¿Qué indicadores elegir?
OFERTA: Existen índices alternativos para medir el progreso, pero los impulsan entidades con metas y valores distintos
ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR
Hoy, multitud de indicadores se plantean como posible alternativa al producto interior bruto (PIB). En el campo social, la iniciativa más emblemática es, sin duda, el índice de desarrollo humano (IDH), que propuso en 1990 el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Este indicador es el fruto del trabajo del premio Nobel de Economía Amartya Sén y combina la renta real per cápita, la esperanza de vida y el nivel de educación (1).
En el ámbito medioambiental, la huella ecológica o el Footprint, goza de una gran difusión mediática (2). Otros indicadores incluyen todas las dimensiones a la vez, como el índice de bienestar económico o el Happy Planet Index (3).
En Francia, en el instituto Insee, además de desarrollar cuentas satélite medioambientales, existe el llamado indicador de salud social, que incluye magnitudes de renta, trabajo, empleo, educación, vínculo social, vivienda, salud y justicia (4).
Toda esta proliferación muestra la fuerte demanda que existe de modos alternativos de evaluar el progreso social. Sin embargo, ninguno de estos indicadores ha logrado imponerse, por múltiples razones. Las grandes instituciones, organizaciones no gubernamentales, redes asociativas o universitarias, persiguen objetivos y defienden valores distintos, en ocasiones antagónicos. Las finalidades de esos indicadores son múltiples: informar o hacer tomar conciencia de un problema, evaluar u orientar determinadas políticas, o indicar objetivos que alcanzar.
Cuantificar la prosperidad es una cuestión tanto de método como de valores. ¿Qué es lo que cuenta de verdad? ¿Y quién lo decide? ¿Los expertos? ¿Los cargos electos? ¿Los ciudadanos? Y, después, viene el problema de cómo se contabiliza.
Los indicadores pueden tener forma de cuadro de indicadores, obligadamente complejos y, por tanto, difíciles de interpretar, o bien se pueden concebir indicadores de una sola cifra, como el citado índice de desarrollo humano (IDH), que son mejores instrumentos de comunicación. A veces, los indicadores son compuestos (una media ponderada de diversas variables) o sintéticos (si se calculan por la vía de una unidad de cuenta única, monetaria o física). Pero, en este caso, el quid está en el modo de ponderación, necesariamente subjetivo.
NO TODO SE PUEDE MEDIR
Preocupados por conseguir “la neutralidad”, algunos economistas proponen reducir todos los elementos que tienen que entrar en este tipo de indicador a un valor monetario... algo que es todo menos imparcial. Algunos bienes y servicios no se intercambian en un mercado: atribuirles un valor monetario es, pues, tan arbitrario como darles un peso específico en una ponderación. Además, los propios precios de mercado no incluyen las externalidades (como el coste de la contaminación). Y, aunque se quisiera tomarlas en cuenta, ¿qué precio poner, por ejemplo, a la pérdida de biodiversidad?
Finalmente, contabilizar en una simple suma el valor monetario atribuido a la naturaleza y el valor del capital producido por los hombres significa implícitamente que una pérdida de capital natural se podría sustituir por un incremento del capital producido... Esto significa hacer una apuesta osada (y peligrosa) por el poder de la tecnología.
Como vemos, nos enfrentamos a una serie de problemas que son todo menos simplemente metodológicos.
PARA SABER MÁS
(1). http://hhdr.undp.org/fr/content/indice-de-d%C3%A9veloppement-humain-idh
(2). www.footprintnetwork.org
(3). www.happyplanetindex.org
(4). www.insee.fr/fr/themes/document.aspref_id=19243&page=dossiers/developpement_durable/cadrage_b.htm
Este dossier ha sido realizado en colaboración con el Instituto para el Desarrollo de la Información Económica y Social francés (IDIES). Esta institución acaba de publicar su Informe Anual 2015, dedicado a los nuevos indicadores de riqueza. Se puede acceder a dicho estudio a través de la página web del IDIES (www.idies.org). |