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‘Slow housing’

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Julio 2019 / 71

A través de estas iniciativas, grupos organizados de usuarios tienen la oportunidad de recibir un derecho de propiedad sobre un solar para crear una promoción cooperativa.

Hace casi una década y media que en el ámbito catalán y español se están produciendo cambios relevantes en los modelos de acceso y tenencia de la vivienda. Aquí me centro en un modelo que, principalmente, parte de las siguientes premisas: en primer lugar, un principio no especulativo en la construcción y gestión de la vivienda, a través del cual la propiedad recae de forma permanente en manos de un colectivo que evita la transmisión (normalmente, una cooperativa). Por otro lado, los usuarios pagan una cuota accesible para tener el uso de la vivienda y a la vez se responsabilizan de la gestión, conservación y actualización de las viviendas. Como valor añadido, se busca la potenciación de los espacios comunes en la edificación, no solo por medio de un incremento de su cantidad y calidad, sino también para convertirlos en lugar de convivencia, cooperación y ayuda mutua (espacios para niños, cultura, cuidados y/o atención a las personas mayores, etc.). Quizás la palabra más comprensible y utilizada para definir el modelo sería cohousing (en castellano, seguramente el término más apropiado sería covivienda).

Se busca la potenciación de los espacios comunes

Durante un tiempo, el boca oreja daba la idea que este era un modelo solo apto para hippies (hacía frío en aquellos primitivos coworking donde algunos nos reuníamos ….pero vale la pena recordar que, por ejemplo,  ¡Apple nació en un garaje!) y que mucha parte de la población no llegaría a beneficiarse de ellos. En los últimos años ha habido algunas iniciativas que van ayudando a romper la idea de que era una iniciativa de unos pocos, confirmando la validez y eficacia del modelo, como ahora veremos.

Ayuntamientos en diferentes partes de España han dado grandes pasos para hacer posible la extensión del modelo a muchos sectores sociales. A través de estas iniciativas, grupos organizados de usuarios tienen la oportunidad de recibir un derecho de superficie sobre un solar para crear una promoción cooperativa. Es una apuesta decidida por parte de algunas administraciones en la dirección de facilitar a grupos organizados de usuarios promover su propia vivienda y catapultar así a una parte de la población a liderar estos proyectos.

 

SOLIDARIDAD Y AUTOGESTIÓN DE ESPACIOS Y SERVICIOS COMUNES

Por otro lado, ya son bastantes los grupos que trabajan para trasladar los fundamentos de la covivienda al colectivo de las personas mayores. Este proyecto facilita que los seniors tengan el protagonismo en la iniciativa y se presenta como un círculo virtuoso. Para los usuarios, les da la perspectiva de culminar la vida con un proyecto propio, en el que pueden mejorar sus necesidades de cuidado y atención y, a la vez, les permite llenar espacios de soledad con solidaridad mutua y autogestión de espacios y servicios comunes.

Varios ayuntamientos de España han dado grandes pasos

Hay que  apoyar a las personas para tirar adelante sus proyectos

No es extraño que recientemente el Ayuntamiento de Madrid haya impulsado el desarrollo de lo que han llamado “comunidades de cuidados compartidos para personas mayores”. De rebote, la implantación de estos nuevos  y modernos modelos  de conviviencia y solidaridad alivian la presión sobre los presupuestos públicos destinados a cubrir estas necesidades del sector de los jubilados.

¿Recetas para el presente y futuro? Estos modelos no requieren modificaciones normativas para su implantación, aunque el retoque puntual de algunas normas concretas ayudaría a su expansión. Lo que creo realmente determinante para acabar de impulsar estos modelos es el estímulo y apoyo a aquellas personas que son el germen necesario del modelo, los colectivos promotores. En íntima conexión con ello, es fundamental la existencia de una Administración pública que asuma el rol de recibir y dar salida a las diferentes propuestas, dando cabida a las mismas, entre otros, en el planeamiento urbanístico y en la política de vivienda social. A menudo no necesitamos cambiar las leyes, sino hacer una interpretación que se abra a estas nuevas iniciativas, atendiendo a la realidad social del tiempo en el que han de ser aplicadas, de acuerdo con su espíritu y finalidad (así lo pide el mismo Código Civil español de 1889). Prefiero normas antiguas pero bien interpretadas, que una avalancha de nuevas normas sin voluntad de aplicarlas.

Es evidente que los importantísimos problemas de vivienda que vivimos hoy no se pueden solucionar únicamente con estas iniciativas, dada la crisis del acceso a la vivienda, subidas de precios de alquiler, gentrificación, etc. Para ello, sin olvidar la complejidad y profundidad del problema, se necesitan estrategias a mayor escala y, sobre todo, recursos. Pero cocinar a fuego lento (de aquí el slow housing del título) estos modelos y dar entre todos con las herramientas para que se hagan realidad y se expandan estos proyectos, comporta dar salida a algunos de los problemas que ya tenemos hoy y plantar una semilla para el futuro, de la que los frutos que salgan serán de interés general, no lo dudemos.