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¿Y si al final Malthus tuviera razón?

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Junio 2018 / 59

Dos siglos después de que Malthus formulara su teoría, el problema demográfico vuelve con fuerza al debate económico. Pero hoy se plantea, sobre todo, desde un punto medioambiental.

ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR

Cuando el británico Thomas Robert Malthus publicó la primera edición de su Ensayo sobre el principio de la población (1796), en el planeta vivían aproximadamente 1.000 millones de seres humanos. Él sostenía que, como la población tenía tendencia a aumentar más que las sustancias, estas terminarían indefectiblemente escaseando si no se frenaba la procreación. Y abogaba, sobre todo, por el matrimonio tardío. Unos años después (1817), su amigo David Ricardo, fundador de la economía clásica, se basó en esta tesis para explicar que, a largo plazo, los trabajadores no podrían esperar más que un salario de subsistencia y que todo aumento superior suscitaría una demanda mayor de productos agrícolas y, por tanto, un aumento de los precios debido a la disminución de los rendimientos de las tierras de peor calidad que habría que poner en cultivo. Este hecho, al final, anularía el aumento de poder adquisitivo obtenido los años anteriores. 


“FALSA CIENCIA”

Desde entonces, la población mundial se ha multiplicado por más de siete, sin que las sombrías previsiones del dúo Malthus-Ricardo se hayan hecho realidad. Evidentemente, el punto débil del razonamiento residía en la afirmación de que las “sustancias” aumentarían a un ritmo inferior al de la población. En 1846, Pierre Leroux, el inventor de la palabra socialismo, denunció “la falsa ciencia de los economistas”: “La ley de producción que esa ciencia pretende eternizar en beneficio de la carestía de alimentos y de la despoblación, la única ley de producción que entiende, es la ley del capital”.  Este argumento lo retomarán todos los críticos del sistema capitalista, empezando por Karl Marx: la miseria no es fruto del número, sino de la explotación.

Durante el siglo siguiente, parecía que la cuestión estaba zanjada: los hechos habían dado la razón y Joseph Schumpeter, el célebre economista austriaco, podía burlarse de Malthus y Ricardo en su Historia del análisis económico: “Esos autores vivieron en el umbral del desarrollo económico más espectacular jamás visto (…) Sin embargo, solo vieron unas economías viviendo estrechamente, luchando con decreciente eficacia por su pan cotidiano”. Y los economistas se desentendieron de la demografía, que pasó a ser un tema carente de interés. 

Sin embargo, desde la década de 1950, las tesis malthusianas volvieron a salir a la superficie, gracias a científicos ecologistas, como el estadounidense William Vogt, que publicó Road to survival, un libro del que se vendieron 20 millones de ejemplares. Su inquietud se vio enormemente avivada por la “explosión demográfica” de los países en desarrollo. El Banco Mundial se convirtió entonces en apóstol de la “planificación familiar”, mientras que René Dumont (1904-2001), economista y agrónomo francés, avanzaba en 1962 que “África negra ha comenzado mal”, debido a que el número de personas aumentaba más que la producción de alimentos. Esta tesis fue ampliada a escala mundial por Paul Ralph Ehrlich (1932-), científico estadounidense que publicó en 1968  The Population Bomb, un libro que alcanzó un éxito considerable.    


BASTANTE PARA 10.000 MILLONES

Este neomaltusianismo fue contestado. Primero por Alfred Sauvy (1898-1990), economista y demógrafo francés, para el que la explosión demográfica no era más que la transposición, a los países del Tercer Mundo (un término acuñado por él para denominar a las “jóvenes naciones” emergentes) de la transición demográfica que se había constatado en Europa en el siglo XIX: se necesita cierto tiempo para que las familias adecuen su nivel de fertilidad al fuerte descenso de la mortalidad infantil. Además, tanto en los países del norte como en los del sur, la juventud es una baza para la dinámica económica, mientras que el envejecimiento es un inconventiente.

Por su parte, Ester Boserup (1910-1999), una economista danesa, desmintió la tesis malthusiana demostrando que, en los países del Tercer Mundo, contrariamente a las afirmaciones de Dumont, el crecimiento demográfico iba acompañado de una mejora de la situación alimentaria gracias al aumento del rendimiento y de las superficies cultivadas. Después, las estadísticas le han dado la razón, aunque haya excepciones atribuidas generalmente a las guerras, las epidemias y las malas  cosechas (“las tres Parcas”, como las llamaba Sauvy).

Malas cosechas, guerras y epidemias influyen  en la demografía

Un etnólogo atribuye el genocidio de los tutsis a la superpoblación

El fantasma de Malthus ha regresado, pero el debate ha cambiado

Estas últimas son, sin embargo, un buen pretexto. Así, el etnólogo Jared Diamond  atribuye el genocidio de los tutsis en Ruanda, en 1994, a la superpoblación, que habría exacerbado las relaciones entre etnias. Este temor lo matiza Angus Deaton : “Todo depende de lo que aportan los nuevos habitantes del planeta, no solo lo que cuestan”. Puede, en efecto, ocurrir que “los que llegan aporten alimentos, de suerte que la comida compartida sea mejor (en los aspectos nutritivo y social)”. En una línea parecida, Pierre-Noël Giraud, eminente especialista en recursos naturales, considera que estos no deberían faltar ni siquiera para una población de 10.000 millones de personas en 2050, cifra que, en su opinión, bajará sensiblemente después. Por el contrario, sin duda superaremos “los índices sostenibles de residuos contaminantes” (sobre todo de CO2), provocando así, localmente, “trampas rurales y urbanas de una gran pobreza”.

El fantasma de Malthus ha regresado, pues, pero el debate ha cambiado de naturaleza: si el número de seres humanos plantea un problema no es fundamentalmente por cuestiones alimentarias, ni siquiera debido a un posible agotamiento de los recursos no renovables, como sostenía el informe del Club de Roma, publicado en 1972 por científicos del Massachusetts Institute of Technology (MIT) bajo la dirección de Dennis Meadows y actualizado por este en 2004.

El impresionante despegue de varios países (el PIB de la República Popular China se ha multiplicado por 34 entre 1971 y 2013), que en sí constituye una buena noticia, ha dado consistencia a los gritos de alarma del Informe Meadows, pero ahora los límites no son tanto de naturaleza meramente demográfica como de naturaleza medioambiental. Pues la transición demográfica —la fecundidad se adecua a la fuerte bajada de la mortalidad (sobre todo infantil)— está en marcha incluso en África: Pierre-Noël Giraud recuerda que este continente no hace sino ponerse al día sobre el porcentaje en la población mundial que tenía en 1500 y que descendió notablemente debido a la trata de esclavos. Sin embargo, garantizar a 10.000 millones de hombres y mujeres un nivel (y un modo) de vida análogo al de los países occidentales puede engendrar, al menos localmente, graves catástrofes medioambientales y, por tanto y a la larga, humanas y económicas. 

ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR

 

PROTAGONISTAS DEL DEBATE

 

Thomas Robert Malthus (1766-1834)

Con su Ensayo sobre el principio de la población (1796) funda lo que se denominará el maltusianismo: el crecimiento demográfico no es compatible con el crecimiento económico.

David Ricardo (1772-1823)

El fundador de la teoría económica clásica recoge el análisis de Malthus en lo referente al impacto negativo del crecimiento demográfico.

Joseph Schumpeter (1883-1950)

El teórico de la dinámica del capitalismo se burla de los errores de sus ilustres predecesores y considera la demografía un tema carente de interés.

René Dumont (1904-2001)

El agrónomo reimpulsa el debate al considerar que el África negra ha comenzado mal debido a su excesivo crecimiento demográfico.

Alfred Sauvy (1898-1990)

El demógrafo francés contesta al neomaltusianismo demostrando que en los países del sur se estaba iniciando la transición demográfica.

Ester Boseroup (1910-1999)

Esta economista danesa también combatió la tesis maltusiana demostrando que en los países del sur el crecimiento demográfico iba acompañado de una mejora de la situación alimentaria debido a un aumento de los rendimientos. 

Paul Ralph Ehrlich (1932-)

Con su best sellerThe Population Bomb, publicado en 1968, este biólogo estadounidense hizo que el tema demográfico volviera al debate público.

Dennis Meadows (1942-)

El informe del Club de Roma sobre los límites del crecimiento que él dirigió estableció en 1972 un estrecho vínculo entre demografía y agresiones medioambientales. Meadows actualizó sus previsiones en 2004.

Angus Deaton (1945-)

El premio Nobel de Economía de origen británico relativiza esos problemas recordando que los nuevos habitantes del planeta también contribuyen a mejorar la situación.