitalismo. Producir más permite ganar más y, por tanto, consumir más. Pero el crecimiento, aunque sea sostenible o verde, implica más extracciones y más residuos: si nos fijamos como objetivo que el conjunto de la población mundial tenga el nivel de vida actual de los habitantes de un país de entre los más desarrollados, habría que multiplicar por cinco el consumo.  Y por 10 si se considera un plazo de 50 años para lograrlos y se tiene en cuenta que Francia ha crecido el 0,7% de  media al año (España lo ha hecho el 1,8%) y  un aumento de la población mundial del 50% de aquí a entonces, según prevé la ONU. ¿Alguien puede pensar que ello será posible sin agravar nuestros males medioambientales. La solución reside en la sobriedad y en un reparto más justo. Es decir, en el fin o en la transformación espectacular de un capitalismo que, por el contrario, necesita la desigualdad para estimular el crecimiento.