Pecado 6 // Regreso a lo peor del pasado
Con los ‘slashers’, esos trabajadores pagados por tarea que hacen malabarismos con los trabajos y los estatus, el capitalismo vuelve a uno de sus pecados originales.
ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR
Encadenar encargos y patronos, hacer malabarismos con las facturas de su microempresa y sus nóminas de asalariado… Hay una nueva palabra para designar a esas trabajadoras y trabajadores que acumulan diferentes trabajillos y estatus: slasher. El capitalismo vuelve a uno de sus pecados originales: remunerar únicamente la actividad productiva. Y se vuelve a los siglos XVIII y XIX, a la época de la protoindustria y los obreros pagados a destajo que trabajaban en casa. Los patrones cerraron ese paréntesis al decidir reagrupar en el mismo lugar de producción a esos operarios. El deseo de controlar sus horarios e incrementar la productividad hizo que surgiera una nueva forma de subordinación, pero también con ella, el sindicalismo y las luchas sociales que originaron la creación de un derecho laboral y sólidas protecciones.
MERCADO LABORAL FLEXIBILIZADO
Es esa “rigidez del mercado laboral” la que, desde hace décadas, bombardean a críticas los promotores de la disminución del coste laboral. Para no tener que cumplir con los derechos ligados a la antigüedad (vacaciones, formación, etc.) o para responder a aumentos de actividad, los empleadores han contado en Francia con un legislador complaciente. Suplencias, contratos temporales... España, que desde 1984 ha ido ahondando en la flexibilidad laboral, ha seguido la misma línea, especialmente desde la reforma de 2012. El 38% de los contratos firmados en el año 2018 en el mercado laboral español tenían una duración inferior o igual a un mes, y la tasa de temporalidad vuelve a aumentar hasta niveles del 26%. Así, se suscriben muchos contratos cortos que no suelen traducirse en empleo. Y son fundamentalmente los parados quienes ocupan esos puestos.
Al margen de esos abonados a los contratos precarios, hay otros trabajadores a destajo, los microemprendedores, que no forman parte del trabajo asalariado., gracias a la revolución digital y a una legislación favorable. Según un estudio de Télécom ParisTech y el Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS, en sus siglas en francés) llevado a cabo por el sociólogo Antonio Casilli, solo en Francia hay 260.000 microtrabajadores. Sin ningún estatuto y ninguna protección social ellos (o más bien ellas, pues son en gran parte amas de casa) efectúan a través de plataformas, como Foule Factory, microtareas sin valor añadido (reconocer un semáforo en rojo en imágenes, desviar un objeto…) por los que cobran unos céntimos de euro que les pagan a través de una cuenta PayPal.
[Según un informe de septiembre de 2018 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre 3.500 microtrabajadores en 75 países, la edad media de dichas personas es de 33 años y un tercio de ellas son mujeres. Los microtrabajadores tienen formación: en un 37% de los casos tienen un grado universitario, en un 20% un posgrado y buena parte de ellos tienen que ver con ciencia y tecnología e ingeniería.]
Cuatro de cada diez contratos tienen una duración de un mes
Las personas con un empleo bajo amenaza se forman menos
En el Reino Unido, hay un millón de contratos de 0 horas
¿El trabajo a destajo está destinado a barrer las formas tradicionales del asalariado? Hasta el momento, la cantidad de personas trabajadoras no asalariadas (18% en España y 11,5% en Francia, según la OCDE) permanece estable, lo mismo que el de los asalariados con contratos de corta duración. Por el contrario, las condiciones de trabajo de este ejército de reserva no paran de degradarse. Casi siempre parados, poco diplomados, tienen también menos acceso que los demás a la formación. Según un estudio de la OCDE sobre las competencias que hay que adquirir para enfrentarse a las transformaciones ligadas a lo digital, “las personas que ocupan los empleos más amenazados se forman menos (un 40%) que los trabajadores que ejercen un empleo no amenazado (un 59%)”, un déficit de formación perjudicial para los interesados, pero también para la productividad de un país.
SERVICIOS PERSONALES Y DOMÉSTICOS
Sin embargo, el rodillo apisonador de lo digital no es lo único censurable. Es cierto que acentúa la polarización del empleo que ve cómo desaparecen las profesiones intermedias y solo conserva empleos alta y escasamente cualificados. Como en Austria, en Suecia y en Francia, también en España la caída del empleo intermedio es muy acentuada. Las políticas públicas desempeñan un papel nada desdeñable en esta evolución. En los oficios de cuidado de niños y de personas mayores, del ámbito doméstico, que resurgen con fuerza, prospera el trabajo fraccionado y a tiempo parcial.
Cuanto menos regula el capitalismo esos empleos poco cualificados, más genera una megafábrica de desigualdades, y una fuerte demanda de protección. En el Reino Unido, donde el número de contratos de cero horas (sin un volumen de horas garantizadas) ha pasado de 200.000 a comienzos de siglo a un millón en la actualidad, donde los empleos atípicos y uberizados han aumentado en un 25% en el mismo periodo, la aspiración a la estabilidad es muy fuerte. El investigador Nikhil Datta, de la London School of Economics, que ha estudiado a esos trabajadores en el Reino Unido y EE UU, avanza que el 50% de ellos estarían dispuestos a perder la mitad de sus ingresos para beneficiarse de las protecciones del asalariado.
18%
Porcentaje de personas trabajadoras no asalariadas en España, principalmente como autónomas, según la OCDE