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¿Tan malo es crecer?

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Junio 2013 / 4

Profesor de Análisis Económico de la Universitat de València e investigador del Ivie

Concepto el crecimiento consiste en nuevos bienes, servicios y tecnologías y nuevas pautas sobre ocio, consumo y trabajo.

La Economía ha sido considerada frecuentemente una ciencia lúgubre. De acuerdo con una de las definiciones más habituales, es la ciencia que estudia cómo satisfacer de la mejor manera posible las necesidades ilimitadas de las personas a partir de los medios existentes, siempre limitados. El crecimiento permite ampliar la posibilidad de satisfacer mejor y en mayor medida esas necesidades. La conclusión debería ser, por tanto, que el crecimiento es deseable. En un juicio contra el crecimiento la carga de la prueba tendría que recaer, lógicamente, en la acusación.

Las visiones negativas afirman que el crecimiento tendría límites claros, no sería sostenible, habría caído en el exceso y la inevitable corrección será el justo castigo. En su base está el supuesto implícito de que las cosas no cambian, un punto de vista estático. Es decir, en función del tipo de bienes y servicios que se producen, las cantidades que se producen, las tecnologías con que se producen, las cantidades de materias primas que por tanto son necesarias, las reservas conocidas de esas materias primas cuya explotación resulta hoy rentable y las capacidades de reciclaje actuales, el resultado inevitable es que los niveles actuales de renta per cápita son insostenibles. Hay que parar o, todavía mejor, decrecer.

Sin embargo, el crecimiento tiene que ver precisamente con el cambio continuo en direcciones siempre poco predecibles de antemano. Hace 200 años, Malthus, aplicando los datos del momento, ya postulaba terribles crisis demográficas por la incapacidad de la Tierra para alimentar a la población, incluso en los países entonces más ricos. Pero Malthus no anticipaba los efectos de la Revolución Industrial, ni las no menos revolucionarias mejoras en la agricultura, ni la evolución de la conducta de las personas, su cesta de consumo o sus patrones de nupcialidad o fertilidad consecuencia del propio proceso de mejora de los niveles de vida.

 

Mejor nivel de vida

El crecimiento no consiste en producir una cantidad mayor de los mismos bienes y productos, de la misma manera y mientras la conducta de las personas se mantiene inalterable e insensible al desarrollo. El crecimiento consiste precisamente en nuevos bienes y servicios, tecnologías antes inexistentes y nuevas pautas de comportamiento relativas al consumo, al ocio y al tiempo de trabajo. Los bienes que en la época de Malthus componían la práctica totalidad de la producción y de la cesta de consumo hoy tienen una importancia menor y las tecnologías actuales le parecerían un milagro.

Ha sido precisamente el crecimiento, y no la renuncia al mismo, lo que ha permitido aumentar  la esperanza de vida, garantizar niveles de nutrición abundantes, lograr comodidades antes inimaginables en los hogares,  mejorar los niveles de salud y hacer frente a las enfermedades, poder disfrutar de más ocio y tener un acceso mayor que nunca a la educación y la cultura. Ser rico no garantiza la felicidad, pero tampoco ser pobre. Las penurias y las incomodidades difícilmente pueden considerarse fuentes de felicidad, al menos para el común de los mortales.

Geriátrico en Barcelona. FOTO: ANDREA BOSCH

Naturalmente, el crecimiento no es previsible, ni permanentemente armonioso, ni carece de altibajos y tensiones. ¿Sería acaso diferente con un decrecimiento forzado? Si presiona intensamente el uso de algún recurso, eso se reflejará en un alza de su precio, promoviendo el desarrollo de tecnologías más eficientes, la búsqueda de sustitutivos, el cambio de la demanda hacia otros productos y un reciclaje más intenso. Los gobiernos pueden impulsar ese proceso mediante impuestos, algo que es ya muy habitual en el caso del petróleo. Si ese recurso no tiene precio por carecer de propietario (contaminación, cambio climático), pueden arbitrarse sistemas de incentivos (impuestos medioambientales, derechos de CO2, multas).

 

Anclarse en la vida de 1800

Si se hubiera podido forzar el final del crecimiento cuando, de modo más o menos argumentado, se ha considerado que se había alcanzado el límite sostenible según las teorías del momento, incluso los países más desarrollados continuarían anclados en las formas y niveles de vida de 1800. ¿Sería esto deseable para el ciudadano medio? Quien así lo piense es por supuesto libre de empezar a consumir menos, o de producir menos, pero lo es gracias al crecimiento pasado.

El crecimiento es obra de seres humanos críticos, inquisitivos, inconformistas, soñadores, visionarios y que aspiran a mejorar. Esa es su naturaleza. El ser humano no es perfecto. Tampoco lo es el crecimiento. Ambos merecen un voto de confianza.