Accede sin límites desde 55 €/año

Suscríbete  o  Inicia sesión

Pecado 5 // ¡Abajo la competencia!

Comparte
Pertenece a la revista
Octubre 2019 / 73

Las empresas superestrella aumentan cada vez más su diferencia con el resto de la economía, amenazando así a las democracias. 

ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR

La similitud del capitalismo de hoy con respecto al capitalismo auténtico es como la de Los piratas del Caribe de Disney a los auténticos piratas. El economista estadounidense Jonathan Tepper sabe expresarse con contundencia a la hora de deplorar la creciente concentración del poder económico en manos de un puñado de multinacionales: “La competencia es la esencia del capitalismo y, sin embargo, se está muriendo”. 

Este fenómeno empieza a estar muy bien documentado, sobre todo al otro lado del Atlántico: “En Estados Unidos, las 100 primeras empresas por su volumen de negocios representan hoy cerca de la mitad del PIB del país, mientras que la proporción era de un tercio en 1994”, subraya François Lévêque. Ya se mida la cuota de mercado, la productividad o el beneficio, las llamadas “empresas superestrella” profundizan cada vez más su diferencia con el resto de la economía. Inmediatamente pensamos en las Gafa (Google, Amazon, Facebook, Apple), pero el fenómeno no es ni exclusivamente estadounidense ni está circunscrito al sector digital.

Según un reciente estudio realizado por el FMI en 20 países desarrollados, la décima parte de las empresas más rentables ha aumentado sus márgenes en un 40% entre 2000 y 2015, mientras que los de las otras se estancaban o disminuían. Hay empresas superestrella tanto en la industria del automóvil como en las finanzas, la química, la industria farmacéutica y el comercio al por menor, véase, en el caso estadounidense, ¡en los hospitales o en los despachos de abogados! Sus nombres son General Electric, Lego, Walmart, Ikea o Essilor.

 

LUZ SOBRE LA CONCENTRACIÓN

¿Cómo se explica esta concentración? Los efectos de red* que, en el universo digital, dan una prima apabullante al líder del mercado, han tenido mucho que ver en ello. La globalización, que ha ampliado considerablemente los mercados, también. Otras explicaciones que se han avanzado, sobre todo por Estados Unidos, son el laxismo de las autoridades encargadas de la competencia —que autorizan con demasiada facilidad las fusiones-adquisiciones— y la permeabilidad de los responsables políticos al lobbying de las empresas. Una última pista: el accionariado común. BlackRock, Vanguard y State Street, los mayores fondos de inversión constituyen, ellos solos, el primer accionista del 88% de las empresas del S6P500, el índice bursátil de las 500 mayores sociedades de Estados Unidos. Esto incita a las empresas a ampliarse para aumentar sus márgenes y los beneficios de sus accionistas.

La red ha tenido que ver en la desaparición de la competencia

Si el economista Joseph Schumpeter consideraba que los monopolios surgidos de la innovación eran transitorios y necesarios para la buena marcha del capitalismo, a los economistas actuales les preocupan porque parecen inexpugnables. Provocan precios elevados para los consumidores, invierten poco y contribuyen a la disminución de la productividad observada en numerosas economías desarrolladas. Su poder se ejerce también sobre el mercado del empleo, ya que las empresas se ponen de acuerdo para bajar el salario medio. Favorecen la polarización de nuestras sociedades entre una franja restringida de hogares acomodados, que reciben salarios elevados y dividendos, y el resto de la población, condenada a ver cómo su salario se estanca. Esto alimenta la frustración de las clases populares y medias. Una economía dominada por los carteles y los monopolios es una democracia que va mal, razón por la cual Estados Unidos y Europa los limitaron severamente tras la Segunda Guerra Mundial antes de aflojar la presión en la década de 1980, una lección que va siendo hora de recordar.

 

88%

de las empresas del S6P500 tienen como primer accionista a los tres mayores fondos de inversión estadounidenses.